No han concedido la organización
de los Juegos Olímpicos a Madrid. Por tercera vez consecutiva (cuarta en el
total), la candidatura ha sido rechazado por el COI.
Estos días habrá mucha gente
analizando el por qué de la decisión y pasaremos de la orilla del patriotismo más
brutal (“es que no nos quieren, nos tienen envidia, no nos entienden”) a justificar
la decisión arrastrando a la sociedad española por el fango de la corrupción y
el folklore más casposo.
Todos los análisis focalizan el
motivo del fracaso en varios asuntos de actualidad, el dopaje, la crisis y la
corrupción. Era evidente que una decisión judicial como la tomada en la
operación Puerto traería consecuencias y, efectivamente, no solo este caso sino
los otros muchos vividos y cerrados en falso han pasado factura. La corrupción...
¿Qué conoce el mundo de nuestro país? Aquello que recibe a través de los medios
de comunicación: Urdangarín, Bárcenas, etc.
Tampoco la votación sobre la
elección de la sede se asienta sobre unos principios exclusivamente de carácter
deportivo u organizativo. Ni mucho menos. Existe un entramado de cuestiones de
carácter geopolítico y económico que determinan el sentido del voto de los
miembros del COI de una manera mucho más trascendente que la idoneidad de una
ciudad para la organización de los Juegos.
Se hablará mucho y se escribirá
mucho más. Y tal vez Madrid decida volver a presentarse para 2024. ¡Qué lejos
queda!
Pero de nada valdrá el esfuerzo
si no se aprende la lección. Este país necesita mostrar al mundo mucha más
democracia, más honradez y más transparencia. Necesita políticos limpios y
comprometidos con la sociedad, no mangantes y chorizos peleando por el poder.
Necesita más humildad y más justicia. Mientras no seamos capaces de trasladar
esa imagen siempre habrá una ciudad candidata que dé más confianza a los
miembros del COI y que nos arrabate otra vez la ilusión de organizar unos
Juegos Olímpicos.
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