martes, 20 de septiembre de 2011

DE PASIONES, DOLORES Y MAGOS

Este es un blog de corredores, de cosas del correr, de pensamientos, de planes, de resultados, de lo bien que me va a salir tal carrera y de lo mal que ha salido este o aquél entrenamiento. También lo es de dolores y de pasiones. Menos de consejos, porque no soy muy dado a ello, aunque tal vez debiera, por haber visitado ya unas cuantas veces las partes más sórdidas del deporte, aquellas que nos impiden practicarlo: las lesiones.
Precisamente de lesiones es de lo menos que me gustaría escribir, pero es mi estado actual. Sumido en el mayor caos posible.
Me retiene sin correr una fascitis plantar por pie. Lesión molesta, dolorosa, recalcitrante, traicionera … pero vencible. Hace tres años la sufrí y cuatro meses después estaba de vuelta a los entrenamientos. El episodio actual cumple ahora dos meses, así que estoy en plazo. Esto es territorio conocido, igual que el tratamiento y las recaídas, los días buenos que parece que ya estamos al final y los malos en los que todo parece volver al principio. No la doblego … todavía, pero con constancia y paciencia puede que lo vuelva a conseguir.
Me preocupa pero no me asusta.
Para esto otro tengo a mi querida rodilla derecha. Esta parte, proporcionalmente minúscula de mi cuerpo, sí me provoca un temor profundo. Un temor relacionado con la actividad de correr tal como yo la concibo, sus entrenamientos, largos o cortos, duros o suaves, exigentes o relajantes y la competición casi siempre a dar lo mejor de uno mismo, a buscar la satisfacción íntima de saber que has competido al límite de tus fuerzas, a obtener esa recompensa que uno mismo se otorga.
Mi rodilla no está bien.
No sé cuanto de mal está, pero sí sé que, de seguir así, me voy a crear un problema para el futuro. Y eso me asusta lo suficiente como para pensar en parar. En parar del todo.
Un corredor lesionado es, a la vez, el peor y el mejor paciente que un médico pueda encontrar. El peor porque exigimos un tratamiento y una cura. Exigimos el cien por cien de recuperación. Y en el menor tiempo posible. Necesitamos saber que hay luz al final del túnel.
El mejor porque, a cambio de recuperarnos, somos capaces de hacer lo que nos digan por muy duro, doloroso o estrambótico que sea el tratamiento. Si nos tenemos que poner hielo diez minutos, somos capaces de pasar un año en el Ártico desnudos. Si es calor, en el Calahari otro año con abrigo de plumas.
El problema no radica ahí. El problema es encontrar a quien nos cure. Ese mago que resuelva los problemas y deshaga nuestros temores. Esa persona, médico, fisioterapeuta u otorrinolaringólogo que sepa como curar.
Curar, palabra mágica.


En dos semanas visito al médico.


Espero que saque un conejo de la chistera.


2 comentarios:

  1. hola, te curaste definitivamente, saludos? espero nos puedas contar, que al leerte todo se quedo en suspenso, sin una conclusion. saludos.

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  2. podrias publicar un poco mas hablando de si la venciste,o que cual fue el desenlace , saludos cordiales.

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