sábado, 8 de mayo de 2010

UN ENTRENAMIENTO MÁS

Son las seis de la tarde. Se ha pasado mi hora de entrenamiento habitual, las tres. Así que ahora me siento raro, no tengo ganas de salir. Le doy más vueltas de lo habitual y no encuentro motivación para ponerme las zapatillas. Mercedes me anima. Al final decide uno de los argumentos habituales: si no salgo voy a sentirme peor. Me visto de corredor. Quiero hacer un circuito de 10 km en mi territorio habitual, así que tengo que subir en coche. Salgo de casa con desgana. El cielo está muy cubierto y amenaza lluvia. Subo por el lateral del parque San Antonio y me encuentro un tremendo atasco para salir por debajo del puente de la estación. ¡Vaya!,-pienso- otra contrariedad. Doy una vuelta enorme por la ciudad para salir casi al mismo sitio. En esto se pone a llover. Recuerdo las palabras de Murakami “Tengo mil excusas para no salir a entrenar y una sola razón para hacerlo”. Sigo adelante. Llego a mi lugar de aparcamiento habitual. Siempre hay sitio bajo mi encina. Llueve mucho. Veo todo el valle Amblés cubierto de nubes. Pronto los cristales del coche se llenan de agua. Rod Stewart canta su American Song book. Escucho cuatro veces seguidas la misma canción. Es la que más me gusta. “Quien me manda a mí, salir”, pienso. Pero actúo al revés. Abro la puerta y salgo. Empiezo a calentar. Es una forma de hablar porque a los dos o tres minutos estoy calado y siento mucho frio, en especial en las manos y las orejas. Días como este, en invierno, he corrido con gorro y dos pares de guantes. Pero hoy es 6 de mayo y se supone que estamos en primavera. Me cruzo con algún paseante que regresa con paso apresurado y paraguas en lucha contra el viento. Pocos minutos después llueve menos. Termino 4 km de calentamiento y me quito una de las dos camisetas que llevo bajo la sudadera. Voy al punto de salida del circuito de 10 km. Ritual de salida. Crono. Llevo el mp3 de mis canciones favoritas, así que voy bien acompañado. Llevo el viento a la espalda. Así será durante cinco kilómetros, uno y medio de bajada, luego ya veremos cómo se dará la vuelta. Ya no llueve. Voy cómodo pero no muy rápido. Llevo en la cabeza el mejor tiempo que he hecho este año en este recorrido. Estoy en los tiempos. Ya no queda nadie por aquí. Estoy solo. Voy disfrutando. Alguna de mis canciones super-favoritas me hace correr más deprisa. Llego al kilómetro 5. Seis segundos por debajo. Me doy la vuelta y… el viento me deja helado. Comienzo la cuesta arriba. Este es el tramo más difícil. Aprieto todo lo que puedo para no perder tiempo. Llego al siete… dieciséis segundos por encima. El ocho… doce por encima. El nueve… tengo que terminar en 3’ 30’’… Llego al final… cuatro por encima.
He terminado el entrenamiento. Hago un kilómetro más suave, al trote.
Desde aquella parte del cerebro donde la racionalidad de la anatomía y la bioquímica deja un resquicio a la llama del sentimiento y la ilusión, se envía una orden: “Músculos faciales… esbozar sonrisa de satisfacción”.
Fin del entrenamiento.

1 comentario:

  1. Es el truco. Llegar a casa con una sonrisa es el truco... Al final voy a tenerme que comprar el librito de marras. Ya os he oído a muchos hablar de él.

    Saludos. ;-)

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