15 de septiembre de 2017. 1580 DÍAS ATRÁS...
Un pozo, un túnel, un desierto, el
océano, la noche,… podía caer en los tópicos habituales de las lesiones y revolcarme en el barro como un jabalí o podía hacer un análisis un poco más
detallado de la situación para evaluar daños y perdidas como un bróker de la city
londinense sentado en un pub acompañado de una pinta de cerveza fresquita.
Entre jabalí o broker, opté por
lo segundo. Sin cerveza, eso sí. Con una limonada.
Situación: me duelen unas cuantas
porciones de mi cuerpo, no pocas. Ninguna de ellas vitales, el dolor no es
absolutamente incapacitante, no revisten gravedad y no me impiden hacer otras
cosas, entre las que, por suerte, se encuentran las que los médicos
complacientes llaman… “una vida normal”.
Una mirada a mi alrededor ajusta
mis piezas a las del conjunto: dos compañeras con cáncer luchando por
superarlo, un amigo con una severa patología cardiaca, todas aquellas personas
a las que miraba con pudor mientras yo corría y ellos se manejan en una silla
de ruedas, aquellas otras que pasean tan solas como tristes. Abro más el
angular y entran en pantalla otras muchas personas que conocí en algunos de los
países más desfavorecidos que pude visitar. Me duela lo que me duela, soy un
privilegiado.
Pregunta clave: ¿Tengo algún
derecho a quejarme de algo?
Sorbito de limonada. Lo justo
para meditar una respuesta: Objetivamente, ninguno.
Así pues, mi conciencia, tan
insidiosa como implacable, pero siempre atenta en los momentos importantes,
dicta cuatro órdenes claras, contundentes, sin posibilidad de réplica, como un
general al mando en el momento crucial de una batalla:
No volverás a correr en tanto no
venzas los dolores.
Buscarás la manera de superarlos.
Seguirás entrenando. Una cosa es
no correr y otra muy diferente tirarse a la bartola.
¿Entendido? Pues ale, …. andando
y a cumplir. ¡Rompan filas! No quiero escuchar una sola queja.
Mi General, falta una.
Anda, tira “p´adelante” y calla.
Pues ale. Rompo filas. Y ahora
¿qué?
Lo primero está cumplido. Lo
segundo es cuestión de ponerlo en marcha. Otra vez iniciar una gira de médicos
y fisios a ver quién da con la tecla, aunque en este caso no es una sola la que
suena desafinada, es el teclado entero y probablemente alguna parte más del
piano, ¡yo qué sé!, las patas o la tapa.
No quejarse, es solo cuestión de
proponérselo.
Y seguir entrenando, sin poder
correr…, queda hacer gimnasia, montar en bici, ir a la montaña … tal vez sea
posible
Y ya. Hasta aquí. Lo demás es
quejarse. Contraviene las órdenes.
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