sábado, 26 de septiembre de 2015

CARRERA AVILA SOLIDARIA: EL DEBUT



No paraba de mirar el reloj. Ya estaba intranquilo. Quería salir del trabajo. Quería recoger el dorsal cuanto antes. Su primer dorsal. A las siete se despidió y salió en dirección al Palacio de los Velada. 

Minutos después estaba en la puerta. Entró y encontró un montón de gente. Algunos de ellos charlaban distendidamente. Tiempos, entrenamientos y dolores. Se fijó con más detalle en ellos: tenían ese aspecto que tienen los corredores de toda la vida, fibrosos, delgados, más morenos de lo que se está a estas alturas del año, vistiendo ropa que realzaba más su planta de atletas, zapatillas deportivas, camisetas ajustadas con rótulos de otras carreras, de maratones... 
Se acercó al mostrador y pidió su número. “¿Talla de camiseta?”, le preguntó una de las chicas que atendía. “Pues … no sé. Dame ¿la L?”. “Pruebatelá mejor”. Ese punto de desconfianza le dolió un poco. 
Se la probó y … efectivamente, ... “la lorcilla sótano” asomaba peluda por el dobladillo de la camiseta. Mejor la XL. Si quería correr con ella mejor evitar apreturas.

Dedicó el resto de la tarde a preparar el material de la carrera. Colocó el dorsal en su nueva camiseta. Intentó varias veces poner el chip en su sitió hasta que decidió abandonar en la confianza de que funcionara, se probó varios pares de calcetines sin decidirse por alguno de ellos, temiendo que una rozadura echase por tierra todo su esfuerzo.

Después pasó a la parte tecnológica.  Necesitaría por lo menos 30 o 35 minutos de música y, además, acabar con el “We are the chmapions” de Queen. ¿Cómo hacerlo? Tenía que entrar con esa canción en meta. Tanto tiempo escuchándola en la tele cuando alguien ganaba un campeonato o un torneo que esta vez, de cualquier manera, se la dedicaría a sí mismo. Resolvió grabarla desde el minuto 28 hasta el 42. Cuatro veces. Si todo iba bien entraría al sonar la primera. En caso contrario la escucharía tantas veces como fuera necesario.
Revisó el pulsómetro y el cronómetro.

Se acostó y aún le estuvo dando vueltas a la carrera un par de horas. ¿Sería capaz de terminar? ¿Por qué no? Llevaba casi tres meses corriendo y ya había hecho alguna salida de 45 minutos, así que terminar... debería terminar. ¿El tiempo?. Aunque a todos los que le preguntaron les decía que con acabar le valía, en su interior atesoraba una marca con la que soñaba. No se lo había dicho a nadie. Es cierto que tampoco tenía mucha gente con quien compartirlo, pero esa marca era su reto personal. 

Todavía sentía esa particular emoción imaginando entrar bajo el arco de meta y ver el tiempo en su cronómetro: 29’ 59”. Se le ponía la carne de gallina solo de pensarlo. Una más de tantas veces. 
La admiración de sus amigos, de sus compañeros de trabajo, … 
Se obligó a pensar en otra cosa. Así no pegaría ojo en toda la noche.

Al día siguiente se levantó tarde. Era sábado. Era EL SÁBADO. Un rato después iba a cumplir un objetivo largamente deseado: correr una carrera.
Desde el momento que puso los pies en el suelo le asaltó una sensación angustiosa. ¿Qué les pasaba a sus piernas? ¡Qué pesadez! ¡Qué cansancio! Volvíó a tumbarse. Una hora después se incorporó procurando olvidarse de si sus piernas estaban dispuestas a correr o no.

El día anterior había resuelto el menú: pasta. Espaguetis con tomate y atún. Y prontito para hacer una buena digestión.

Y por fin a las cinco y media de la tarde salió en dirección al Grande. Una garra le atenazaba el estómago. Otra, las piernas y su corazón, convertido en un tambor, latía a 98 pulsaciones/minuto. La tecnología le empezaba a recordar que, aún sin empezar a correr, ya estaba mucho más alterado de lo normal.

Quería calentar un rato, pero sin cansarse. Quería estirar un rato, pero sin poner en peligro su musculatura. Quería disfrutar del ambiente, pero también estar concentrado, superar el miedo y los nervios que le atenazaban. ¡qué sensación más extraña!. Estaba a la vez eufórico, asustado, nervioso, ilusionado, … ¡Por favor!¡Qué den la salida ya!

Y la dieron. Echó a correr. Por un momento se vio invadido de un cierto temor a caer, le empujaron varias veces, la gente le adelantaba por todas partes. Había elegido mal donde colocarse. Demasiado adelante. Apretó el ritmo. Miró su pulsómetro y el cronómetro. No pudo sacar conclusión alguna. Era demasiado novato para entender lo que estaba pasando. 
Corría a más velocidad de lo que lo había hecho nunca. 
Al llegar al primer kilómetro tendría una referencia. Mientras tanto, su único objetivo era mantenerse a flote entre la marea de corredores. 

El primer indicador de la distancia se le pasó sin verlo. Ya llevaba 8 minutos y tendría que haberlo dejado atrás. El segundo no lo podía perder. Tenía que saber cómo iba, porque a estas alturas se le estaba saliendo el corazón por la boca. Su pulsómetro indicaba 143. Los pulmones le estallaban y las piernas le dolían. Vio a lo lejos el Km 2. 10:59. ¡Dios! Estaba yendo mucho más deprisa de lo que jamás hubiera pensado. No podría mantener ese ritmo y mucho menos sabiendo que aún no estaba en la parte más dura del recorrido. Trató de ralentizar un poco la marcha, pero ahora iba cuesta abajo y se notaba más cómodo.

El km 3 lo pasó en 16:25. Y entonces empezó a sentir una oleada de euforia. “Esto debe ser una subida de adrenalina”. Solo quedaban dos kilómetro y ¡¡¡tenía un margen de algo más de 13 minutos para cumplir su sueño!!!. Pero ya había terminado la cuesta abajo. Estaba en La Ronda. El primer síntoma de que las cosas no iban bien fue verse adelantado por oleadas de corredores que habían sido más cautos. El segundo, el maldito pulsómetro: 162. Muy por encima de lo recomendado. El tercero, las piernas. Un dolor inmenso y una pesadez enorme le imposibilitaban lanzar el pie hacia delante. La gravedad se multiplicaba por momentos. Se notaba pegado a esos adoquines sin capacidad para levantar apenas unos centímetros los pies. Vio San Vicente. Quedaba poco para terminar la tortura. 

Un poco más adelante estaba el Km 4: 23:52. ¡Casi toda la renta echada a perder! ¡Y aún quedaba un kilómetro! ¿De donde sacar fuerzas para completarlo? La selección de música motivadora no estaba sirviendo para nada, de hecho apenas la prestaba atención. Su cerebro solo estaba ocupado en gestionar las señales de su cuerpo, cada vez más alarmantes. Entró en el Paseo del Rastro. ¡Estaba agotado! ¿De donde sacar fuerzas para terminar? 

No quedaba nada para la meta, pero a la vez lo sentía como una distancia insalvable. Miró el crono justo en el momento en que Queen comenzaba a sonar en sus oídos, pero se dio cuenta de que, en realidad, lo que quería  escuchar era los aplausos de la gente y sus gritos “Vamos, vamos vamos. Venga campeón. No queda nada. Vamos, tú puedes”. Se arrancó los auriculares. Noto cómo se le ponía la carne de gallina. Y apretó. Apretó todo lo que pudo. El Grande. Una curva más. Miró al crono entrando en la meta. Apenas pudo entrever el tiempo porque tenía lágrimas en los ojos. 29: 39.

No pudo contener la emoción. Había terminado. Había cumplido su objetivo. Estaba riendo y llorando a la vez. Y mientras sus sentidos procesaban los sonidos, los colores, los olores de la meta, su cerebro estallaba en reacciones emocionales jamás sentidas.


Su médico se fundió en un abrazo con él. 
Todos esos largos meses de terapia habían dado resultado. 
Su paciente estaba a salvo. Adiós pastillas.  
Por fin había encontrado otro motivo para vivir.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

YO NO CORRO ... ¿Y QUÉ?



Somos la leche.

En este país somos así. Una raza forjada por sangres de diferentes culturas que ha fructificado en un carácter pura víscera. Somos los amos en todo el espectro de las actividades. Capaces de estar tumbados al sol sin darle un palo al agua, cervecita va y viene, tortillita de patatas o de camarones y a la vez dispuestos a ganar cualquier cosa que se nos ponga por delante si encontramos la motivación para hacerlo a la vez.

Y ahora nos ha dado por correr.

El otro día me encontré con un amigo que me contaba de unos chavales de su pueblo. Años atrás cerraban todos los garitos de la comarca. Se pasaban de fiesta todos los días en los que se juntaban. Las cajas de cerveza desaparecían como si acabaran de volver del desierto sin probar líquido en meses y, puestos a fumar,… se fumaban todo lo que encontraban. 
Pero eso era hace unos pocos años. Un buen día a uno de ellos se le ocurrió que tenía que salir a correr. Y salió. Y después, otro se dejó convencer. Y también. Y así uno detrás de otro hasta casi completar el grupo. Siempre hay un nostálgico que prefiere mantener las tradiciones.

Y puestos a correr, nada de unas carreritas. No. Carreras de montaña, ultra trails, kilómetros verticales,  maratones alpinos. Todo de lo más bestia.

Si antes eran capaces de acabar con todo el alcohol de un local, ahora lo serían de cualquier distancia, aún cuesta arriba, que se les pusiera por delante.

Y ahí están. Tan contentos de su transición. De un extremo a otro. De pasarlo bien de un amanera a hacerlo de otra completamente distinta. De la cerveza al acuarius. Del cochinillo a la soja.

Y como somos así, ahora me encuentro a gente que ¡casi se siente en la obligación de pedir disculpas porque no corre!
Bueno … es que yo no corro porque me resulta aburrido”, o “no corro porque no tengo tiempo”  o …

Pero ¿Qué es esto? Un poco de equilibrio y sensatez.

Correr es una opción de hacer deporte, de hacer ejercicio, de bienestar. Pero no es la única. Se puede caminar o jugar a cualquier deporte que nos permita estar activos. Y ya está. Parece que correr se ha convertido casi en una obligación. Y no es así. Ni mucho menos.

Correr es fantástico. Todo el mundo puede correr. Pero que lo haga quien quiera. Sin agobios, sin obligaciones. Simplemente como diversión, para hacer amigos, para sentirse activo, para lo que cada uno encuentre en la actividad.

Y el que no corra, que disfrute de la vida como mejor le parezca, que hay muchas maneras y todas son respetables, en lo que no suponga fastidiar a los demás. Y el que prefiera estar sentado en una terraza tomándose unas cervezas y fumando un puro, que lo haga sin sentir envidia de ese grupo que pasa corriendo por delante. Sin necesidad de disculparse. Cada uno debe ser feliz como mejor lo entienda.


Y todo esto, dicho con gracia, en el video de Leo Harlem. Un genio.

domingo, 20 de septiembre de 2015

II CARRERA POR PAREJAS DE EL FRESNO 2015




“Son caseras”, me dijo la chica que estaba detrás de la mesa del avituallamiento de meta.

“¿Caseras? … ¡acabáramos!”. Todo el año buscando los huesillos por todas las panaderías de la zona y resulta que son caseras. ¡Así están de buenas!. Premio suficiente por correr la carrera.

Roberto y yo formábamos una pareja “añosa”. Vamos … 104 años entre los dos.

Intenté convencerlo de que lo propio era que yo saliera primero, hiciera lo que pudiera y luego él remontara valiéndose de su fuerza y de la épica que siempre supone ir adelantando a los rivales. Estaba todo planeado. Al pódium no subiríamos, pero íbamos a dar “espectáculo”.

Pero no hubo manera. Se empeñó en salir el primero y por más que intenté explicarle que en los relevos siempre corre el más rápido el último, no hubo manera.

Antes de la salida se celebró un emotivo homenaje en memoria de José Hernández Torrubias. Jorge, su hijo, tuvo la entereza de dedicarle unas palabras a su padre en presencia del resto de la familia. Muchos de los corredores que estábamos ayer en la salida le tenemos permanentemente en la memoria.

Así que, como os decía, salió Roberto en primer lugar. 

Diego Jimenez puso tierra de por medio desde el primer momento de la carrera. Detrás los "cachorrillos" del Puente Romanillos con uno de los corredores de San Martín de Valdeiglesias. Tras ellos Roberto con otros dos o tres corredores. Y a continuación el primer relevista de las parejas mixtas y femeninas, de mucho nivel, disputándose el triunfo.

Al inicio dela segunda vuelta Diego ya sacaba más de un minuto a sus perseguidores. Se lo iba a dejar muy fácil a Luismi. A continuación pasaban Adrian Bascuñana (acordaos de su nombre) y el corredor de San Martín, con Roberto remontando y alejando a sus rivales. Muchos corredores “naranjas” del grupo de “Correconmigo”. ¡Qué buen ambiente han creado y cómo van mejorando!

Terminé el calentamiento y me fui a la salida. Roberto me entregó en cuarta posición pero muy cerca de Iván López (acordaos de éste también) y del segundo relevista de San Martín. 
Fue lo más cerca que les vi. A partir de ese momento todo mi esfuerzo se centraba en defender la cuarta posición.

Pero ... antes de completar la primera vuelta comencé a oír pisadas. Pisadas rápidas, decidas, sólidas. ¡Uy Uy Uy!. Muchos años corriendo juntos como para no distinguir el estilo de Oscar. No me hizo falta mirar atrás. Me pasó como un tiro. No le aguanté más de 50 metros. Aunque luego mantuve más o menos la distancia que nos separaba ya no hubo manera de recortar.

Así que llegué a meta en quinta posición. Nada mal para una pareja de veteranos de más de 50 tacos.

Y tras la carrera el buen ambiente de las carreras de los pueblos. Huesillo va, huesillo viene, charlando con los amigos y planificando la temporada que viene, porque se nos acaba ésta y dentro de nada ya estamos metidos en campaña de crosses. 

Muy buena organización y repetir lo que ya dejé escrito aquí el pasado año respecto a esta carrera: una idea magnífica, original y divertida. Entre todos tenemos que ayudar a que se mantenga.

Pero antes tenemos que volver a darle la vuelta a todo el calendario.
Empezando por el sábado que viene, la Carrera Solidaria.


Obligada.

lunes, 14 de septiembre de 2015

SOLIDARIDAD EN FORMA DE CARRERA

Con Roberto y, tras la cámara, JL Arribas. Osea, "rodeado" de miles de kilómetros.


Esta mañana me han preguntado en el trabajo por qué hay tantas carreras solidarias.

No lo sé”- He contestado. “Supongo que la sociedad de alguna manera se auto protege y trata de tapar los “agujeros” cuando la administración no es capaz de hacerlo.  Es una forma de ayudarnos entre todos. ¿No?

Y entonces han insistido. “Si, pero por qué son carreras”. Pues … “Tampoco lo sé” “Imagino que porque somos muchas personas las que corremos, podemos juntarnos en cualquier lado, no nos hacen falta instalaciones, nos basta con la calle y … porque somos solidarios”.

Y aún me han preguntado. "¿Pero se recauda mucho?" “Nunca es mucho. En dos semanas hay otra carrera solidaria. Todavía podéis apuntaros”.

Corrí mi primera carrera solidaria hace más de treinta años, en una época en la que no existían apenas carreras populares, si lo comparamos con la actualidad, apenas existían ONG’s y las pocas que había ni siquiera eran conocidas así.

La historia que motivó aquella carrera me impresionó tanto que todavía hoy la recuerdo perfectamente.

Se trataba de recaudar fondos para comprar una silla de ruedas. Resulta que un buen día (un mal día en realidad) un hombre se tiró por una ventana harto de la vida. A saber cuáles fueron  los motivos que le llevaron a tomar aquella terrible decisión. La mala suerte hizo que justo por debajo de aquella ventana y justo en ese fatídico instante,  pasara un corredor al que le cayó el cuerpo encima con unas terribles consecuencias. Aquél corredor era muy habitual de las carreras de Madrid. Uno de estos veteranos que no se perdían una. Duro, correoso, peleón. Yo le conocía solo de vista. Coincidíamos con frecuencia en competición.

 Aquél día quedó paralítico. Atado a una silla de ruedas para el resto de su vida. Fuimos muchos a la carrera solidaria que organizaron sus amigos. No sé si suficientes, pero la movilización de los corredores fue un verdadero gesto de solidaridad con un compañero. Tal vez todos pensáramos que nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros y solo por eso debíamos ponernos en su lugar.

Nunca más volví a verle. Sin embargo, muchos días le recuerdo. Tanto es así que en mi memoria queda una cara asociada a su figura. No sé si se parece mucho o poco, tampoco importa, pero yo le he “dibujado” un rostro que guardo en el recuerdo. Y con él un cierto pudor siempre que paso corriendo cerca de alguna persona discapacitada. Y junto a esto, un fugaz momento de agradecimiento por poder correr.

Así que, desde entonces, sé que detrás de una carrera solidaria hay una necesidad a la que hay que responder.
En dos semanas volvemos a vernos por una causa solidaria. 


lunes, 7 de septiembre de 2015

13 DE SEPTIEMBRE: CARRERA 100% SOLIDARIA


Hay dos épocas del año que los publicistas consideran "periodos de iniciación". Una es cuando comienza el curso académico. Otra en la entrada del año nuevo. Se supone que en esos momentos, las personas hacemos una especie de valoración de nuestras actividades y en la mayor parte de las ocasiones, propósito de enmienda. Es el momento de apuntarse a un gimnasio, de hacer un curso de inglés, de alemán o de chino mandarín, una extraordinariamente útil e imprescindible colección de miniaturas de botijos o una enciclopedia del reino animal en fascículos coleccionables a todo color.

Estamos al comienzo del curso escolar.

Momento de empezar.

Un giro a nuestras vidas.

Tendría que atreverme a salir a correr. ¿A que lo estas pensando?

Pues bien. Tienes una oportunidad diseñada para ti. Tanto es así … que no tienes excusa.

Este próximo domingo día 13 de septiembre, a las 12 del mediodía en los Jardines de la Encarnación se celebra una carrera solidaria. Una vez más la sociedad civil se moviliza al servicio de los más necesitados. Una carrera con el fin de recaudar fondos para las personas más desfavorecidas. Todo el deporte abulense unido. 
Una carrera no competitiva con tres distancias diferentes para que nadie tenga excusas: 400 metros, 2.200 metros o 4.000 metros. A elegir.

El coste de la inscripción, de 3 euros, va a parar íntegramente a donaciones y puede realizarse en las tiendas de deportes: Alfonso, Moreno Sport, Deportes en Forma, Tiritoru, Deportes Sanchez, NYC y en la asociación Mater Mia.

¿Te lo vas a perder?

Por si te queda alguna duda lee con atención el lema de la carrera:


“Ayúdanos a ayudar”

domingo, 6 de septiembre de 2015

CARRERA DE LAS TRES CULTURAS 2015: HACIENDO UN "PERICO DELGADO"






Ganamos los cristianos, así que no se cambió la historia.
Si las disputas entre pueblos a lo largo de las civilizaciones se hubieran dirimido a carreras en vez de a golpes… ¿Cómo sería el mundo ahora?

En fin. El caso es que ayer se celebró la novena edición de la Carrera de las Tres Culturas en el marco del Mercado Medieval de Ávila. Con la salida en las proximidades de San Segundo, cerca del río y la llegada en el paseo del Rastro, la cosa estaba de subir cuestas.
Precisamente eso y que solo fueran 4 kilómetros de carrera me hizo dudar de mi participación. Después de lo mal que lo pasé en la Aldea del Rey niño, con un “pajarón” de espanto y de apenas haber entrenado tres o cuatro días desde entonces, no tenía muchas ganas de correr. Pero Ángel me convenció de hacerlo y ahí estuvimos.
Con el “jiji  jaja” de la salida y el despiste que estoy incubando últimamente, llegué tarde al disparo. Vamos que me hice un “Perico Delgado” en toda regla.

 Para los más jóvenes, habrá que recordar que el gran Pedro Delgado, en la etapa prólogo de la edición del Tour de Francia de 1989 en forma de contrarreloj individual, cometió el mayor despiste de su carrera deportiva al llegar 2 minutos y 40 segundos tarde a la rampa de salida, perdiendo así 2:54 que le colocaban último en la general. Por primera vez en la historia del Tour un campeón en defensa de su título comenzaba en último lugar de la clasificación. 

Yo ayer no llegué tan tarde, pero vi cómo todos los corredores enfilaban la ronda de la muralla antes de que yo llegara a la rotonda del puente Adaja.
Así que me lo tomé con calma y diversión. Incluso tuve suerte de no perderme en mitad de la carrera porque llegando a las proximidades del Chico no vi al corredor que me precedía entre la gente que ya comenzaba a transitar por las calles de Ávila y a punto estuve de meterme por donde no era. Afortunadamente un bondadoso ciudadano corrigió mi trayectoria.

Así que ganamos los cristianos, de lo que, por cierto, también me enteré tarde porque no llegué a tiempo a la entrega de premios.

¡Caramba!

¡Qué se repita la carrera! ¡Salida nula!