domingo, 27 de febrero de 2011

CAMPEONATO REGIONAL DE CROSS DE VETERANOS 2011



¡Pum! Disparo de salida.
Una vuelta al circuito corto y cinco al largo para completar los 8 kilómetros de recorrido.
Mucha gente conocida, muy buen ambiente, como siempre y un invitado molesto que a la postre ha resultado protagonista: el viento.
De salida me coloco detrás de Jime y al lado de Diego. Voy bien. El grupo es muy numeroso y voy a gusto. Comienza la segunda vuelta, ya de las largas. Sigo a rueda de Jime y de Diego, que se coloca por delante de mí. De reojo veo por detrás a los hermanos Piedelobo, Chusmari y Roberto. El terreno está seco, no como el año pasado, así que no hay problemas de resbalones.
Tercera vuelta. El pelotón se estira. Enfilo la recta contra el viento y pierdo contacto con Jime y Diego. Primero son dos metros, luego cinco y al girar a favor del viento son diez, pero ya no logro recuperarlos. Me quedo solo. El viento me está matando. Intento recuperar posiciones y sobre todo sensaciones en la recta contraria, pero no consigo ni lo uno ni lo otro.
Cuarta vuelta. Los hermanos Piedelobo me han dado alcance y me sobrepasan. Otra vez contra el viento se me van escapando. Otra vez dos metros, cinco metros, diez metros. Inexorablemente pierdo distancia. No soy capaz de recuperarme y comienzo a sufrir. ¡Vaya! parece que hoy es de esas carreras en las que lejos de disfrutar toca pasarlo mal. Otra vez con el viento en la espalda intento rehacerme, pero no doy más de sí. Miro hacia atrás y veo acercarse a Pepe el bejarano y a su hermano. Otra parejita que me va a pasar por encima.
Quinta vuelta. En efecto. Se repite la historia. Viento en contra. Dos, cinco diez metros y bye bye. Viento a favor y… no hay nada con qué tirar.
Última vuelta. ¡Que acabe esto ya!. Los de Béjar por delante y una fila de indios por detrás. Pero ¡Si yo no quiero correr más! Voy a mantener el tipo. Ya sabéis recta contra el viento … giro y última recta. Encuentro un poquito de orgullo en algún recóndito lugar de la entraña y acelero (o eso me parece a mí) el ritmo. Adelanto un par de posiciones a doscientos metros de meta, lo cual me compromete a mantener el tipo. Agradezco un montón no tener que esprintar. Llego a meta. ¡Menos mal!. Se acabó.
He corrido fatal y la mejor prueba es que, camino a la carpa del club, nadie me dice nada. Señal de que estamos todos de acuerdo. Hoy no he tenido un buen día.
Efectos colaterales del asunto:
1. Pérdida de confianza para las próximas carreras. Llevaba una serie de pruebas en las que me encontraba bien y corría con buenas sensaciones. Ahora tendré que recuperar un poco de autoestima.
2. Voy a estar un rato un poco jorobado con la clasificación. Mi corazoncito de atleta es competitivo y si puedo quedar el décimo no me gusta quedar el undécimo. Por cierto que no he visto la clasificación, así que ya os contaré. Esta molestia me puede durar … unas doce horas.
3. Me duele el estómago, como me ha dolido siempre que he competido con más ganas que fuerza.
4. Por el contrario, no me duelen las piernas, como no me duelen nunca que hago una carrera más despacio de lo que puedo.
En resumen. No puede haber días buenos si nunca te sale un día malo. Si así fuera ¿Cómo sabrías distinguir unos de otros?


Ángel corrió en categoría cadete, terminando el decimoquinto. Hizo una buena carrera aunque yo creo que podía haber estado un poco más adelante si hubiera salido algo más fuerte. En cualquier caso se lo pasa bien, que es lo más importante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario