sábado, 1 de septiembre de 2012

EL LEGADO



Orgullo. Si tuviera que resumir el sentimiento de los británicos tras los Juegos, orgullo sería la palabra. No solamente por el éxito deportivo alcanzado sino también por la organización de los Juegos en sí.
Londres celebró sus terceros Juegos Olímpicos de la era moderna, después de las ediciones de 1908 y de 1948. Ninguna ciudad del planeta ha recibido semejante honor. Y los británicos supieron sacarle partido. Sir Sebastian Coe, en la ceremonia de clausura no hizo sino expresar el sentimiento unánime de todo un país: el mundo nos confió la celebración de los Juegos 2012 y nosotros le ofrecimos lo mejor de nosotros. Algo así como un “somos los mejores y lo hemos demostrado” o incluso… “ellos sabían que nosotros somos los mejores y otra vez se lo hemos demostrado”.
Un par de frases del propio discurso:
“encendimos la llama y alumbramos el mundo”
“por tercera vez en su historia el movimiento olímpico depositó su confianza en Londres y por tercera vez hemos demostrado ser  ampliamente merecedores de esa confianza”.
A nivel deportivo se situaron en el tercer lugar del medallero, detrás de los inalcanzables EEUU y China, pero por delante de otras potencias deportivas como Rusia o Alemania.
El éxito ha encumbrado al Olimpo a un puñado de deportistas que son adorados por todo el país:
Bradley Wiggins, después de su victoria en el Tour de Francia alcanzó su séptima medalla en unos Juegos Olímpicos (bronce en Sidney 2000, oro, plata y bronce en Atenas 2004, dos oros en Pekin 2008 y un nuevo oro en Londres 2012).
Chris Hoy, otro ciclista de pista, que sumó dos nuevos oros a sus cuatro anteriores.
Jessica Ennis, medalla de oro en heptatlón.
Mo Farah, medalla de oro en 5.000 y 10.000 derrotando a etíopes y keniatas ante el delirio de su público.
Ben Ainslie, primer regatista en alcanzar cinco medallas en cinco Juegos Olímpicos diferentes, una plata en Atlanta 1996 y cuatro oros seguidos en los siguientes.
Andy Murray, siempre a la estela de los tres mejores tenistas de la década, Nadal, Federer y Djocovic, consiguió ganar en el momento oportuno en el lugar oportuno: Wimbledon la final de los Juegos.
Alistair Brownlee, su oro en triatlón junto al bronce de su hermano Jonathan fue un acontecimiento de primera página varios días.
Victoria Pendleton, un oro y una plata más a sumar a su palmarés de ciclista en pista. Tal vez la deportista más querida del Reino Unido.
Ellos, el resto de medallistas y el conjunto de deportistas que representaron al país, constituyen ahora parte de lo que medios de comunicación y políticos se refirieron, constante y machaconamente,  durante los Juegos Olímpicos, como el legado. “El espíritu de estos Juegos inspirará a una generación”, dijo Coe. El Estado invirtió mucho dinero en los deportistas y estos respondieron, pero ¿cómo rentabilizar ahora esa inversión? Gracias al éxito alcanzado, el gobierno británico pretende impulsar el deporte como una actividad escolar básica, potenciando especialmente aquellos deportes de equipo en los que El Reino Unido no brilló. Su plan pasa por atraer dinero privado al deporte ante la demostración palpable de su rentabilidad dado el enorme interés mediático suscitado y así poder mantener el nivel alcanzado en los próximos Juegos de Rio 2016. Reino Unido está tan en crisis como otros muchos países, con una enorme deuda pública, una tasa de paro creciente y una economía en recesión. El Estado no puede mantener el nivel de inversión en deporte, pero “ha arrancado” la maquinaria y han demostrado saber hacerlo, porque ha funcionado. Tienen el mayor interés en promover la actividad deportiva a todos los niveles, potenciando los clubes y fomentando las competiciones.
Los próximos años veremos competir a muchos de sus deportistas olímpicos  más jóvenes en grandes campeonatos. Su éxito será que estos se acompañen de una nueva generación tan buena como la que ellos constituyen.
Están orgullosos y les sobran los motivos.

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