martes, 23 de noviembre de 2010

CUANDO LA PRESION SUPERA UN INCIERTO VALOR X DE CONSECUENCIAS NO PREDECIBLES. (TAL VEZ UNA HISTORIA REAL)

Dani entró en la escuela de atletismo con 12 años. Desde el primer momento hizo migas con sus compañeros Pancho, David, Santi y el “Lechuza”, todos ellos de la misma edad y camino de ser fondistas a las órdenes de uno de los entrenadores clásicos del club, Paco, apodado con el poco original mote de “el Mister”. Dani entrenaba casi todos los días, a pesar de que no vivía cerca de las pistas, pero su padre le llevaba todas las tardes y esperaba pacientemente hasta que finalizaban las sesiones.
La primera temporada de cross fue un descubrimiento para Dani. Disfrutaba enormemente con los viajes a las carreras, el compañerismo entre él y sus amigos, unidos por su afición y su deseo de clasificarse entre los primeros equipos, antes aún que conseguir un buen resultado individual. Adoraba esa sensación en la salida de la carrera, los nervios, las palmadas y los ánimos entre ellos y “el Mister”, que les daba los últimos consejos:
- “id juntos todo lo que podáis, ayudaos. Solo en la última vuelta os ponéis a tope, con todo lo que os quede, ¿De acuerdo?”.
Ellos asentían respetuosos y cumplían las “órdenes de equipo”, sabiendo que al final ganaría el más rápido y el más fuerte, es decir, David. El padre de Dani no se perdía ninguna carrera y siempre les animaba, con especial énfasis a su hijo, del que esperaba lo mejor. Los de los otros chicos iban a veces, pero no siempre.
El segundo año la cosa empezó a torcerse desde los entrenamientos. El padre de Dani ya no se quedaba en las gradas, sino que bajaba a pie de pista y hacía comentarios sobre tal o cual entrenamiento. “El Mister”, siempre respetuoso, le daba explicaciones y de vez en cuando, le aconsejaba un poco de tranquilidad:
- “Don Antonio, hay que dar tiempo a los chavales. A estas edades solo tienen que disfrutar, les queda mucho atletismo por delante y no es momento de forzar la máquina. Sus cuerpos están en pleno desarrollo. Tenga paciencia y no le exija más al muchacho”.
“El MIster” sabía que Dani estaba un poco molesto con su padre. Prefería que se mantuviera en un plano más discreto. Pero dependía de él para ir a entrenar. Cuando llegaron de nuevo los crosses, la cosa empeoró. En la segunda prueba del campeonato provincial, Don Antonio quedó muy desilusionado. Dani había quedado el vigésimo cuarto y solo cuarto del equipo, incluso por detrás de “El Lechuza”, el más bromista y vago de todos ellos, aunque también el que llevaba más tiempo entrenando y que esa temporada comenzaba a dar muestras de su progresión. Dani no había tenido un buen día, pero su padre le recriminó con dureza:
- “Tú ¿de qué vas?, ¿Para eso te llevo todas las tardes a entrenar? ¡Podías haberte esforzado un poco más!, Te ha ganado hasta el gañán de “Lechuza”, que es un inútil”.
- “Papá, Lechuza es mi amigo, no es un inútil y yo he hecho todo lo que he podido”.
- “Ya te puedes espabilar para la próxima carrera”.
Y así fue. En la siguiente prueba del provincial, Dani espabiló, igual que el resto de sus compañeros y ganaron por equipos. Era la primera vez. Aquello fue un verdadero espaldarazo para su orgullo y valoración personal. Pero también fue el principio del fin. Esa temporada no volvieron a conseguir nada parecido. Tan solo David y Pancho se metieron en un par de carreras entre los diez primeros.
La siguiente temporada cambiaron de categoría. Ya eran cadetes. La sombra del bigote se asomaba a la velocidad con que estiraban sus piernas. Don Antonio seguía presionando a Dani, para que entrenara más, para que corriera más, para que ganara a sus compañeros. Tenía que ser el mejor de ellos esta temporada. Los entrenamientos del invierno les llevaron hasta la primera carrera. Seguían siendo un grupo compacto y, por tanto, muy competitivo. “El MIster” les llevaba con mucha prudencia, sin machacarles. Su experiencia y sus planes le indicaban que hasta que no tuvieran 16 años no comenzarían los entrenamientos reglados y exigentes. Mientras tanto solo quería que se lo pasaran bien, que se enviciaran de atletismo a través de la amistad entre unos y otros. Que amaran este deporte. Si lo conseguía sabía que tenía entre sus manos al mejor equipo de cross de la Comunidad para muchos años…
La primera carrera puso a los chavales en su sitio. Se enfrentaban a chicos un año más mayores que ellos a una edad en la que un año es mucho más que 365 días. Y salieron escaldados. El mejor fue Pancho, el decimoquinto. De ahí hasta el trigésimo entraron los cinco. Cuartos por equipos. Un gran resultado para Paco. Un desastre para Don Antonio.
- "Tanto entrenar y no se meten ni entre los diez primeros. Vaya una mierda de carrera han hecho".
- "Don Antonio, no hable así. No creo que sea la mejor manera de animar a los chicos".
- "Tú te callas, que yo sé lo que tengo que decir y a quién. ¿Qué te has creído?"
La tensión iba en aumento. En los entrenamientos y en las carreras. Hasta que un día explotó.
Era la penúltima prueba de la temporada de cross. El equipo se jugaba la clasificación para el Campeonato de España. En la salida “El Mister” les dio el consejo de siempre. Los chavales, más nerviosos que de costumbre le miraban con inquietud y con el deseo de no defraudar.
- "Chicos, no pasa nada. Si os clasificáis será un éxito. Si no, lo intentaremos de nuevo el año que viene. Solo disfrutad. Corred como sabéis hacerlo, sin pensar en la clasificación".
La salida fue rápida, como siempre, pero Pancho se abrió hueco a codazos para defender la posición, sabiendo que sus compañeros le seguían en fila india.
Los familiares les animaban
- "¡Vamos, vamos! ¡Vais muy bien!".
En la segunda vuelta la carrera se comenzaba a definir, David delante, con Pancho. Dani y Santi un poco más atrás. Lechuza a lo suyo, mirando a las chicas y saludando a los amigos.
Y llegaron a la última vuelta. Dani perdió distancia con Santi, sin poder seguirle y fue alcanzado por “Lechuza”, que venía de atrás con mucha fuerza. Justo en el momento en el que pasaban por delante de Don Antonio, “Lechuza” rebasaba a Dani.
- "¡Vamos estúpido, que te adelanta hasta ese inútil”
Dani se quedó de piedra. De pronto notó un volcán de cólera en su interior.
Se detuvo en seco y se arrancó el dorsal con tanta rabia que llevó con él un jirón de la camiseta. Y no solo eso. También un buen trozo de su corazón. Se volvió hacia su padre, al que ya veía borroso por efecto de las lágrimas que lo brotaban sin contención:
- "Hasta aquí hemos llegado. Dejo de correr. Corre tú si crees que es tan fácil ganar".
Santi se alejó con las manos en la cabeza, roto de dolor y de decepción. Sintiendo con horror que odiaba a su padre. De lejos se vio a “El Mister” correr hacia él, desentendiéndose del resultado de la carrera.

Tres años después, una tarde de otoño Dani estaba con los colegas en el parque, pasando el rato y tomando unas litronas cuando vio a lo lejos un grupo de jóvenes con un chándal rojo y negro avanzando hacia él. Pudo distinguir a “Lechuza” y también a Santi, tal vez otro de ellos fuera Pancho. No lo sabía con certeza porque cuando estaban a pocos metros de llegar a su posición se ocultó tras las sombras del seto. Al pasar les oyó su animada charla, sobre carreras y, un poco más lejos, unas sonoras carcajadas. Sintió un profundo dolor en el pecho. Justo en el mismo sitio donde antes llevó con orgullo un escudo y donde, cada domingo, se colocaba un dorsal que le permitía disfrutar de una pasión que no había vuelto a encontrar en ningún otro lugar.
Dani echó mano de la litrona y bebió hasta terminarla.

1 comentario:

  1. Real. Absolutamente real Angel. Ignoro si los nombres son ciertos, pero lo veo en atletismo, en fútbol, en tenis... En cualquier deporte existe ese padre acomplejado que quiere que su hijo compense su propias carencias y fracasos sin entender que es él el que condena al mozo a repetir su historia. Qué triste.

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