jueves, 9 de diciembre de 2010

MARTA




Cuando apareció en el recinto donde se celebraban las carreras toda la atención se desvió hacia su persona. Era reconocible desde lejos por su melena rubia, aunque no tuviera la cinta rosa en el pelo. Inmediatamente el “speaker” avisó de la llegada de Marta. La gente se olvidó por unos momentos del cross y alzaba la vista buscando a nuestra campeona. A medida que avanzaba, los niños se acercaban a ella pidiendo un autógrafo y los mayores buscando una foto junto a la gran atleta española, junto a la campeona del mundo. Ella se dejaba fotografiar, daba a mano a quien se la tendía y no dejaba de sonreír constantemente. Un torbellino de gente la acompañaba, la seguía, la admiraba.
Meses después, en el Estadio Olímpico de Barcelona sucedió otro tanto. Se celebraban varios concursos de lanzamientos y saltos. El público estaba expectante por las finales que se avecinaban. Opciones de medalla para el atletismo español. Esas medallas que, hasta ese momento, habían sido esquivas para nuestros atletas, pero que, a buen seguro, esta tarde comenzarían a caer de nuestro lado. Cuando apareció Marta en el estadio, las gradas comenzaron a vibrar. Un grito unánime de “Marta, Marta” acompañaba su presencia en el desfile de presentación de competidoras. Pocos minutos después, tras la salida, a su paso por los distintos sectores del estadio se aplaudía su paso a rabiar. Así hasta que a dos vueltas para el final, la rusa Zarudneva y la palentina se escapan de sus rivales. La distancia es suficiente como para que se pueda dar por segura la medalla, pero el público sabe que Marta va a por el oro. Peleará hasta el último palmo por conseguirlo, así que los 35.000 espectadores vamos a empujarla hasta conseguirlo. El último salto de la ría lo pasa detrás de la rusa. A falta de 100 metros pelea por rebasarla. Todas las esperanzas están en el último obstáculo, el más difícil. El más duro. Lanzadas en un sprint vertiginoso, la que falle en el salto perderá el oro. El griterío en la grada es ensordecedor. Un par de metros por delante la rusa se impulsa y salta como una corredora de vallas, no flojea, no se resiente del salto, no pierde velocidad. Marta, a su zaga tampoco, pero no es capaz de superar a Zarudneva, que se lleva el oro. Marta es segunda y ¡12 segundos después! comienzan a llegar el resto de competidoras. ¡Qué carrera! ¡Qué emoción! El público se rinde ante las dos atletas. La ovación en la vuelta de honor es unánime para ambas corredoras. Todo el estadio reconoce la gran victoria de la corredora rusa. Pero Marta se lleva el cariño y la admiración del público. Es la mejor atleta española de todos los tiempos. Pero no solo eso, también encarna los valores esenciales del deporte, el esfuerzo por alcanzar las metas, la dedicación, el sacrificio, la sonrisa tanto en las victorias como en las derrotas…

… Y de pronto hoy…

1 comentario:

  1. Ayer, mientras esperaba a mi hijo a los pies de las pistas, me ponía en la mente de los chavales de la Escuela, especialmente de los más mayores, esos que tienden, por edad, a mitificar a sus ídolos, y me imaginaba hasta qué punto se han sentido defraudados y traicionados, y me daba una pena enorme. ¡Qué daño hacen estas cosas a la juventud y cuantos botelloneros nacieron ayer!

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