sábado, 2 de enero de 2016

SAN SILVESTRE VALLECANA 2015:"EL QUE NO SE EMOCIONE CON ESTO ES QUE ESTÁ MUERTO"




El que no se emocione con esto es que está muerto”, escuché a la altura de Cibeles de boca de un corredor situado detrás de mí. Y es que … esto es … La San Silvestre.

Las siete de la tarde. Estamos saliendo del Metro en Santiago Bernabeu. Voy con Ángel. Si me hubieran preguntado hace diecinueve años si me parecía posible que en 2015 pudiera correr esta carrera con mi hijo, hubiera contestado que me encantaría que así fuera, pero que no lo consideraba posible. Y sin embargo … aquí estamos los dos.

Parece que ha pasado mucho tiempo, pero ha pasado muy deprisa. Y lo hemos hecho posible.

Nos vamos encontrando un buen grupo de abulenses, Javier Repiso, Javier Olivares, Luismi Sanchez Blanco, Jorge Hernández Rico y nosotros dos. Calentamos juntos.

Correr la prueba Internacional es como llegar tarde a una fiesta. Según rodeamos el estadio Bernabeu, cientos de personas trabajan en la limpieza, la retirada de vallas, de carpas y de todos los elementos de la organización de la carrera popular. Hay que esquivar máquinas limpiadoras, camiones, saltar por montones de ropa y de botellas. Y sin embargo nosotros no hemos empezado aún.

Nos vamos para la salida. Se nos ha hecho un poco tarde pero podemos colocarnos bastante adelante. Aún tenemos que esperar un buen rato. No entiendo muy bien a qué viene la clase de aerobic que nos están dando dos chicas sobre un escenario y menos aún el concierto de batería que le precede. Esta carrera siempre ha sido eso… una carrera. Solo una carrera. Ni más ni menos que una carrera.

Por fin suena el disparo y salimos en estampida. Los primeros 500 metros son en subida. Se me hacen muy duros. Llego arriba fundido. Me adelanta mucha gente.  Ahora vienen 7500 metros de bajada en los que es necesario mantener un ritmo fuerte. Voy “agobiao”. Por la gente, por el ritmo, por mi respiración, porque me duelen las piernas. Voy todo lo deprisa que puedo y sin embargo me parece que voy lentísimo. Me siento fatal, de esos días que “vas que no vas”. Sigo perdiendo posiciones. No soy capaz de mantener el ritmo de nadie. Me voy hacia la parte izquierda de la calle para correr más desahogado, pero allí no hay señales de los kilómetros, así que no sé cómo voy de ritmo.

La calle Serrano a nuestros pies. Las luces, las tiendas, la gente, los gritos, los flashes de las cámaras, motos de la organización, pancartas, aplausos, las pisadas de cientos de corredores,…Ya se ve al fondo la Puerta de Alcalá. Giramos hacia Cibeles. “El que no se emocione con esto es que está muerto”. Paseo de Recoletos y Atocha. Un pasillo de gente.

Paso el kilómetro 5 y miro el crono y me llevo una sorpresa: 17’54”. ¿Cómo es posible? ¿Solo dos segundos más lento que el año pasado? Hago mis cuentas: estoy por debajo de los 37’ … si sigo corriendo así.

Pero … algo pasa.

En la Avenida Ciudad de Barcelona me desconecto. Estoy más pendiente de la gente que nos anima, del ruido, del ambiente, de la gente que corre conmigo que de seguir a tope. Sigo corriendo, evidentemente, pero he dejado de pensar en la carrera. Si hasta aquí he venido exigiéndome en cada zancada, ahora me doy involuntariamente una tregua.

Y llego a Vallecas. Se acaba la bajada y empiezan los últimos dos kilómetros de carrera. Empiezan las cuestas. Y sufro. Me duelen las piernas. Me obligo a subir a tope, pero si ya en la bajada me parecía que no iba bien, ahora me siento lentísimo. En esta cuesta he hecho subidas memorables, sin que nadie me adelantara y corriendo con mucha fuerza. Hoy me pasa todo lo contrario. Llego al kilómetro 9, pero no quiero mirar el reloj. Voy a hacer el último mil con todas mis fuerzas. Me recupero un poco en la única zona llana y afronto las dos últimas cuestas sabiendo que no queda nada.

El estadio, por fin. La rampa de bajada y … ¡sorpresa! En vez de girar a la izquierda hacia el fondo del campo de futbol … seguimos rectos. Unos segundos de desconcierto… ¡No veo la meta! ¡Está en la recta de enfrente, a menos de 100 metros! Un sprint muy corto y veo el crono … 37’12”… ¡La cagué!

Me hubiera gustado bajar de 37’. Era una barrera exigente pero pensaba que podía conseguirlo.

Lo más sorprendente es …que no me sorprende. Me dejé muchos segundos en las cuestas de Vallecas. Pero a cambio, también recogí muchas sensaciones que siguen alimentando mi predilección por esta carrera. Y, además, tampoco me preocupa mucho. Podré volver al año que viene a cumplir el rito de la San Silvestre. A mi fiesta de Nochevieja.


Quedan más historias que contar; la primera San Silvestre de mi hija Alicia acompañando a mi padre, que volvió a correr y a terminar con sus 85 años, los cambios que está experimentando esta carrera, buenos y malos …

Pero las dejamos para otro día.


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