miércoles, 31 de marzo de 2010

DIAS DE GLORIA

Hay días en los que me duele todo. Como yo tengo una desviación psicológica tendente a cuantificar las cosas, estimo que eso me ocurre en un 30% de los días. Me duelen los pies, las rodillas (especialmente), la espalda. Si me apuras hasta mi querido páncreas.
Hay otros días en los que simplemente tengo molestias, pero no son importantes. Puedo correr y casi disfrutar, si no focalizo mi atención en esa porción de mi anatomía que está dando la lata. Termino el entrenamiento casi satisfecho. Eso ocurre el … digamos el 60% de los días. No está mal ¿eh?
Pero lo mejor es que todavía queda un 10%. ¿Qué pasa ese pequeño pero significativo porcentaje de ocasiones? En efecto: no me duele nada. NADA.
Y lo que es más, algunos de esos días no solo corro sin dolores y sin molestias sino que, además, el entrenamiento sale solo. Quiero decir que, aunque sea duro, hay días, pocos pero verdaderamente especiales, que corro en plenitud de mis facultades.
No sé cuál es la explicación. Si se puede hablar de biorritmos, de ciclos, de sugestión,… de lo que sea. Me da igual. Esos días valen sus segundos por minutos y sus minutos por horas. En ocasiones tengo la necesidad de extender los brazos. Cualquiera que me conozca sabe bien que la intención no es echar a volar. Yo necesito tener los dos pies en el suelo y sobre mis zapatillas, no sobre cualquier artilugio que pueda ponerse en movimiento de forma autónoma. Extiendo los brazos con la intención de expresar una forma de plenitud. Al fin y al cabo estoy solo. Completamente solo en el campo. Corriendo por un sitio en el que, a kilómetros a la redonda, no hay nadie. Pero es que aunque lo hubiera, tampoco me importaría que me viera. Yo formo parte de ese paisaje. Me lo he ganado a base de decenas de miles de kilómetros corriendo por la misma zona.
Y si he estado allí los días de granizo, de viento huracanado, de lluvia, de frio a -8ºC … ¿qué importancia tiene que extienda los brazos? Ninguna.
También he dado gritos y he hablado con las vacas.
Correr es una forma de liberación y también de comunicación. Aunque sea con el reino animal.

domingo, 28 de marzo de 2010

VIII VUELTAS PEDESTRES A LA MURALLA


Foto de Carlos Velayos. Tomada de la Web del club de atletismo Ecosport.


Darse un paseíto alrededor de las murallas de Ávila un día de primavera puede ser una experiencia turística de lo más agradable y relajante. Sales de la plaza de Santa Teresa, mirando hacia la izquierda, con el imponente arco de entrada a la muralla (a la derecha es mejor no mirar y evitar el adefesio de Moneo) calle San Segundo con la Catedral, más adelante San Vicente, para dar vista a toda la parte norte de la ciudad y ver el monasterio de la Encarnación a lo lejos, recorrer todo el lienzo norte, bajar hasta el puente del rio Adaja y retornar por la subida del Hospital Viejo, hasta el Paseo del Rastro, el mejor balcón de la ciudad, con la Sierra de la Paramera al fondo.
Ese ha sido el recorrido de esta mañana de carreras en Ávila. Con una notable diferencia: en la bajada solo se puede mirar al suelo para ver donde pisas. Si tienes la suerte de poder correr por la acera mejor. Si toca por lo adoquines, hay que andar con mucho cuidado por lo irregular del firme. Y en la subida vas con la vista clavada en las zapatillas del que te precede, “desriñonado” y deseando que la calle vuelva a ponerse plana.
Un gran ambiente en la salida, aunque con menos corredores que en la primera carrera (219 por 290). Yo creo que algunos eliminan directamente esta carrera del calendario, sabiendo que se sufre, hagas lo que hagas. Además muchos venían de correr la media marathón de Segovia o de Lisboa y han preferido darse una tregua.
He salido bien, pero no a tope. Esta vez he dejado que se me fueran los clásicos sin intentar ir con ellos. ¿Qué clásicos? Jime, Chusmari, Encabo, Cornejo … No quería “morirme” antes de tiempo. He pasado el primer mil en 3’27’’. Ya en la bajada había mucho “tráfico” por la acera y he tenido que bajar por el adoquín, controlando sin despendolarme. 3’23’’ el segundo kilómetro. Al pasar por el Puente Adaja y comenzar la subida he ganado algún puesto. Después he tenido la suerte de ser alcanzado por Javier Olivares. Está recuperándose de una lesión y por eso iba más atrás de lo normal. Con él he realizado la primera ascensión. Subas como subas llegas arriba al límite de pulsaciones y un dolor de piernas tremendo. De nuevo en el Paseo del Rastro, tras recuperar un poco el resuello y el ritmo, hemos seguido juntos, alternándonos en busca de un numeroso grupo que iba por delante. (7’ 56’’ del km 2 al 4). Entre ellos estaba el veterano que quedó cuarto en la primera carrera. Como quiera que Juan Torres no vino hoy, si le daba alcance me podría poner tercero de la carrera en veteranos B. A por él. Nos separaban unos sesenta o setenta metros, pero al comienzo de la bajada le hemos cazado. Hemos recuperado algún puesto más y al pie de la subida, de nuevo, nos hemos agrupado Diego y Marcos, juniors del Puente Romanillos, Luis Carlos del Caso, Encabo, Alfonso, Olivares y yo. Tenía que intentar conservar mi puesto, así que he forzado en la subida, he puesto lo poco de fuerza que me quedaba (¡qué dolor de piernas!) con todo el ánimo del público que se acumula en la acera y a ritmo, he llegado a la puerta de la Santa. De ahí a la meta todavía quedan 150 metros, largos, largos, pero me quedaba lo justo para conservar mi puesto. He terminado en 21’’02’’. En la meta ha habido un problema con el cronometraje, así que los tiempos de la organización no son correctos. Poco después ha entrado Julio. Está volviendo. Esta vez con un agujero en la zapatilla para evitar rozaduras en otro agujero que tiene en el pie. El que tiene en la cabeza no tiene arreglo. Para la próxima carrera no disputamos un puesto y el título del barrio. Grandísima carrera de Alberto de Juan, bombero triatleta, de Borja, séptimo aún siendo junior, Eduardo Moreno, Luismi Sánchez, que se ha puesto a entrenar otra vez y se le va notando, Chusmari el 21 y ¡décimo veterano A!, y Jime el 23, decimoprimer veterano A ¡Qué nivel hay en esa categoría!
En chicas ha vuelto a ganar Yolanda. Muy buena carrera.
Al volver hacia el coche he aprovechado la cuesta abajo para buscar el pulmón que se me ha caído subiendo. Lo he encontrado, uno poco sucio de polvo, pero parece que todavía útil. La próxima… en el barrio. El Resucitado. Quedan dos semanas.






Resultados en






miércoles, 24 de marzo de 2010

HAILE


Viene a correr Gebreselassie a Madrid. Haile, para los amigos. No nos vemos desde que batimos el record del mundo en Berlín en 2007. En realidad ese día tampoco nos vimos, pero es que a él le pusieron en la primera línea de salida y yo estaba ligeramente más retrasado, unos cuantos miles de corredores más atrás, para ser exactos. Además dio un tirón muy fuerte de salida y, francamente, no pude seguir su ritmo. Al fin y al cabo él tenía negociado medio millón de euros con la organización, si batía el record del mundo y yo no tenía nada hablado, y eso, quieras que no, pues influye en el rendimiento en carrera. No deja de ser un aliciente, ¡qué caramba!. Al final me sacó unos 52 minutos, que no son tantos si te paras a pensar. Hay veces que una horita se pasa volando, sobre todo si estás haciendo algo que te gusta ¿no?, pues eso.
Ahora viene a correr una carrera de 10 kilómetros y he estado echando unas cuentas. El amigo Haile vendrá a correr en unos 27 minutos, que ya sería una gran marca en Madrid. Yo podría correr en torno a 37 minutos. Es decir, que me sacaría 10. Si multiplicamos por 4 y le añadimos un poco, estaríamos en unos 42 minutos de diferencia en marathón. Conclusión: le estoy recortando distancia.
A todo esto, tampoco se si yo correré en Madrid esa carrera, que yo también tengo mi calendario y mis compromisos. Pero si corro … que tenga cuidadito.

martes, 23 de marzo de 2010

UN POCO DE ACTUALIDAD

Tal como estaba previsto he corrido los tres días de fiesta. El viernes hice un rodaje de 10 km con muchas molestias y muy despacio. El sábado, ya en Béjar, en mi circuito de Monte Mario corrí 1 hora y 5 minutos. Me encontré mejor, aunque las cuestas se me hicieron muy duras. El domingo era el día clave. Tenía la intención de subir al monte por el camino más largo y dar tres vueltas a mi circuito, de uno 3,4 km aproximadamente de manera que cada una fuera más rápida que la anterior. La primera vuelta me lo puse fácil, 15’ 43’’. La segunda mejoré un montón hasta 15’ 06’’, tanto que no pensaba poder bajar en la tercera, así que me empleé a fondo en el tramo final de cuesta y más tarde en la bajada para terminar en 14’ 47’’. Me encontré bien, con fuerza, aunque el resto del día lo pasé con dolor de piernas.

Por cierto que, hablando de dolores, creo que los corredores vamos aprendiendo anatomía a base de molestias en las diferentes partes de nuestro mismísimo yo. Un ciudadano normal ¿sabe dónde está el piramidal? ¿Y lo que puede llegar a doler? ¿La pata de ganso? ¿La cintilla ilotibial? ¿Dónde se inserta el tendón rotuliano? ¿Dónde están los huesos sesamoideos? ¿Cuántos son? ¿Qué es el trocánter? ¿Qué es una condromalacia? Ahora hagamos estas preguntas en una reunión informal de corredores y cuántos de ellos han padecido en sus magras carnes los rigores del correr en semejantes partes.

Volviendo al entrenamiento. Esta semana hay carrera el domingo, así que la cosa va a ir de la siguiente manera: el lunes descanso. El martes una sesión de gimnasia tipo cocido (un poquito de abdominales, pesas, cintas elásticas etc). El miércoles voy a hacer series. Llevo casi 40 días sin hacerlas así que me voy a apretar 6 series de 1000 metros. El jueves un rodaje suave, el viernes descanso y el sábado otro rodaje suave y unas rectas. El domingo ¡tachan! A correr todo cuestas.

jueves, 18 de marzo de 2010

EL EQUIPO DE ATLETISMO DE LA ESCUELA DE MONTES


Legendario equipo de cross de la Escuela de Ingenieros de Montes en el año 1980.

La Escuela de Ingenieros de Montes tenía equipo de atletismo. Eso, así dicho, puede parecer un pues ya ves tú. Pero explicado debidamente tiene mayor calado: formábamos un equipo con atletas para todas las disciplinas de pista, los saltos, con la pértiga incluida, los cuatro lanzamientos y las carreras, desde 100 m hasta 5000 que conformaban el programa de las competiciones por equipos universitarios. El mérito - si es que se puede llamar así- es que la Escuela de Montes era un centro pequeño, comparado con otras Escuelas de la Politécnica o con las Facultadas de la Complutense y la Autónoma. Algo así como una quinta o sexta parte más pequeño en cuanto a número de alumnos. Así que conseguir la clasificación para disputar la final nacional por equipos universitarios de atletismo fue un gran éxito. Después de una fase previa, los equipos de INEF de Madrid, Barcelona, Granada y Santiago, Industriales de Madrid, Arquitectura de Madrid y Barcelona y Montes nos veíamos las caras en Santiago de Compostela. Corría el mes de mayo de 1982. Allí estábamos casi todos los miembros del equipo, salvo algunos que no pudieron ir por cuestiones académicas. Ya habíamos hecho lo más difícil, que era pasar a la final y lo cierto es que, viendo los equipos participantes, nosotros no podíamos aspirar a nada más que el octavo puesto. Las normas de la competición exigían superar unas ciertas marcas mínimas por prueba para poder puntuar. Nosotros teníamos unas cuantas pruebas en las que acreditábamos esas marcas, pero no en todas. A pesar de que nuestros más encarnizados rivales, los industriales de Madrid, se empeñaron en no dejarnos dormir en toda la noche -un trabajo sucio e innecesario- allí estábamos los “hombrecillos verdes” -por el color de nuestras camisetas- dispuestos a todo. La jornada de mañana nos deparó una de las alegrías más sonadas: nuestro saltador de altura, que no había saltado nunca más de 1,75 m fue superando el listón entre nuestros gritos, cánticos y ánimos hasta alcanzar 1,89 m y lograr nuestros primeros puntos que nos situaban en mitad de la clasificación. Después, la realidad de competir contra la élite del atletismo, nos fue colocando poco a poco en nuestro sitio. Yo corría por la tarde en la prueba de 5.000 metros. A esas alturas nuestro presidente no paraba de echar cuentas para ver cuántos puntos podíamos conseguir para ganar a no sé qué equipo. Nos fuimos a comer unas sardinas. Aquél día aprendí que las sardinas son incompatibles con una carrera de 5000 metros. En realidad lo comprendí a los pocos metros de la salida, así que casi podría ampliar la incompatibilidad con cualquier distancia. Mis puntos eran seguros, según las cuentas del equipo. Tenía que hacer menos de 16’ 30’’ y por entonces bajaba con cierta holgura de 16’, así que “el presi” confiaba en la remontada. Disparo de salida. Primeras vueltas a ritmo cómodo. La cosa fue bien hasta que las sardinas empezaron a dar saltos en el estómago como si de una pecera se tratase. A mitad de carrera pugnaban por salir al exterior, mientras mis compañeros me animaban a despertar y acelerar el ritmo. A ese paso no bajaría de la marca exigida. Recuerdo un enorme malestar de tripas -se me revuelve el estómago solo de pensarlo- y una lucha sin cuartel en las últimas vueltas por estar a la altura de las circunstancias. Ya no peleaba por un puesto sino por estar en el tiempo. Y no pudo ser. 16’ 47’’, quinto. El silencio de mis compañeros y la mirada fría, heladora, de mi presidente. Y las sardinas brincando de alegría. Con mis puntos a sin ellos quedamos octavos, como era normal. Pero nos lo pasamos de miedo. Fue el primero y el último año que estuvimos en la final por equipos. Los años siguientes no pudimos clasificarnos. Poco después la Federación del Deporte Universitario desapareció y con ella, una forma de entender el deporte.

miércoles, 17 de marzo de 2010

DESPUÉS DE LA CARRERA DEL DOMINGO

Me confieso ante mi blog.
Tengo el orgullo herido.
Mucho chau chau con el rollo de la rodilla, que si hay que cambiar el chip, que si ya no soy el que era, que si me tengo que tomar el atletismo de otra manera y a la primera carrera que corro y quedo en el puesto que tengo que quedar en función de lo que entreno y lo que hago, se me retuerce el páncreas.
¿Qué hago ahora? ¿Cómo entreno? ¿Fuerzo la máquina o no la fuerzo? ¿De qué vas Nicolás?
Lucha interna: La cabeza contra el corazón.
He resuelto tres días de entrenamiento. El lunes salí a rodar una hora. Bien. Sin dolor en la rodilla aunque con unas sensaciones como si hubiera corrido una media marathón en vez de 6 km. Me dolía toda la espalda y el estómago, pero terminé contento. El martes he hecho un fartlek con cambios de 2 minutos recuperando 3. Tenía piernas. Me ha salido bien, dentro de lo que cabe. Hoy he hecho un calentamiento suave y un circuito de 10 km con muchas cuestas. Está bien medido (por una vez se me ocurrió medir algo en vez de suponer las distancias). Me ha salido en 41’ 52’’ a pesar del viento, que era mucho. Mañana voy a descansar (es una forma de hablar, tengo "taxi" toda la tarde). Conclusiones: el domingo estuve mal por algún motivo que se me escapa pero que no voy a dar más vueltas. El martes de la semana que viene tengo el reconocimiento médico del trabajo y veremos los resultados de la analítica. A lo mejor se puede sacar algún detalle importante. Por lo pronto me tranquiliza saber que puedo entrenar bien, aunque me asusta pensar en “cantar” otra vez en las cuestas de la muralla. ¿Quién ha ganado? ¿La cabeza o el corazón? Vamos a dejarlo en un empate y después de los tres días de fiesta veremos a ver cómo anda el cuerpo.
Y el pancreas.

martes, 16 de marzo de 2010

DE ZAPATILLAS



Paseo por la calle Mayor de internet con todos los escaparates a una cuarta de mi nariz. Miro las zapatillas y con un solo dedo accedo a una ingente información sobre cada una de ellas: su fabricación, el sistema de amortiguación, su peso, los test a los que ha sido sometida, su flexibilidad, dureza, transpiración, para qué tipo de corredor está recomendada. También me dicen su precio.
Me acuerdo entonces de mis primeras zapatillas, que han sido muchas. Me explico. Cuando empecé a correr lo hice con las zapatillas que tenía entonces. No me compraron unas especiales de atletismo para la ocasión. Y aquel primer par era, como no podía ser de otra forma, unas “tórtola”. Bueno, mejor dicho, eran una imitación de tórtola. Perfectamente planas, duras, de lona rígida que aún se endurecía más con el sudor, con puntera reforzada de goma. Mis primeras ampollas. Después vinieron unas parecidas, también sin marca, de cuero, blancas, aún más duras. Más ampollas. Se estaba forjando la leyenda de un corredor. A continuación di un salto de calidad bastante considerable y me hice con unas Paredes, igualmente planas de suela, Todavía no existía la amortiguación. La temporada siguiente, esto sería ya en 1981, accedí al material de tecnología punta: las Adidas TRX, el sueño de todo corredor. Azules con las bandas amarillas. Por aquella época también tuve mis primeras zapatillas de clavos. Antes corría con prestados, pero la Escuela de Montes me pagó unos clavos Munich de ante naranja con la que competí durante mucho años. Eran unas zapatillas más cercanas a un instrumento de tortura que cualquier otra cosa. Al ponerse aquello en los pies, uno sentía la necesidad imperiosa de acabar cuanto antes, lo cual no era malo tratándose de una competición. La suela no era uniforme, sino que tenían en el talón un abultamiento que era lo único que se apoyaba al pisar. No puedo recordar la cantidad de uñas negras que he tenido como consecuencia de correr con estos clavos.
A partir de aquí se sucedieron las Adidas y las New Balance. Un par de estas últimas me las trajeron mis padres de Nueva York cuando fueron a correr el marathón. Después tuve Assics (que antes se llamaban Tiger Onitsuka y después Assics Tiger), Brooks, Nike, hasta desembocar en Saucony, marca que llevo con fidelidad franciscana desde 1998. Otras “primeras zapatillas” fueron las “voladoras”, unas zapatillas muy ligeras para carreras de ruta y que en mi caso y en mis pies han fracasado rotundamente. Yo necesito algo más sólido y más rígido. Será por mis comienzos “tortoleros”.
Y ahora hablemos de precios. De 100 euros para arriba. Algunas muy para arriba. Es decir, una pasta. Sobre todo si nos ponemos a hacer caso a algunos exquisitos del deporte que dicen que unas zapatillas duran 800 kilómetros. ¡Eso será para los que las tienen gratis! Por mi parte, un par de zapatillas me dura unos 2500 kilómetros, que puede ser, según los años, entre 9 y 15 meses, aunque ahora llevo unas que ya tienen bastante más tiempo que ese, aunque menos kilómetros.
Son las sufridas compañeras que menos atención reciben, aguantan el barro, los charcos, las piedras y se lavan de cuando en cuando, porque no hay día que no se las exija una dosis de trabajo.

domingo, 14 de marzo de 2010

PRIMERA CARRERA DEL CIRCUITO ECOSPORT. TROFEO NAVAS CENTER: MUY MAL, MUY MAL ,MUY MAL.





He tenido que rastrear entre mis papeles para buscar cuando fue aquella media marathón de Coslada en la que sufrí tanto. 23 de marzo de 1997. Tengo un recuerdo horrible de aquella carrera. Salí bien, pero en el kilómetro cinco ya notaba que no estaba en condiciones: no podía mover las piernas. Sufrí como no la había hecho nunca antes para terminar. Hoy me ha pasado lo mismo y eso que afortunadamente, eran solo 6 kilómetros. Pero es que no había llegado al primero y ya me encontraba peor que mal. He calentado bien y he salido con fuerza y bien colocado. A los quinientos metros me han adelantado Jime, Chusmari Piedelobo, Cornejo, poco después Enrique, Encabo. Se ha formado un grupo numeroso y he intentado pegarme. He sufrido mucho para seguirles, pero no habíamos hecho la primera vuelta y ya estaba descolgado. Por más ánimos que he recibido en el paso por meta y por mucho que Soto se empeñara en que hoy era “un hombre importante” (lo siento, Soto, te he defraudado), lo cierto es que a esas alturas de carrera no podía más. La segunda vuelta ha sido un calvario. Me he quedado solo y he peleado con todo lo que tenía por mantener el ritmo. Pero no había nada con qué empujar. Me dolían las piernas, el estómago, el alma y el corazón. Y la tercera vuelta aún peor, un infierno. He perdido otras seis o siete posiciones sin capacidad alguna de lucha. No sé cuáles son las causas de este desastre. Una, desde luego, la falta de entrenamiento. “Se compite según se entrena”. Si entreno mal, compito mal. Así de simple. Pero venía de hacer un buen cross en Salamanca, así que alguna otra razón debe haber. Tampoco voy a bucear en ello. No quiero poner excusas.
Miremos hacia el futuro. Quedan tres carreras. El principal problema es que las tres tienen unas cuestas bastante duras, en especial la próxima de Las Murallas. En esa, si no hay fuerza lo pasas muy mal, así que hay que recuperar el tono.
En cuanto a los resultados, he terminado el 43 (como el licor), 5º veterano B con 21’53’’. Por lo que respecta a la pelea por esta clasificación, estando Becerril y Torres en carrera, las dos primeras plazas están dadas (los dos han quedado hoy entre los diez primeros). Cornejo ha sido tercero y ha corrido muy bien. No creo que pueda con él, me ha sacado casi 50´´, mucha distancia. Respecto al cuarto, es otro corredor de Madrid que me ha adelantado a mitad de carrera. Tendré que pelear. En fin. Que al terminar, cuando me han preguntado los colegas que qué tal me había ido la cosa, solo podía contestarles eso “muy mal, muy mal, muy mal”. Sin más.
Por último y una vez más tengo que felicitar a la organización por la carrera. Muchas gracias en especial a los voluntarios corredores que dejan de competir por ayudar a los demás a que podamos hacerlo.

viernes, 12 de marzo de 2010

EL ABUELO DE LA SAN SILVESTRE


Esta es una entrevista que se publicó en el diario El Mundo el 31 de diciembre de 2007. El año siguiente mi padre no pudo correr, pero el último día del año 2009 volvió a la linea de salida de la San Silvestre popular y, con 79 años, volvió a ser el más veterano de entre todos los corredores. Lo que pasó entre medias es una historia de superación que será contada en otro momento.



A sus 77 años, y con más de 10 maratones en sus piernas, será hoy el corredor más veterano de la carrera madrileña





ALFREDO MERINOMADRID.- «No, la verdad es que eso a mí me deja frío». A las 10 de la mañana del último domingo de diciembre y mientras se da unas carreritas por el parque del Calero, Angel Iglesias Pérez comenta, a sus 77 años que juegos como la petanca y el chito, muy populares entre los jubilados madrileños, no le gustan nada, que lo suyo es la carrera pedestre. Y así ha sido durante toda su vida.
Incapaz de recordar cuándo empezó a correr, sí que es capaz de volver al colegio, donde tenía un «buen profesor» que animaba a los alumnos a correr, sin ninguna exigencia ni obligación, sólo por el placer de hacerlo.
Entonces Angel triunfaba. «Mis compañeros se iban sentando todos, primero los gorditos, luego los demás; al final sólo quedábamos otro y yo».
Eran tiempos de posguerra, momentos más duros, según admite, que el propio asedio sufrido por Madrid durante la Guerra Civil y que él padeció con seis años. Entonces el deporte popular sencillamente no existía. «Fueron años muy difíciles y el deporte que practicaban los españoles era buscarse los garbanzos. Nada que ver con ahora, que todo es más fácil, aunque también más caro, por mucho que digan lo contrario», polemiza.
Lo recuerda mientras corretea, estira o se ajusta el chip que le dirá su tiempo esta tarde en la San Silvestre. «Esto es una maravilla, pero que nadie se engañe, no hace ninguna falta para hacer deporte. Sólo hay que tener ganas, como yo las he tenido siempre. Sin importarme que me preguntasen que a dónde iba tan loco y en calzoncillos por la calle». Y al venerable abuelo le vienen a la mente los tremendos tiempos de su juventud, cuando en un Madrid provinciano, se iba en compañía de un amigo farmacéutico hasta la Casa de Campo a practicar su afición. «Pero un día estalló un obús de la guerra y mi madre me prohibió salir de casa, porque sabía que, si lo hacía, me iría allí».
Tiempo después, ya en los años 60, pudo estudiar Filosofía y Letras en el mismo curso que Fernando Savater. «Cuando salía de clase, ya de noche, pues trabajaba, me iba a entrenar», recuerda este empleado de una empresa petrolífera que también tuvo tiempo para ejercer como periodista, crítico de teatro y escritor.
El primer Maratón Popular de Madrid, fue una revolución en la vida de Angel Iglesias. «No me había enterado, pues estaba muy enfrascado en mi mundo, pero cuando lo vi, supe que aquello estaba hecho para mí». Dicho y hecho; al año siguiente corrió el primero de sus 10 maratones, con unos tiempos cercanos a las tres horas. Junto a la de Madrid, ha corrido Londres, Nueva York, Estocolmo y Amsterdam. Aparte medias maratones y otras carreras más cortas, hasta más de cien pruebas, cien medallas y diplomas, cien maneras de sentirse vivo.
«Tengo vecinos de mi edad, incluso más jóvenes, que a lo sumo se dan un paseíto por el pasillo del bloque. Yo, aunque cada vez tengo más achaques [este año anda algo fastidiado, pues lleva con una lesión desde el mes de abril, cuando corrió el último maratón de Madrid], pero aparte de alguna lesión como la que he tenido en los gemelos, no cojo ni un catarro». Lo dice con el mismo ímpetu con que disputa las carreras.
«Seguiré hasta que el cuerpo aguante», comenta. Cuando le ves trotar, con el frío que pela de estas primeras mañanas invernales, ataviado sólo con una tenue sudadera, te das cuenta de que le queda cuerda para rato. Aunque eso no le inquieta al abuelo de la San Silvestre. Lo suyo es disfrutar del goce adictivo de la carrera, y de paso cuidar la salud física y mental. Angel ha hecho del footing una forma de vida, una terapia que le permite moverse con admirable comodidad en una edad que empieza a ser delicada.
Competir nunca le inquietó demasiado, más allá del desafío que uno establece frente a sí mismo y ante el reloj. Ni tan siquiera le preocupa en exceso cómo terminará esta noche la carrera. «Hace tiempo que dejó de preocuparme. Si no puedo acabar corriendo, pues andando y si no, me retiro. Es lo que tiene cumplir años, que todo es más relativo», advierte el patriarca de una dinastía de corredores cuyo ejemplo ha cundido entre los de su estirpe.
Y esto sí que le emociona. Cuando Angel Iglesias habla de sus nietos, tres de ellos corredores, igual que sus hijos y que su nuera, se le cae la baba. «Siempre me acordaré del día en que mi nieto mayor hizo su primera Canillejas infantil con cuatro años».
LO DICHO Y HECHO
«El deporte más practicado por los españoles en la posguerra era buscarse los garbanzos»
1930: Nace en Valladolid, en «una familia trabajadora». 1932: Su padre encuentra trabajo en Madrid y se traslada con la familia. 1942: Destaca como corredor en el colegio, donde no encuentra rival. 1979: Corre en Madrid su primer maratón. 1981: Corre el Maratón de Nueva York. 2000: Uno de sus nietos, de cuatro años, participa en la Popular de Canillejas. 2002: Con 72 años corre los 10 kilómetros de la San Silvestre vallecana en 52 minutos.

MUNDIALES DE ATLETISMO EN PISTA CUBIERTA Y TVE



Parece ser que al final no se retransmiten por televisión los campeonatos del mundo de atletismo de pista cubierta que se celebran este fin de semana en Doha. Me figuro que razones habrá que lo justifiquen y personal dentro del ente correspondiente que lo hayan intentado. Pero lo cierto es que nos quedamos sin verlo.
Hace tiempo que el atletismo está siendo arrinconado por la televisión, no menos que lo han sido otros deportes anteriormente. Futbol, Automovilismo, Motociclismo, Baloncesto y poco más, queda en la programación para este fin de semana. Un acontecimiento tan importante como un mundial de atletismo en pista cubierta no interesa. Será cosa de las audiencias, por mucho que a algunos nos pueda parecer increíble que, entre tanta mierda televisiva, no pueda tener un hueco.
La cosa tiene su trascendencia en varios frentes:
1. Los patrocinadores del atletismo. ¿Quién va a poner su dinero en publicitarse en un deporte cuyo escaparate- la televisión- está cerrado? Para qué gastar en atletismo si nadie se entera.
2. Los deportistas que están allí ¿Qué pensarán? Que nadie se va a enterar de lo que hagan. Porque si la televisión no se hace eco de lo que pasa en la pista que nadie pretenda enterarse por la radio o los periódicos ¡habiendo futbol!. Si acaso ganan una medalla, en la radio, en el descanso del partido y, después de dar los resultados de los ¿18? grupos de tercera división de futbol, dirán algo… si queda tiempo y no hay un gol en Las Gaunas. En el Marca saldrá una reseña en la página 42 entre halterofilia y turf.
3. Los chavales que hacen atletismo y son las futuras estrellas (si llegan). ¿Qué pensarán? ¿Machacarse a entrenamientos para que nadie haga ni caso de lo que pasa en un mundial? Qué triste.
Ahora bien. Y ya estamos como el otro día. Perdonadme que me ponga pesado. Como alguno de los atletas que está en Doha se traiga una medalla para España, ahí estarán los políticos tan sonrientes recibiendo al nuevo campeón en la plaza del pueblo, en el Ayuntamiento, en las Cortes Regionales y en La Moncloa. Y detrás una nube de periodistas que no saben distinguir una pértiga de una jabalina, pero hacen cola para ver como se depila las cejas Cristiano Ronaldo y preguntarle si le ha escocido y estará en condiciones de jugar mañana.

miércoles, 10 de marzo de 2010

EL GANADOR DE UNA CARRERA



He estado mirando la lista de inscritos en el circuito de carreras populares Ecosport de este año que comienza el domingo. Con alguna sorpresa, que siempre las hay, prácticamente se puede hacer la clasificación final de los diez primeros. Y el caso es que ver en la lista de corredores a ciertas personas, me hace volver a una afirmación que he mantenido desde hace mucho y que ha sido objeto de fuertes discusiones. Yo sostengo que el ganador de una carrera no es, o no suele ser el que más mérito tiene. Gana, de acuerdo, pero casi siempre lo hace basando su victoria en su calidad y, sobre todo, en un entrenamiento que a su vez se asienta sobre una disponibilidad de tiempo que no todos tienen. Según otro de mis principios: “se compite según se entrena”, aquellos que disponen de más tiempo para entrenar, para estirar, descansar y cuidarse tiene una ventaja muy grande frente a la gente que apenas saca tiempo para lo primero. Y gracias. Así, llegamos a mi admirado Cristóbal, corredor madrileño con una fuerza de voluntad enorme, que todos, TODOS los días se levantaba a las seis de la mañana para entrenar en un parque próximo a la M-30 madrileña y que de regreso a casa se marchaba al trabajo para enchufarse sesiones de 12 horas de taller. Y como Cristóbal hay muchos: los que tienen una tienda y se pasan el día de pie despachando, los que trabajan en un bar y no solo están de pie sino que además se fuman a diario unos cuantos paquetes de ducados sin querer, los que trabajan con un camión y paran a rodar un rato y así podría estar varias horas citando ejemplos. Luego hay otro colectivo no menos merecedor de mis más rendidos elogios: los que superan una grave lesión o enfermedad. No me refiero a una amigdalitis o a una periostitis. Me refiero a correr con una diabetes avanzada hasta casi la pérdida de visión o una operación de corazón, o superar un accidente de tráfico que te ha puesto a las mismas puertas de darle las buenas tardes al demonio (o a San Pedro), por ejemplo. ¿No es increíble? Hay tantos ejemplos que prefiero no dar nombres, pero seguro que todos conocemos a alguna persona en estas circunstancias. ¿Tienen o no tienen mérito? Están en las listas de resultados de una marathón, pongamos en el puesto 13.418 con 4h 52’ 54’’, es decir, en el más absoluto anonimato. Y sin embargo a mi forma de entender el deporte en general y el atletismo, en particular, son los verdaderos ganadores.
Un ejemplo de hasta dónde llega la ilusión o la locura por correr.

lunes, 8 de marzo de 2010

AYUDAS A LOS ATLETAS JOVENES


Hace años, por lo menos 10, se estaba celebrando una carrera escolar en el parque San Antonio. Había varias carreras por categorías. De entre todos los niños y niñas que corrían me llamó la atención una pequeñaja rubia con un estilo y una clase fuera de lo normal. Supongo que algo parecido a eso hacen los ojeadores de futbolistas. Aquella niña ganó su carrera de calle. Durante los años siguientes su presencia era habitual en las carreras, tanto las de los juegos escolares, como las de la Escuela de Atletismo y más tarde las populares. Ganaba con facilidad. Fue haciéndose famosa en el ambiente atlético y posteriormente, en el más amplio del deporte abulense. Ana Isabel también ganaba carreras regionales y competía con las mejores en las pruebas regionales.
A lo largo de estos años, la Junta de Castilla y León, a través del órgano encargado de la gestión del deporte, concedía ayudas para las promesas del deporte regional. Lamentablemente Ana nunca estaba entre los afortunados. Ana, al igual que lo hacen todos los chavales a los que les gusta este deporte, entrenaba y competía. Superando los obstáculos habituales: la compatibilidad del entrenamiento con los estudios, la falta de motivación cuando las cosas no acaban de salir, las lesiones, el abandono del deporte por el resto de amigos y amigas, las largas tardes de invierno con un frio que pela en la pista de atletismo. Apoyándose en la ilusión. En la suya y en la de su familia y su entrenador. Así hasta que un día va Ana Isabel y gana el campeonato de España promesa de 3000 metros en pista cubierta, el campeonato regional de cross promesa, es tercera en el nacional absoluto de 3000 metros en pista cubierta y segunda en el nacional de cross promesa, además de participar con la selección española en el europeo de cross.

Y ahora ¿Quién se apuesta conmigo a que este año Ana Isabel Gutiérrez Arribas tiene una beca de la Junta de Castilla y León? Voy a hacer una lista de las personalidades del deporte y de la política que este año se hacen una foto con Ana. Y la voy a comparar con otra lista que tengo con las personalidades del deporte municipal, regional y nacional que se pasan una tarde de invierno por la pista a ver cómo van las cosas y qué problemas hay que resolver para mejorar y conseguir que los chavales hagan deporte y sobre todo que no abandonen en la mejor edad por falta de apoyo y de ayuda. La segunda lista ya la tengo terminada. Es la siguiente:


No pierdo más espacio.
Cuando acabe la temporada os cuento.
También os contaré cuántos niños y niñas dejan el atletismo y cuántos de ellos podrían haber llegado lejos. Y aunque no lleguen a figuras, que el deporte les ayude a forjar un carácter o, por lo menos, que les evite entrar en otros ambientes.

Y otro día entraremos en el mundo de los entrenadores.

miércoles, 3 de marzo de 2010

SHACKLETON




Lo prometido es deuda.
He aquí la referencia de dos libros sobre el viaje a la Antártida de sir Ernest Shackleton:
LA PRISION BLANCA de Alfred Lansing. Editorial Mondadori
ATRAPADOS EN EL HIELO de Caroline Alexander Editorial Planeta
A estas alturas ya habréis oído hablar de esta historia, incluso se hizo una película y ha habido una exposición itinerante de La Caixa al respecto.
Pero no hay nada como la lectura. En las páginas de estos libros, cualquiera de ellos, queda recogida de manera esplendida la enorme voluntad de un hombre por la supervivencia de todo se equipo. La lucha contra las enormes dificultades a las que se enfrentó, con el único objetivo de salvar la vida de aquellos que se atrevieron a zarpar en un barco llamados por el reclamo de este anuncio: "Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito."

lunes, 1 de marzo de 2010

CAMPEONATO REGIONAL DE VETERANOS


Foto: en la segunda vuelta del Cross de Salamanca 2010.

Estuve yo el sábado dándole unas cuantas vueltas al asunto de la “ciclogénesis activa” y a las predicciones meteorológicas que la Agencia Estatal de Meteorología indicaba en su web para el domingo en Salamanca.
Después de leer un poco al respecto, me imaginaba que al día siguiente tendríamos unas condiciones semejantes a las sufridas por uno de mis héroes más admirados, Shackleton, en su aventura por la Antártida. Me veía corriendo bajo un diluvio y con un viento de esos que no puedes avanzar ni un metro por más que te empeñes. Imaginaba al escaso público persiguiendo sus paraguas, las cintas que delimitan el recorrido arrancadas por la furia de las ráfagas, los hinchables de la salida y la meta abatidos una y otra vez. En fin: un infierno. Así me acosté, escuchando el batir del aire en las persianas de mi habitación y así me dormí, acompañando a Sir Ernest Shackleton en el Caird partiendo en busca de ayuda desde la isla Elefante. (Quedo emplazado para dar más detalles de esta odisea, la aventura de supervivencia más fabulosa vivida por unos exploradores).

Volviendo a la carrera. A eso de las 8:30 recibo un mensaje de mi compañero Eloy desde Salamanca: luce un sol esplendido y no hace nada de viento. En marcha. Todos arriba. A las 11:00 estamos en el Prado Panadero, junto al estadio Helmántico. Confirmado: hace un sol esplendido y no hace viento. Angel corre a las 11:30. Buena carrera, junto con su amigo Manuel, para terminar el 18. Yo caliento mientras le veo. Hay un ambiente estupendo. Nos vemos los corredores habituales: los de Béjar, La Armunia, Aranda de Duero, La Bañeza, Toro, Valladolid, Burgos…De Ávila estamos cinco del Puente Romanillos y también” “Jime” y cuñado, del Ecosport. Yolanda corre en veteranas y queda tercera, primera de su categoría. La salida nuestra viene precedida de un pequeño caos en la cámara de llamadas, un atasco tremendo para comprobar la identidad de los corredores, bastante inútil porque nadie comprueba nada.

Por fin en la salida. Por delante seis vueltas. Disparo. Salgo un poco atrás, aunque voy fuerte. Muchos corredores por delante mío, pero veo a mi lado a Pepe el bejarano y a Olivares, así que me junto a ellos. La primera vuelta es corta y la segunda comienza en compacto pelotón. El tramo más alejado de la salida comprende un zigzag en el campo de futbol con giros de 180º. Llegan las primeras caídas. El terreno está muy resbaladizo. Hay que pisar con prudencia porque te vas al suelo en un instante. Olivares es de los primeros en caer. Voy en un grupo numeroso, bastante a gusto. Pasamos de nuevo por meta. Muchos ánimos. Todos los chavales de la escuela me animan, Mercedes y los niños también. La fila de corredores se estira. Formamos un grupo unos 8 corredores, con Pepe y otro bejarano y Jime, entre otros. Olivares va a cincuenta metros por delante. Jime se adelanta unos metros y le da alcance. Yo me pongo a tirar detrás y les cazamos, pero pronto volvemos a separarnos. El dichoso campo de futbol hace estragos, el terreno está tan pesado que sales de él con una fatiga enorme. Siguen las caídas. Última vuelta: Jime se escapa. Me cogen otra vez los dos bejaranos y otros dos de Burgos y de Toro. Me adelantan. La hinchada no admite que quede tras ellos después de haber ido delante casi todo el rato, así que el sprint es largo y duro, me quedo en mitad de los cinco. No puedo con los de Béjar, pero los otros dos ceden.

Termino el 30º de la carrera y 9º de la categoría 45-50, con un tiempo de 28:50 en los 8 km (yo creo que es un poco menos, no he corrido por debajo de 3’40’’). La sorpresa llega en la entrega de premios: hemos sido terceros por equipos en categoría 35-40, que es en la que hemos quedado inscritos porque no completábamos equipo en las superiores. Fantástico. En resumen: me lo he pasado fenomenal y he corrido muy bien para lo que he entrenado. He hecho 28 segundos más que el pasado año en el mismo recorrido, pero creo que el barro es la razón de ese tiempo y probablemente otros 20 o 30 segundos más.

Y para terminar. Un lector ha hecho un comentario. No se puede imaginar la alegría que me ha dado antes de leerlo … y tampoco se imagina lo que se lo agradezco después de hacerlo.