miércoles, 10 de octubre de 2012

SERTRI MADRID 2012: ASÍ RESULTÓ




Y ahí estaba yo, otra vez con mi gorrito, esta vez de color negro y mis gafas, ya empañadas desde antes de tirarme al agua.
Antes tuve que superar unos momentos de tensión al bajar desde el aparcamiento del coche hasta la zona de dorsales con la bici y ver con terror que los cambios no solo no funcionaban correctamente, sino que siquiera era capaz de hacer entrar el plato grande. 
Solo al final de un ataque de nervios y un breve momento de lucidez, entendí que el problema estaba en la guía del plato, desviada por efecto del transporte de las bicicletas dentro del coche. 
Luego tuvimos que aguantar otro momento de tensión en la cola para el control de material… ¿cuándo aprenderemos a no colarnos haciéndonos los tontos o pensando que los demás lo son? 
Resulta que el chico (en singular) que estaba delante de nosotros con su bici (también singular) era de un club. 
Al rato se cruzó por allí un colega de su equipo y … se quedó. 
Unos minutos después vinieron otros dos que saludaron y se fueron para atrás a la cola pepsicola (Qué majos). 
Al poco rato otros tres "iluminaos" decidieron que para qué ir atrás pudiendo quedarse haciendo compañía a los dos primeros … así que ya eran cinco y, al ratito, los dos que se habían ido atrás debieron  pensar que cómo podían ser tan idiotas que, pudiendo estar delante con sus amigos, resulta que estaban tan atrás solitos. 
Y ya eran siete. Todos tan simpáticos hablando y mirando p’alante muy guais.
Pues eso. En el pantalán los cuatro: Angel, Mercedes y mi pánico y yo cuando suena el Mooooooc  y al agua patos. 
¡Cuánta razón me amparaba al pedir salir en la cuarta y última salida! 
Según entré en el agua mis pulmones hicieron un esfuerzo por salir de nuevo a tierra firme. Al no conseguirlo se negaron a trabajar. El agua no era tal. Un líquido frio, verde, espeso, en oleaje continuo batido por mil seiscientas extremidades… un medio hostil en el que los rezagados de las anteriores salidas y los de la mía propia buscaban las barcas salvavidas a grito “pelao” de socorro que me ahogo. Y entre medias yo medio nadando (¿?) como entre los restos del hundimiento del Titanic. Incluso a escasos metros por delante de mí una socorrista tuvo que lanzarse al agua a rescatar a un nadador. ¡Que tensión! Por descontado, a estas alturas el grueso del pelotón estaban camino de la salida mientras yo pugnaba por avanzar metro a metros en busca de la siguiente boya. ¡Qué inútil me resultaron los días de entrenamiento en la piscina! . Nadé (¿nadé?) a crol, a braza e incluso a espalda en un intento por avanzar más deprisa. Vano intento por cuanto puse la popa en dirección equivocada y cuando me quise dar cuenta no solo no estaba más cerca de la boya sino que me había desviado considerablemente.
Salí del agua. 
Por fin salí del agua. 
No me arrodillé a besar la tierra como los conquistadores tras una penosa travesía oceánica por no perder más tiempo, pero sí sentí un profundo agradecimiento al notar la solidez de la tierra firme. Corrí a por mi bici. 
No hice una transición muy rápida porque hay que ponerse muchos archiperres, pero en cuanto monté en la bici salí zumbando. ¿Zumbando? No acababa de bajar un tramo de cuesta cuando me pasó un ciclista a toda pastilla. Eso sí era ir zumbando. “Me voy con este”, pensé y, efectivamente cambió mi ritmo. ¡Ahora sí que iba deprisa! 
Los dos kilómetros y medio cuesta arriba se convirtieron en un cacería de competidores. Cada uno que pasaba me hacía lanzarme a por el siguiente. Al final de la cuesta adelanté a Mercedes. Cambiamos unas palabras que para ella fueron de alivio, puesto pensaba que yo era uno de los que pedía socorro en el agua. Me lancé cuesta abajo “a bloque” hasta la zona de transición. 
Ya solo quedaba correr. 
Las piernas no parecían muy contentas, pero poco a poco fueron adaptándose al cambio de ejercicio. En el camino de ida me crucé con Ángel que volvía unos minutos por delante de mí. Aún pude forzar un poco el ritmo para entrar fuerte en meta.
Habíamos terminado el triatlon. Los tres coincidimos en que la natación es la parte más difícil y más estresante de la competición.
En la clasificación Ángel fue el 101 y yo el 172 de los 288 que terminamos la prueba (salí del agua el 276), mientras que Mercedes fue la 17 de 41 en categoría femenina. Muy bien.
Y ahora … ¿Qué? Pues no parece que quede otra solución que entrenar el miedo al agua. Quizá cruzar el Lago Ness o algo así.



viernes, 5 de octubre de 2012

SERTRI MADRID 2012




Hace un año Mercedes y Angel completaban su primer triatlón supersprint en la Casa de Campo de Madrid. No sin dificultades: las aguas de la Casa de Campo, de aspecto “poco salubre”, un cierto desorden organizativo fruto del enorme éxito de la convocatoria y de la gran cantidad de público y un trazado repleto de competidores que en más una y más de dos ocasiones se molestaban entre sí. Al terminar me dijeron “tienes que hacerlo”… “Vale. Al año que viene”. Y el año que viene ya ha llegado. El domingo estaremos en la salida los tres juntos para la segunda edición del SERTRI de Madrid. Parto con la ventaja de haber experimentado ya la competición este pasado julio en Valladolid, es decir, ya no temo lo desconocido. Ahora temo lo conocido. Si leísteis entonces la ENTRADA EN EL BLOG, sabréis que la natación fue un calvario. Lo superé por pura cabezonería. Ahora voy algo más preparado. Mis entrenamientos en la piscina no han conseguido que nade casi nada, pero, al menos, soy consciente de que nado y, por tanto, puedo llegar  con cierta decencia. Esto quiere decir que baso mi éxito en llegar otra vez el último, pero esta vez a un metro del penúltimo. Ese es el reto. ¿ Cuánto estará de fría el agua? ¿Cuánto de verde? ¿Saldré con algas pegadas al cuerpo? ¿Tragaré mucho de esa mezcla cenagosa? Glup. Después la bici volverá a ser como en Valladolid: dar pedales todo lo deprisa que pueda, aunque esta vez con muchas cuestas. La carrera saldrá de cualquier manera porque hace más de un mes que no corro nada y mis dolores de pies me limitarán. No me importa. Por delante irán Mercedes y Ángel. Aunque … voy a por ellos.