martes, 4 de abril de 2017

10 KM MEJORADA DEL CAMPO 2017. PARTE 1: LA CARRERA



FOTO: Runonline


Me fui a Mejorada del Campo a correr un diez mil.

Camino de Madrid por la carretera de El Espinar a las 7:15 de la mañana me pregunte ¿A qué vas a Mejorada del Campo a correr una carrera de diez kilómetros? ¿No tienes otra cosa mejor que hacer?
Pasé sobre el embalse del Voltoya. La luz del amanecer se filtraba por las columnas de vapor que emanaba del agua. Si no hubiera pasado por aquí no lo habría visto. Seguí adelante.

Crucé Madrid y me perdí. Siempre me pierdo porque la chica del GPS de mi móvil se suele distraer con el paisaje. No quise importunarla, así que la pedí un minuto de atención y me llevó hasta una señal. “Mejorada 9”.

Gracias”, la dije. “Puedes seguir a lo tuyo. Ya me apaño yo”.

El GPS ha perdido la señal”, me contestó dedicándome una cautivadora sonrisa.

Llegué con tiempo suficiente para aparcar cerca de la meta, coger el dorsal y calentar tranquilo. Hacía bueno, sol y un aire fresquito que haría la carrera agradable.

Sin atascos en la salida fue fácil coger ritmo. Esta carrera en otro tiempo era muy populosa, en la época del circuito de carreras Joma, donde venía a correr un numeroso grupo de atletas de lo mejor de Madrid y alrededores.

Salí fuerte, aunque en realidad el crono, en el kilometro 1, ya me sugería que no era para tanto. En el 2 y en el 3 me lo volvió a dejar claro: “no vas tan bien como tú te crees, majete”. Mi crono tiene demasiada confianza conmigo. Lleva 17 años poniéndome nota en cada serie, en cada competición. Nunca me ha regalado un solo segundo. Los japoneses son así.

Al poco de empezar a recorrer el kilómetro 4 la calle se empinó. Se empinó mucho. Yo llevaba una cantidad de fuerza suficiente para 10 km llanos, lo llano que puede ser una carrera en Madrid y alrededores. En mil metros de subida la consumí casi toda.

Eran las 10:12 de la mañana. Entonces me pregunté. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no te paras? Venías a hacer una carrera formidable, a aumentar tu autoestima, a demostrarte que eres la leche y que vas recuperando ritmo de competición a toda velocidad … y no lo vas a hacer. Estás cagándola.

Miré el crono … “igual ni bajas de 40 minutos, majete”, me dijo para corroborar el razonamiento.

19’30” en el cincomil. Y me queda otra vuelta con su cuesta incluida. Y eso por no hablar de las sensaciones.

Me dolían las piernas y jadeaba como una vieja cafetera. Pero seguí. Ya que estoy aquí, habrá que terminar, me dije. Y volví a recorrer el mismo trazado sabiendo, ahora sí, que la cuesta del 8 al 9 me iba a dejar tieso. Miré el contador de fuerza. Estaba por debajo de la línea roja. Miré el crono… implacable. Se me escapaban los segundos a un ritmo escandaloso.

Terminé. Llegué en la reserva porque, aunque parezca que no, siempre queda un poquito más. Miré el crono … 39’51”. “Listillo”. “Eres un listillo”, le dije. 

Bip, bip, bip”. Me contestó.

“Ya lo sé”. “Yo también te quiero”.


Y entonces me fui a ver la Catedral de Justo. Y allí dentro entendí unas cuantas cosas sobre el esfuerzo. Pero esa historia os la cuento mañana.

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