martes, 4 de enero de 2011

SAN SILVESTRE,15 MADRID


Uno de los atractivos más grandes que ha tenido La San Silvestre Vallecana Internacional para mí desde el principio de los tiempos ha sido la gente. La gente de fuera de la carrera, los espectadores, pero también y sobre todo, la gente de dentro, los corredores.
La San Silvestre siempre fue un punto de encuentro. Una “quedada” para despedir el año. La fiesta de Nochevieja de los corredores. Una borrachera de atletismo en vena antes de dar las uvas.
Serafín, Eduardo, Enrique, Felipe, Alfredo, Pepe, Manolito, Sergio, Javier, Julio, José María, Emilio, Santiago, José Manuel… El santoral entero. A los que no encontraba en el metro de camino a la salida, me los topaba en el calentamiento, en la entrega de la ropa o en la misma salida. Y, además de ellos, otros muchos conocidos de carreras o de entrenamientos.
Este año llegué un poco antes de lo previsto. Me dio tiempo a darme una vuelta por el tinglado. Iba fijándome en la cara de todos los corredores. No conocía a nadie. A nadie. Al cabo de un rato, ¡por fin! me encontré con Fernando, ”Gandhi” el incombustible. El único al que pude saludar. Le pasaba igual que a mí. Recordamos viejos tiempos.
Línea de salida. Un año más. Muchos extranjeros. Esta carrera está resultando ser un atractivo más para pasar el fin de año en Madrid.
Objetivo: el tiempo del año pasado: 36’ 41’’. A 3’40’’. Salida vertiginosa.
Aplico la táctica desde el primer metro. Es sencilla: a tope. Al final de la cuesta me estallan los pulmones. No puedo correr a gusto porque hay muchísima gente.
Kilómetro 1. Miro el crono. “No veo un pijo”. Adivino un 3 y un 4. Vale. A tres cuarenta y pico. Voy “salao”. A tope y pringando segundos desde el primer kilómetro. El kilómetro 2 no le veo por ningún lado. Voy más pendiente de los pies de mis vecinos corredores. Ya más a gusto y a buen ritmo. Me encuentro bien. Kilómetro 3. Hay buena luz y veo el crono:10’30’’. ¡Caramba! A 3’ 30’’. Esto es ir más de prisa de lo esperado. No dudo en la táctica: seguir a tope. Si he corrido tres kilómetros así, puedo seguir.
La bajada desde la Puerta de Alcalá a Cibeles es bestial. El público llena las calles y se agolpa a animar a los corredores. Se me pone la carne de gallina. ¡Vamos!. Llego al kilómetro 5. Mis San Silvestres siempre han sido el tiempo del 5 por 2 más un minuto, más o menos. Miro el crono: 17’37’’.¡Toma ya!. Hago cuentas: eso es 36’ 14’’. No me lo creo. Voy a pinchar. Tal vez debería rediseñar a táctica. ¡A buenas horas!. Ya he pasado el ecuador de la carrera y sigo vivo. Mantengo la táctica: a tope.
Atocha. Una enorme multitud. Avenida Ciudad de Barcelona. Pasillo entre el público. Más aplausos, más ánimos. Sigue la bajada. No veo el kilómetro 6 ni el 7. Me da igual. Voy bien. Puente de Vallecas. Uno poco más adelante está el kilómetro 8 y comienza la cuesta. Un año más voy a afrontarla como siempre: no me va a adelantar nadie. Subo con fuerza. Voy pendiente de la gente, veo algún spray. Deben estar vacíos. He llegado tarde. Paso el kilómetro 9. Miro el crono pero no distingo los números. ¡Tengo nieve artificial! ¡Bien! ¡Otro objetivo conseguido!. Me duele todo, las rodillas y las piernas, pero no voy a ceder ahora. Veo una camiseta Laister a unas decenas de metros. Es Antonio Arribas. Un gran corredor. Me lanzo a por él. Le doy alcance en la última rampa. Nos vamos juntos hasta la meta. Miro el crono de meta: 36’12’’. ¡Qué pasada! ¡He bajado 29 segundos la marca del año pasado!. Es mucho mejor de lo que esperaba. A 3’ 37’’ el kilómetro. Todavía corro … deprisilla.

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