lunes, 8 de junio de 2015

V SUBIDA AL PICO ZAPATERO: POR LAS PIERNAS DE UN NOVATO

La bajada desde la cumbre.
foto: +deportesalfonsoavila

Último tramo de la subida
foto: +deportesalfonsoavila

Y por fin dan las 10:00 de la mañana. Salida neutralizada desde Sotalvo. 600 metros de trotecillo para salir del pueblo nos ponen al pie de la primera cuesta para no demorar más el encuentro con el enemigo: las cuestas.

Voy con Pablo, un experto en estas carreras y en otras mucho más salvajes. Para él esto es pan comido. Yo me atraganto solo de pensarlo.

No estoy cómodo. Nunca compito con mallas, casi nunca con camiseta que no sea de tirantes, las zapatillas de trail me parecen zapatones y llevo gafas para evitar que, como me ha pasado las pocas veces que salido a entrenar por la montaña, las lágrimas en las bajadas me impidan ver por donde piso…

Je.
Je, je.
Je, je, je.

Salimos y … ¡a subir!.  Este, y no más tarde, es el momento de decir que el recorrido estaba perfectamente marcado. Sin asomo de duda ni para los que, como yo, solemos tirar por la “calle de en medio”. Limpio, bien trazado y ejemplarmente marcado. Y ese esfuerzo ha correspondido a algunos de los que, además hoy están aquí corriendo.

En estas carreras, a diferencia de lo que ocurre en el asfalto, no hay ritmo. Subes y lo haces a lo que te dan las piernas. Bajas y lo mismo. Tratas de reservar pero no sabes cuánto  tienes que guardar, ni si este es el momento de hacerlo. Un mar de dudas para los novatos.

La primera mitad de la carrera se corresponde con la subida hasta el Pico Zapatero. El trayecto marcado tiene algún tramo de bajada, incluso una parte llana. Y es ahí donde compruebo que “el McLaren no funciona”. Me falla la unidad de potencia. 
Hace tiempo que el corazón está más pendiente de buscar la manera de salirse del cuerpo que de hacer su trabajo. Y las piernas de buscar una piedra para sentarme que de hacer el suyo. ¡Maldición! ¡Sabotaje a bordo!

 ¡Pues no queda nada! Pienso.

Llego a la pista principal del monte. Desde aquí ya todo es subida hasta el pico. Debería de correr… pero no. Camino prácticamente a lo largo de todo el cortafuegos. No hay fuerza. Estoy al pie del Zapatero. Queda la trepada. Me alcanza Yuste. Está muy tocado de su pierna. En condiciones normales estaría muchísimo más adelante. El sabe que no debería haber salido… pero es su carrera y los corredores hay veces que nos hacemos los locos. Me echa una buena bronca. Merecida. No he comido ni bebido nada hasta aquí y mi cuerpo está empezando a  dejar de funcionar. Trepo despacio y torpe. Corono en hora y media justa.

Pero…¿ tú qué haces aquí?. Me preguntan en la cumbre.
... ¡¡¡Te hago una foto para tu blooooooooog!!!
¡¡¡¡Gracias!!!!!

Que ¿qué hago aquí? No lo sé. No sé qué hago aquí. Muchas veces, en carrera nos hacemos esa pregunta. Esta vez no le encuentro respuesta. No estoy corriendo a gusto ni tan siquiera estoy disfrutando de correr.
Simplemente sigo.

Y llega la bajada. Vamos a ahorrarnos comentarios, descripciones y sentimientos. Basta decir que las gafas me sobraron. No puse la máquina a la velocidad necesaria para que me salieran lágrimas y me distorsionaran la visión.  Bajé como una viejecita. Pasito a pasito. Con miedo. Sin fuerza. Con excesiva prudencia. Quemando frenos. Dejémoslo ahí.

Al llegar al avituallamiento de la pista principal paro a comer y beber. Dos o tres minutos de “reseteo”. Meto en el ordenador de a bordo tres o cuatro datos importantes: la distancia que queda, las cuestas arriba, las cuestas abajo y unas pocas instrucciones sobre competir, disfrutar, sufrir y las compensaciones del esfuerzo. Como resultado el ordenador decide que hay que terminar en “modo cabezón”.

El “modo cabezón” es sencillo: un paso detrás de otro a un ritmo prudente y a terminar la carrera. En asfalto supone correr treinta o cuarenta segundos por encima del ritmo de competición. Aquí el objetivo es llegar … como se pueda. Un paso y después otro. Y así hasta el final. Sin calentones.

La bajada al pinar la vuelvo a hacer de pena. Como una viejecita pero más mayor que la anterior. Me machaco las rodillas de tanto frenar. Sin embargo la parte llana del pinar me permite tener unas sensaciones algo mejores. Llego al último avituallamiento. Bebo. Tengo el estómago estrujado del esfuerzo, pero bebo.

Queda poco. El sendero hacia el Castillo de Mironcillo en “modo cabezón” me lleva a los pies de sus muros. Subo caminando con las últimas fuerzas. Y desde allí todo bajada… La viejecita.

Entro en el pueblo con un alivio infinito. He terminado. He sufrido y no he disfrutado. Bueno … no siempre ocurre, pero cuando es así hay que sumar la experiencia. Todo vale.

La meta, el avituallamiento, los corredores que ya han llegado y los que vamos llegando, la charla, los amigos, una sombra, el pilón donde meto las piernas, el calor, el agua, el melón , la clasificación, la entrega de premios…El Almanzor lo ha organizado todo con todos los detalles, con cariño, con la experiencia de otros años y con las ganas de hacer una carrera atractiva. Enhorabuena porque lo habéis conseguido.

“El año que viene te saldrá mejor”. Me dicen los compañeros de fatigas.

¿El año que viene? Uf. Esto es muy duro. ¡Menos mal que queda un año!.

3 comentarios:

  1. Soy Javier Hernández @lasdiezymedia, el de ¡Te hago una foto para tu bloooog! jajaja Gracias por la mención.
    Me gusta leerte porque sabes correr y eso te ayuda con las "teclas". Y sabes contar historias, y eso te ayuda con las "piernas"
    ¡02:43:49 el 9º de tu categoría, el 38 de 112! Me río yo del andar de "viejecita"
    Por favor, sigue corriendo como los ángeles y relátanos tus aventuras.
    Aquí hay más fotos de la carrera al paso por el Pico Zapatero https://goo.gl./5QNqJ9
    (comento como anónimo por que estas aplicaciones suelen dar errores y no quiero escribir otra vez lo mismo)

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