Luca Modric y Felipe Reyes, entre
otros muy célebres deportistas, me sonreían desde las paredes de la consulta.
Sentado en una silla, en calzoncillos y calcetines, solo me faltaba ponerme una
pajarita para parecer un concursante de Factor X. Una estrategia sin duda muy
bien desarrollada para hacerte sentir un títere ignorante y desprotegido entre
tanta bata, tanto título colgado de las paredes y tantas fotos con las más
sinceras muestras de agradecimiento de un sinfín de ilustres del deporte.
Veinte minutos de preguntas y
exploración por parte de un … ¿ayudante? ¿médico residente? Veinte minutos en
los que me dio tiempo a contarle todo. Mi historial, el mapa exacto, con todo
lujo de detalles, de los dolores de mi cuerpo, mis impresiones, mis temores,
mis dudas … todo.
Hasta que llegó el médico
oficial. El traumatólogo. El ilustre traumatólogo. Me saludó, se sentó sobre la
mesa y escuchó a su ayudante la exposición pormenorizada de los datos: varón,
55 años, corredor, menisectomía exterior completa, refiere dolor en
compartimento externo de la rodilla y tendón de Aquiles de ambas piernas…. O
algo así. Y ya. Veinte minutos resumidos en veinte palabras. ¡Eso es capacidad
de síntesis! A este le dan El Quijote y te lo resume en un tweet.
El ilustre tomó asiento, abrió la
carpeta con las pruebas que tres semanas antes me había encargado, miró arriba
y abajo, golpe de ratón por aquí, golpe de ratón por allá mientras el interior
de mi rodilla aparecía en la pantalla de ordenador más grande que he visto
nunca.
¿Y dónde dice que le duele?
Me duele aquí, aquí, aquí y aquí.
– dije señalando con precisión los puntos donde mi pierna me torturaba a cada
paso, desde la cabeza del peroné hasta el talón...
Bueno …. Mire… usted tiene la
rodilla muy mal. Pero muy mal… muy mal. No me extraña que le duela. – Dijo el
médico con un gesto de gravedad y condescendencia.
Perdone doctor, pero es que a mí
no me duele la rodilla. De hecho, me duele todo menos la rodilla. - Repuse.
Ya, ya, pero es que tiene la
rodilla muy mal. No tiene cartílago, tiene una condromalacia de espanto y así
no se puede correr. – insistió. De hecho, usted hace mucho que debió dejar de
correr… a menos que quiera tener una prótesis de rodilla a la vuelta de … ya.
Bueno, doctor, tendré la rodilla
todo lo mal que usted, las pruebas radiológicas o San Lucas Evangelista, santo
patrón de la medicina, quieran, pero es que a mí no me duele la rodilla. Me
duele aquí, aquí, aquí y aquí…pero no es la rodilla lo que me impide correr –
volvía a replicar tratando de reconducir lo que comenzaba a vislumbrarse un
callejón sin salida.
Ya, ya, pero es que esto es … como
si usted pretendiera correr con un coche que no tiene ruedas y se queja porque
no le funciona el intermitente. – me espetó el ilustre con la complacencia del
ayudante, que asentía dándome a entender que las cosa estaba tan clara que
resultaba indigno por mi parte dudar de quien dictaba semejante ejemplo de sabiduría.
Miré a Luca Modric y a Felipe Reyes
buscando inspiración, pero seguían sonrientes colgados de la pared abrazados a
este tipo que me estaba dando clases de mecánica del automóvil. Me pareció
incluso verlos asentir condescendientes.
Vale. ¿Y qué soluciones tenemos?
- pregunté tratando de buscar algo donde agarrarme antes de que la situación se
me fuera de las manos.
El ilustre volvió a sentarse
sobre la mesa y mirándome de arriba abajo –yo sentado en calzoncillos en la
silla, tratando de mantener la dignidad- me dijo:
Bueno … hay dos posibilidades-
Una es operarle para ponerle un menisco sintético. Claro que, si fuera así,
tendría que dejar de correr definitivamente. La otra es … romperle el fémur y
alinearle la pierna. Lo más probable es que también tuviera que dejar de
correr.
Se hizo el silencio. Me estaban
dando tiempo para que sopesara el alcance de aquellas dos alternativas, a cada
cual más audaz, más esperanzadora…
Me le quedé mirando los pocos
segundos que me dio para digerir la información. Algo así como tragarte un
hipopótamo en modo gragea.
Doctor – pregunté- ¿Cuál es el
diagnóstico de mis dolencias?
Tienes la rodilla destrozada. -
Contestó sin un ápice de vacilación o duda.
A mí no me duele la rodilla,
doctor - dije mientras recuperaba mis pantalones y me los calzaba de la mejor
manera posible. No me duele NADA la rodilla. Me duele TODO menos la rodilla.
Me despedí de Luca Modric y de
Felipe Reyes y, recuperada y abotonada la vestimenta, también del ilustre y su
ayudante, con toda educación, para proceder en el pasillo exterior a pasar
revista al índice completo de insultos del diccionario popular español en la
versión de mi barrio de nacimiento, modalidad mímica. Tampoco hay que perder
las formas.
Un impresionante elenco de
figuras de nuestro deporte me hizo el pasillo. Una cosa estaba clara: yo no
estaría colgado en esas paredes compartiendo agradecimientos con ellos.