domingo, 23 de agosto de 2015

EN MEMORIA DE JOSÉ MARÍA HERNÁNDEZ TORRUBIAS



En la media marathon de 1997. José con el dorsal 465
En la mayor parte de las ocasiones conocemos a las personas por las breves conversaciones que podemos mantener a lo largo de los esporádicos encuentros que nos permite nuestro tiempo y nuestras actividades. Compartimos aficiones, proyectos, ilusiones y poco a poco, se van forjando amistades, unas más intensas, otras más distantes. Pero al final, las personas afines nos acabamos encontrando.

Conocí a José María Hernández Torrubias al poco de mi llegada a Ávila, a primeros de los noventa.
Era uno de los corredores más fuertes dentro del incipiente atletismo popular que se abría camino en la ciudad. Un tipo fino todo músculo. Por entonces no existían tantas carreras como ahora y apenas teníamos ocasión de enfrentarnos en tres o cuatro pruebas a lo largo del año, además de encuentros casuales en otras competiciones de Madrid.
José, Torru o Torrubias, como le conocíamos todos por entonces, corría mucho. Y cuando digo mucho quiero decir mucho, a pesar de que no entrenaba con un método muy ortodoxo. Pero era muy bueno. Siempre recordaré una media maratón en el circuito de entonces, de ida y vuelta a El Fresno. Fuimos en un grupo toda la carrera juntos, dejando atrás corredores que se nos habían pegado y cazando a otros que iban por delante. Íbamos deprisa, a un ritmo fuerte, pero en la cabeza yo tenía (y temía) la cuesta del Hospital. Así que le dejé a él que tirase. Con suerte, pensé, llega cansado al pie de la muralla y será momento de atacarle.
Llegamos al pie de la muralla y José cambió de ritmo en el primer tramo. Yo subía completamente atascado pero a su espalda sin ceder un metro. En el segundo tramo volvió a cambiar. Me mantuve tras él con las últimas fuerzas y llegando a la puerta del Rastro me atizó el cambio definitivo. Y me fundió.
Al llegar a la meta nos abrazamos y me puso de flojo y nenaza para arriba por no haberle podido seguir, me criticó no haberlo dado todo en las rampas del Rastro y haberle esprintado.
Yo no tenía fuerzas ni para contestarle. Así so forjó nuestra amistosa rivalidad.

Después vinieron sus lesiones de gemelos y no volvió  ser el mismo corredor. Y hace unos años la maldita caída en la cuesta del castillo de Mironcillo.

Pero José era un hombre tenaz. De los muchos rasgos de su carácter que yo admiraba el que más destacaba era su capacidad de lucha. José nunca se rendía. Igual que en aquella media maratón, él salía a luchar todos los días. A trabajar, a entrenar, a recuperarse… a lo que fuera. Con una envidiable capacidad para desafiar los reveses que la vida le ponía por delante.
Esa capacidad de no rendirse junto con su modestia, su humildad, su sencillez y su bondad, hacían de él una persona entrañable. Era muy fácil quererle. Tendría sus momentos malos como todos los tenemos y también sus defectos, porque, afortunadamente, no somos perfectos.
Pero José era un hombre bueno.
Era un hombre noble.

Me encontraba muchos días con José. Caminando, por la ciudad, en el Soto… . Y siempre nos parábamos a charlar un rato. De su salud, de sus planes y de los hijos. Siempre de los hijos. Con orgullo de lo que hacen y de cómo son. Siempre con orgullo. Y también en las carreras. Cada carrera en la que corría Jorge, ahí animándole, a él y a todos los demás conocidos.
Y exigiendo. Siempre exigiendo. “Vamos” “A por el de adelante” “Vamos” “No te duermas” “Puedes con él” “Sigue”. “Pero … sigue” ¿Qué haces?” Inclinado hacia adelante para hacer más fuertes sus palabras, apretando el puño con fuerza. Tengo la certeza de que él daría todo en el asfalto, en la pista o en la montaña. Con su constancia y su fuerza.

José, como todas las personas, tenía sus ilusiones, esas luces en la penumbra que nos hacen mantener un rumbo en la vida, que nos permiten superar adversidades y compartir con otros unos momentos que con los años, son inolvidables. Y José encontró en la montaña una razón más para levantarse y pelear, para reponerse de las operaciones de su pierna, para abandonar las muletas, para caminar sin miedo a una nueva fractura, para salir de expedición.
Y se levantó, se recuperó, caminó y volvió a una expedición.

Y lo hizo porque en la vida hay que ser valiente y dejarse llevar por los sueños y las ilusiones. El objetivo era el Pico Lenin. Pero la vida, a veces, es traicionera. Y José, allí, murió.

José se ha quedado en el camino de su sueño y nosotros, sus amigos, sus conocidos, sus compañeros, su familia, nos hemos quedado con las ganas de volver a compartir con él su ilusión.
Seguro que hubiera vuelto a correr y hubiéramos ido juntos a la montaña. Seguro que volvería de expedición con sus compañeros del Almanzor. 
Le quedaron muchas cosas por hacer. 
Quizá el mejor homenaje que le podamos hacer sea el recordar su afán de lucha, su fortaleza y su tenacidad y que eso nos ayude a superar las dificultades de la vida como él siempre intentó hacer.

José, descansa en paz. Aquí trataremos de seguir tu ejemplo.

Amigo. Te echaré de menos.

8 comentarios:

  1. Angel, enhorabuena por tu gran homenaje. Recordando la maravillosa persona que era Jose, un luchador nato. D.E.P. Saludos: Ana

    ResponderEliminar
  2. El mejor recuerdo y homenaje que le podemos dar, es seguir haciendo lo que él más amaba : DEPORTE. Coincido con tus palabras Ángel, se notará su falta por el Soto animándonos al vernos entrenar o en las carreras. DEP

    ResponderEliminar
  3. Has descrito a Torru tal y como es. Unas preciosas palabras cargadas de emotividad que han hecho que vuelva a emocionarme recordando tantos y tantos momentos que he tenido la suerte de vivir con él. Tenacidad, fortaleza, positividad, pero sobretodo bondad e ilusión. Así es él. Así será eternamente.

    ResponderEliminar
  4. Jose fue una de esas pocas personas que se hacia querer muy rapido, lo conoci como mi instructor de spining hace poco mas de un año y su carisma y simpatia hizo q nos hicieramos amigos muy pronto , siempre con una sonrisa y ese animo que tenia para terminar la clase, que Dios te tenga en su gloria José siempre te recordare , esta tu amiga extranjera que siempre hiciste sentir en casa y tan amablemente aceptaste se padrino de mi boda , eso mi querido jose siempre quedara en mi memoria y en mi corazón , descansa en paz amigo mio, siempre te recordaremos porque que se sólo te nos has adelantado

    ResponderEliminar
  5. Jose fue una de esas pocas personas que se hacia querer muy rapido, lo conoci como mi instructor de spining hace poco mas de un año y su carisma y simpatia hizo q nos hicieramos amigos muy pronto , siempre con una sonrisa y ese animo que tenia para terminar la clase, que Dios te tenga en su gloria José siempre te recordare , esta tu amiga extranjera que siempre hiciste sentir en casa y tan amablemente aceptaste se padrino de mi boda , eso mi querido jose siempre quedara en mi memoria y en mi corazón , descansa en paz amigo mio, siempre te recordaremos porque que se sólo te nos has adelantado

    ResponderEliminar
  6. Ángel, un gusto leer estas palabras. Un gran homenaje de una gran persona para otra gran persona que nos dejó.
    Jose D.E.P.
    Ángel, que sigas contandonos muchas historias.

    ResponderEliminar
  7. Hace años que no vivo en Avila,pero me entristece esta noticia....y sólo decir que pude correr con él y para mi fue un honor,un aplauso para el dónde este.¡CAMPEON!

    ResponderEliminar
  8. Hace años que no vivo en Avila,pero me entristece esta noticia....y sólo decir que pude correr con él y para mi fue un honor,un aplauso para el dónde este.¡CAMPEON!

    ResponderEliminar