sábado, 10 de septiembre de 2011

USAIN BOLT O EL CASO DE LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO EXPULSADA POR PONER EL HUEVO ANTES DE TIEMPO



Lo que pasó en la final de los 100 metros lisos del reciente Campeonato del Mundo de Atletismo de atletismo es una de las mayores cagadas ocurridas en el deporte mundial en los últimos años.
Que un corredor sea descalificado por hacer una salida nula es una faena muy gorda. Que ese corredor sea Usain Bolt va contra el sentido común, el espectáculo, el negocio y la historia del deporte.
Vamos por partes.
Hace años las finales de los 100 metros (y en menor medida del resto de las pruebas de velocidad) estaban precedidas de un ritual que incluía poses chulescas y caritas que iban desde la mirada de odio hasta el repaso de los morros con la lengua (Maurice Green llegaba desde la barbilla hasta la punta de nariz de norte a sur y de oreja a oreja de este a oeste), miradas desafiantes a la cámara, etc. Más que una salida de una carrera parecía una rueda de reconocimiento de forajidos.
Y salidas nulas. Muchas salidas nulas. Seis, ocho, nueve salidas nulas. A los señores de las televisiones (por cierto maldita sea su estampa, que no les he perdonado ni les perdonaré que se les olvide que el atletismo también hay que retransmitirlo) aquello les pareció intolerable y forzaron la situación. Para potenciar el espectáculo hay que evitar tiempos muertos. Suprímanse las salidas nulas. Y la IAAF se plegó. Suspendidas las salidas nulas. Si cometes un error te vas a tu casa.
Episodios de eliminados ha habido en todos los campeonatos. Más o menos dolorosos o sangrantes.
Y así llegamos a la final de los 100 metros del Mundial de Daegu. Allí hay un atleta jamaicano que es el rey de la velocidad, el rey del espectáculo y el motor del negocio. Una mina de oro. Bolt. Usain Bolt. El hombre más rápido del planeta. Un tipo simpático que hace bromas en la pista, con las cámaras de televisión y con sus rivales, capaz por si mismo de llenar un estadio para verle correr, porque todo el mundo sabe que ya es una leyenda del atletismo y del deporte. Un hombre que estará en la cima con otros grandes mitos de esta disciplina como Jesse Owens o Carl Lewis.
Miles de personas han pagado una pasta para verle esa tarde en el estadio. Millones de espectadores en todo el mundo (menos en España, Spain is different) están delante del televisor para ver la carrera.
Y, de pronto, ocurre. Bolt se adelanta al disparo. Inmediatamente se da cuenta de su error. Nadie da crédito a lo que acaba de pasar. Bolt está descalificado. Esa página que iba a escribir para la historia, un nuevo título mundial, se queda en blanco. Tan blanco como se queda él, entiéndaseme el juego de palabras. Las manos en la cabeza, la camiseta arrancada con desesperación. Sin mirar al juez abandona el estadio. No hace falta que nadie le diga nada. Ya lo sabe. Un error. Un solo error y a la calle.
No está el atletismo para desaprovechar talentos como Bolt. No se puede permitir ese lujo por mucho que a los señores que mandan en televisión (maldita sea su estampa) les retrase su programación.
Imaginaos que pasaría en otros casos.
Final de Wimbledon. Nadal al saque frente a Djocovic. Nadal coge una bola, dos, tres, cuatro, suelta dos, se coloca el pelo de un lado, del otro lado, se saca el pantalón de su voraz raja del culo, bota la bola, una, dos, tres, cuatro, cinco veces, la eleva y … red. Segundo saque. Mismo ritual. Un bote, dos, tres, cuatro, la eleva y …red. Doble falta. Se termina el partido.
Comprendo que la televisión exija espectáculo y reducir tiempos muertos. De acuerdo. Pero no se puede ser tan radical para unos deportes (una salida nula en atletismo) y tan permisivo en otros. El error de Bolt le perseguirá toda la vida.


Y no tuvo una segunda oportunidad.


La historia se acordará de esto.

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