El maratón es adictivo y es
contagioso. Dos características peligrosas.
Hay otras actividades en el
deporte que también lo son y fuera de éste ámbito son incontables. Pero en el
mundo del atletismo hay pocas cosas que se puedan comparar al maratón.
Ya han pasado siete años desde
que hice mi última carrera sobre los 42.195 metros. Fue en el año 2008 en
Munich, entrando en el estadio olímpico. Y guardo numerosos recuerdos de la competición,
como de todas las anteriores maratones que disputé.
Entonces decidí dejarlo. ¿Por qué?
No sabría decir exactamente cuales son las razones. Simplemente llega un
momento que el aliciente del reto se pierde o no alcanza a compensar el
esfuerzo, los dolores, la concentración y la dedicación durante tantos días de entrenamiento.
Hace muchos años, estando yo embarcado
en plena vorágine maratoniana me encontré con el gran Sergio Fernández. Para
los que no sepáis de él, Sergio ha sido campeón del mundo de 5.000 m y 10.000 m
en varias ocasiones en distintas categorías de veteranos. Actualmente, con 60
años es doble subcampeón del mundo de ambas distancias y capaz de correr en 33’
un 10.000. Como tarjeta de presentación no está mal. Pero eso no es nada con el
tipo de persona que es. Si es un grandísimo atleta es aún mejor persona.
Pues bien. Como digo me encontré
con él una tarde en Madrid hace muchos
años. Estuvimos hablando sobre su retirada del maratón y entonces me dijo algo
que siempre he recordado: “ Ángel … no
olvides nunca que hay atletismo más allá del maratón”.
Y no lo he olvidado. Por eso un día
decidí dejarlo y dedicarme a carreras más cortas, a volver al cross y a la
pista. Y he disfrutado muchísimo.
Y de pronto empiezo a compartir
entrenamientos con un grupo de maratonianos que van a Castellón dentro de dos
semanas: tiradas largas (debidamente recortadas a la mitad por mi parte),
ritmos controlados (“rajándome” a conveniencia), series (ni he aparecido para
compartirlas) …
Pero también empiezas de nuevo a
participar en las conversaciones de los maratonianos y a contemplar desde fuera
la ilusión que genera la carrera y a compartir el temor de no recuperarse de
esos dolores que son inherentes a tanto kilometraje, tanta intensidad y tanta
fatiga.
Y a recordar.
¿Volvería a correr un maratón?
Nunca dije que no. Un maratón se puede entrenar de diferentes maneras: para acabarlo
simplemente, para hacer una determinada marca, para darlo todo … Y según sea el
objetivo así se planifica y, por consiguiente, te das más o menos “calentón”
los meses anteriores.
Pero, en cualquier caso, para
correrlo hay que encontrar alicientes.
Tal vez, pronto o tarde los
encuentre. Tal vez.
Tienen que ser poderosos porque
hay que compensar muchos “contras”, entre los cuales pesa mucho el estar de
vuelta de muchas lesiones.
Sin embargo, el maratón es
adictivo y yo ya lo probé.
Y es contagioso y estoy
entrenando con quien lo padece …
Estoy en riesgo.
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