martes, 18 de abril de 2017

LAS CARRERAS Y ESA PARTE DE NUESTRA MENTE QUE MEZCLA, SAZONA Y COCINA INGREDIENTES DE ALTO CONTENIDO RADIACTIVO-EMOCIONAL





¿Por qué nos ponemos nerviosos antes de una carrera?
¿Por qué nos ponemos malos antes de una carrera?
¿Por qué notamos dolores o molestias antes de una carrera?

Si somos capaces de entrenar a los mismos ritmos, o casi, a los que competimos, incluso en el colmo de lo incomprensible ¡a ritmos superiores al de competición!, y en los entrenamientos no nos ponemos nerviosos, entonces… ¿por qué sí antes de una carrera?

Respuesta: porque tenemos miedo.

¿Tenemos miedo? ¿A qué tenemos miedo? ¿Y por qué tenemos miedo?

1. Porque pensamos que no vamos a cumplir nuestras expectativas.
2. Porque pensamos que no vamos a cumplir las expectativas de los demás.

Si lo primero es un error, lo segundo es, además de un error, una solemne idiotez.

Las expectativas.
Pon unas expectativas en un platito. Déjalas reposar unos días o unas semanas y te florecerá un jardín de excusas.

Me duele esto, me duele lo otro, he dormido mal, he entrenado mucho, he entrenado poco, he tenido mucho trabajo, los niños no me dejan dormir, he comido mucho, he comido poco, me ha sentado mal la comida, hacía calor y yo corro mejor con frío, hacía frío y yo corro mejor con calor, no hacía ni frío ni calor y yo prefiero que haga algo aunque me da igual que sea frío o calor… algo pero no tanto…

En realidad no les contamos nada a los demás. Nos lo contamos a nosotros mismos. Nos estamos poniendo excusas a nosotros mismos.

Conozco corredores capaces de poner todas las excusas imaginables y muchísimas inimaginables. Y además les he visto repetirlas una y otra vez antes de las carreras a todo aquel que osaba preguntarle, cándidamente, qué tal estaba.

De sobra sabes , y si no lo sabes te lo digo yo, que a los demás les importa poco, muy poco o nada en absoluto lo que te pase a tí. Bastante tienen ellos con lo suyo. Pero nosotros, cada uno de nosotros, necesitamos repetírnoslo una y otra vez. Necesitamos oírnoslo decir. Por si acaso. Solo por si acaso no cumplimos …las expectativas.

¿Qué hacer para evitar entonces tener miedo?

Haz una prueba. Busca una carrera cualquiera y no pienses en ella hasta el mismo momento de la salida. No piensas en el ritmo, en los tiempos de paso, en las marcas. No pienses en nada. Haz tu vida normal. Entrena, trabaja, duerme, come sin pensar en la carrera. No pongas expectativa alguna en ella. Intenta hasta las últimas consecuencias que no te importe nada esa carrera. Simplemente ve y corre.
Y verás.

¿Qué hacer para evitar tener miedo?

Ser sinceros con nosotros mismos. Reconocernos como somos y saber hasta dónde podemos llegar. Admitir que no todos los días podemos estar al máximo, que no todos los días sale la carrera perfecta y que no todos los días vamos a ganar a Nuestro Rival ( así, con mayúsculas, con su nombre y apellido, ese corredor que siempre entra veinte metros por delante de nosotros al que un día, una vez, ganamos y eso nos basta para exigirnos ganarle siempre).

¿Qué hacer para evitar tener miedo?

Olvidarnos de lo que dirán y lo que pensarán los demás porque os puedo asegurar que nadie, nadie, nadie, le dedica más de un rápido vistazo a la clasificación para ver dónde han quedado los demás, a qué ritmo han ido, en qué tiempo han pasado por el kilómetro X.

Y si eso ocurre, si alguien revisa con atención la clasificación, la gran mayoría de las ocasiones lo hacen con benevolencia: “hoy fulanito ha tenido mal día”, “a este le ha pasado algo, no es normal que le saque un minuto”, “menganito no anda fino”… y cosas así.

Y nada más.

Cuando corría en pista, en Madrid, en mi club de juventud, el A.R. Concepción, mi amigo Serafín y yo competíamos en la distancia de 5000 m. Serafín era un gran corredor y lo sigue siendo aunque su tendón de Aquiles es su talón de Aquiles (me perdonáis el jueguecito de palabras). Serafín y yo entrenábamos juntos a diario, especialmente las series. Y yo, sencillamente, no podía seguirle. Daba igual que fueran de 200 o de 1000 metros. Siempre tiraba él y de paso, me dejaba tirado a mí. Y sin embargo en la competición no me sacaba la distancia que, a tenor de los entrenamientos, debería sacarme. Incluso a veces, yo conseguía ganarle.

Eran los nervios. Sus nervios.

Durante muchos años perseguí una marca en maratón. Entrenaba todos los días con esa marca en la cabeza. Hacía cuentas, programaba tiempos de paso, comparaba test realizados años anteriores para ver mi estado real. Y competía. Y no alcanzaba esa marca. Y entonces, lejos de relajarme, me fijaba un nuevo objetivo. Y entrenaba más. Y volvía a hacer cuentas y más cuentas y tiempos de paso y comparaba los test de años anteriores. Y competía. Y una vez más, no lo conseguía. Y vuelta a empezar. Corrí quince o dieciséis maratones así. Siempre con una marca en la cabeza. Siempre con la presión de mis expectativas sobrevolando cada una de las carreras.

Ahora recuerdo aquella época y también la entrada en la meta de muchos de aquellos maratones. ¡Cuánta frustración por algo tan inútil!

Ahora siento que me quité a mi mismo la posibilidad de disfrutar plenamente de aquellas carreras a cambio de algo, de unas marcas, que con el tiempo acaban resultando completamente marginales.


Eran las expectativas. Mis expectativas. Mis errores.

domingo, 9 de abril de 2017

10 KM MEDINA DEL CAMPO



Medina del Campo. Con la cantidad de veces que he pasado por su costado y no haber corrido nunca alguna de las carreras que se celebran allí …

Llevaba algunos días entrenando poco y bastante regular. Me encontraba cansado, con fatiga en las piernas  y un poco desmotivado. Estos días de repentino calor y mucho trabajo no ayudaban a convencerme para salir. Así que la carrera de Medina era una buena oportunidad de retomar la actividad con un  poco más de orden y seriedad. Otro diezmil después de Mejorada, de Laredo, de Pinto ... Podía correrlo, pero sin estrujarme mucho.

Me inscribí allí mismo y regresaba al coche cuando, al doblar una esquina, me encontré con mis compañeros de carrera: Rilo, Miguel, Jesús, Nano, Fran, Adrián M. Moreta y Repi. ¡Vaya grupo!

Antes de empezar a correr ya había cumplido con creces el objetivo: estar entre amigos.

Calentamos juntos reconociendo el terreno y comprobando que, por esta vez, la dureza vendría de un elemento inesperado: los 24º de temperatura a estas alturas  de año. El calor y las cuestas pondrían las cosas difíciles.

Casi 400 corredores en la línea de salida, la mitad para la prueba de 5 km y la otra mitad para los 10 km. Los ocho abulenses juntos en la salida, en un ambiente bastante festivo y con mucho público expectante. Tras el disparo, en seguida dejé de verles. Me concentré en mi carrera, tratando de buscar un ritmo fuerte pero cómodo.

Lo encontré una vez terminada la primera y más exigente cuesta y busqué compañía, algún grupo que me permitiera ir pasando kilómetros sin preocuparme mucho de mantener la cadencia de carrera. Bien poquito me duró. Todos se pararon al completar la primera vuelta. Así que emprendí la segunda en solitario, a más de treinta metros del corredor que me precedía y mucho más de los que venían por detrás de mí. Dificil situación para forzar un poco la máquina. 
Otra vez la subida, la bajada, las afueras, la plaza, … con dolor de piernas y una falta de fuerza que empieza a resultar preocupante.

Llegué. Miré el crono para comprobar, otra vez, que mi segunda vuelta resultó mucho peor que la primera. 
Allí estaban los chicos de Ávila. Unos más contentos que otros, pero después de ver los resultados de la carrera sin motivos para quejarse. Rilo, fantástico, séptimo de la general y primero de su categoría y entrando con él Nano, octavo y cuarto senior, se le escapó el pódium por muy poco. Jesús Arribas el 15º progresando mucho en cada carrera, Adrián el 19º, recién llegado a las carrera y con un futuro muy prometedor por delante, Javi Repiso el 21º con muchos problemas estomacales que le impidieron correr mejor, igual que Miguel Hernando, el 28º y muy perjudicado por el calor. Y para cerrar el grupo, entré yo el 39º y resulta que además fui el primer veterano E.

Me estoy comiendo el abecedario.

Y después vino lo mejor: esas cervecitas (la mía con limón) sentados a la orilla del circuito en el que seguían las carreras de los pequeños, compitiendo con un altavoz que atronaba a nuestro lado, compartiendo charla con estos chicos fue lo mejor de la tarde.


Mereció la pena la carrera de Medina. Volví a comprobar que lo mejor del atletismo es … la gente que lo practica.

viernes, 7 de abril de 2017

10 K MEJORADA DEL CAMPO. PARTE 2:LA CATEDRAL DE JUSTO









Cuando entré en aquel lugar y mientras se me abrían los ojos y la boca, se me encogían la vanidad y la suficiencia.

Hay muchas referencias sobre el esfuerzo en numerosos y diferentes ámbitos de las ciencias, desde la pura física o la ingeniería hasta la psicología. También, lógicamente en el deporte.

¿No es un ingrediente básico el esfuerzo en el deporte? Por muchas cualidades que atesore una persona ¿Es capaz de alcanzar el éxito sin esfuerzo? Los grandes héroes del deporte saben que es así, pero de igual forma, cualquiera de nosotros también lo sabemos. El esfuerzo es nuestro compañero diario de entrenamientos, de carreras y también lo es en cualquier otra dimensión de la vida.

Conocía la existencia de la llamada “Catedral de Justo” en Mejorada del Campo desde hace mucho tiempo. Había leído algo al respecto y probablemente también había escuchado algo en programas de radio. Algún resto de información anidaba en mi memoria.

Así que cuando pasé por delante, en la carrera, no dudé que, al terminar, daría una vuelta por allí a curiosear. No pensé que estuviera abierta y visitable y mucho menos que Justo estuviera en su interior.

Así que cuando entré se me vino encima un torrente de sensaciones.

La primera impresión es de incredulidad. ¿Qué es esto?

Esa pregunta tiene una respuesta inmediata. Nada más traspasar la puerta de entrada hay un panel en español e inglés que cuanta la historia de Justo, un joven expulsado por padecer tuberculosis de un monasterio soriano que regresa a su pueblo en 1961 y comienza la obra de su vida: construir una catedral para mayor gloria de Dios en un terreno propiedad de su familia con materiales que va adquiriendo, recogiendo de vertederos, reciclando o que le son cedidos de fábricas próximas.

Una vez leído el breve cartel uno se gira y comienza a recorrer la nave central. La vista se eleva hacia esa cúpula de tubos inacabada a 35 metros de altura, a los muros laterales jalonados de vidrieras, las columnas, el coro, el ábside, el altar mayor … y una vez establecida la primera impresión, entonces comienzan los detalles, hierros retorcidos, plásticos, latas, ladrillos, piedra, cemento…

Y en medio de esa construcción inacabada, tosca, áspera, ruda, caótica, complicada de entender y de imaginar, entonces es cuando surge un abrumador sentimiento de incredulidad: ¿Todo esto lo ha hecho una persona? ¿Una sola persona? ¿Cómo es posible? Y vuelves a mirar hacia arriba, hacia esa cúpula que ahora parece más simétrica que hace unos minutos, y hacia los muros sobre cuya solidez existen más que dudas, pero que se mantienen en pie desde hace décadas sin asomo de deterioro, a esas torres elevadas a base de ladrillos deformes, desechados, pero en cuya unión solidaria se consolidan los contrafuertes necesarios para la resistencia de la edificación.

El patio, la cripta, la sacristía… varias personas recorren la estancia. Escucho sus comentarios. En ningún caso existe una sola crítica hacia la obra, los materiales, las formas, los acabados… al contrario. Todo lo que se percibe, en un susurro, como si el templo ya estuviera consagrado, es la incredulidad, la admiración, el asombro o la sorpresa del visitante.

Entre los muros aparece Justo. Le miro de lejos. Es un hombre mayor, más de noventa años, pero ni mucho menos es un anciano. Enjuto, nervioso, demacrado, se mueve de un lado a otro con una vitalidad sorprendente.

Pide ayuda. Sabe que no le queda mucho tiempo y para terminar la catedral hace falta mucha ayuda. Ya no es solo el dinero. También hace falta mano de obra. Y ya no esa esporádica de sus amigos o de voluntarios. Queda mucho por hacer, por rematar. Y todo está en la cabeza de Justo. Como desde el primer día.

El esfuerzo. Ladrillos, cemento, hierros, piedra, vidrio, plástico …

El esfuerzo. Kilómetros, series, abdominales, pesas, vallas…

El esfuerzo. La fuerza de voluntad empleada para conseguir un fin.

Un fin.

Un maratón, un ultra, un ironman… una catedral.


¡Una catedral!

martes, 4 de abril de 2017

10 KM MEJORADA DEL CAMPO 2017. PARTE 1: LA CARRERA



FOTO: Runonline


Me fui a Mejorada del Campo a correr un diez mil.

Camino de Madrid por la carretera de El Espinar a las 7:15 de la mañana me pregunte ¿A qué vas a Mejorada del Campo a correr una carrera de diez kilómetros? ¿No tienes otra cosa mejor que hacer?
Pasé sobre el embalse del Voltoya. La luz del amanecer se filtraba por las columnas de vapor que emanaba del agua. Si no hubiera pasado por aquí no lo habría visto. Seguí adelante.

Crucé Madrid y me perdí. Siempre me pierdo porque la chica del GPS de mi móvil se suele distraer con el paisaje. No quise importunarla, así que la pedí un minuto de atención y me llevó hasta una señal. “Mejorada 9”.

Gracias”, la dije. “Puedes seguir a lo tuyo. Ya me apaño yo”.

El GPS ha perdido la señal”, me contestó dedicándome una cautivadora sonrisa.

Llegué con tiempo suficiente para aparcar cerca de la meta, coger el dorsal y calentar tranquilo. Hacía bueno, sol y un aire fresquito que haría la carrera agradable.

Sin atascos en la salida fue fácil coger ritmo. Esta carrera en otro tiempo era muy populosa, en la época del circuito de carreras Joma, donde venía a correr un numeroso grupo de atletas de lo mejor de Madrid y alrededores.

Salí fuerte, aunque en realidad el crono, en el kilometro 1, ya me sugería que no era para tanto. En el 2 y en el 3 me lo volvió a dejar claro: “no vas tan bien como tú te crees, majete”. Mi crono tiene demasiada confianza conmigo. Lleva 17 años poniéndome nota en cada serie, en cada competición. Nunca me ha regalado un solo segundo. Los japoneses son así.

Al poco de empezar a recorrer el kilómetro 4 la calle se empinó. Se empinó mucho. Yo llevaba una cantidad de fuerza suficiente para 10 km llanos, lo llano que puede ser una carrera en Madrid y alrededores. En mil metros de subida la consumí casi toda.

Eran las 10:12 de la mañana. Entonces me pregunté. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no te paras? Venías a hacer una carrera formidable, a aumentar tu autoestima, a demostrarte que eres la leche y que vas recuperando ritmo de competición a toda velocidad … y no lo vas a hacer. Estás cagándola.

Miré el crono … “igual ni bajas de 40 minutos, majete”, me dijo para corroborar el razonamiento.

19’30” en el cincomil. Y me queda otra vuelta con su cuesta incluida. Y eso por no hablar de las sensaciones.

Me dolían las piernas y jadeaba como una vieja cafetera. Pero seguí. Ya que estoy aquí, habrá que terminar, me dije. Y volví a recorrer el mismo trazado sabiendo, ahora sí, que la cuesta del 8 al 9 me iba a dejar tieso. Miré el contador de fuerza. Estaba por debajo de la línea roja. Miré el crono… implacable. Se me escapaban los segundos a un ritmo escandaloso.

Terminé. Llegué en la reserva porque, aunque parezca que no, siempre queda un poquito más. Miré el crono … 39’51”. “Listillo”. “Eres un listillo”, le dije. 

Bip, bip, bip”. Me contestó.

“Ya lo sé”. “Yo también te quiero”.


Y entonces me fui a ver la Catedral de Justo. Y allí dentro entendí unas cuantas cosas sobre el esfuerzo. Pero esa historia os la cuento mañana.

sábado, 1 de abril de 2017

II DUATLON POR EQUIPOS CIUDAD DE AVILA





Se ha celebrado hoy la segunda edición del Duatlon por equipos Ciudad de Ávila, organizado por el club Triávila y en el que además se disputaba el campeonato de Castilla y León.

Os dejo a continuación un enlace con algunas fotos de los competidores: