Somos la leche.
En este país somos así. Una raza forjada por sangres de diferentes
culturas que ha fructificado en un carácter pura víscera. Somos los amos en
todo el espectro de las actividades. Capaces de estar tumbados al sol sin darle
un palo al agua, cervecita va y viene, tortillita de patatas o de camarones y a
la vez dispuestos a ganar cualquier cosa que se nos ponga por delante si
encontramos la motivación para hacerlo a la vez.
Y ahora nos ha dado por correr.
El otro día me encontré con un amigo que me contaba de unos
chavales de su pueblo. Años atrás cerraban todos los garitos de la comarca. Se
pasaban de fiesta todos los días en los que se juntaban. Las cajas de cerveza desaparecían
como si acabaran de volver del desierto sin probar líquido en meses y, puestos
a fumar,… se fumaban todo lo que encontraban.
Pero eso era hace unos pocos
años. Un buen día a uno de ellos se le ocurrió que tenía que salir a correr. Y
salió. Y después, otro se dejó convencer. Y también. Y así uno detrás de otro hasta
casi completar el grupo. Siempre hay un nostálgico que prefiere mantener las
tradiciones.
Y puestos a correr, nada de unas carreritas. No. Carreras de
montaña, ultra trails, kilómetros verticales, maratones alpinos. Todo de lo más bestia.
Si antes eran capaces de acabar con todo el alcohol de un
local, ahora lo serían de cualquier distancia, aún cuesta arriba, que se les
pusiera por delante.
Y ahí están. Tan contentos de su transición. De un extremo a
otro. De pasarlo bien de un amanera a hacerlo de otra completamente distinta.
De la cerveza al acuarius. Del cochinillo a la soja.
Y como somos así, ahora me encuentro a gente que ¡casi se
siente en la obligación de pedir disculpas porque no corre!
“Bueno … es que yo no
corro porque me resulta aburrido”, o “no
corro porque no tengo tiempo” o …
Pero ¿Qué es esto? Un poco de equilibrio y sensatez.
Correr es una opción de hacer deporte, de hacer ejercicio,
de bienestar. Pero no es la única. Se puede caminar o jugar a cualquier deporte
que nos permita estar activos. Y ya está. Parece que correr se ha convertido
casi en una obligación. Y no es así. Ni mucho menos.
Correr es fantástico. Todo el mundo puede correr. Pero que
lo haga quien quiera. Sin agobios, sin obligaciones. Simplemente como diversión,
para hacer amigos, para sentirse activo, para lo que cada uno encuentre en la
actividad.
Y el que no corra, que disfrute de la vida como mejor le
parezca, que hay muchas maneras y todas son respetables, en lo que no suponga
fastidiar a los demás. Y el que prefiera estar sentado en una terraza tomándose
unas cervezas y fumando un puro, que lo haga sin sentir envidia de ese grupo
que pasa corriendo por delante. Sin necesidad de disculparse. Cada uno debe ser
feliz como mejor lo entienda.
Y todo esto, dicho con gracia, en el video de Leo Harlem. Un
genio.
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