sábado, 19 de febrero de 2022

TENDINITIS DEL TENDÓN DE AQUILES. ASÍ SALÍ DE LA LESIÓN. CAPÍTULO 5 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


523 DÍAS ATRÁS.

Tendinitis, tendinopatia, tendinosis, paratenonitis, bursitis…  podía llamarse de cualquier manera, me daba igual el nombre y los apellidos de un diagnóstico más que confirmado. Lo único cierto era que había noches que el dolor me despertaba y al levantarme y poner el pie en el suelo, comenzaba un día más, acompañado de la misma flecha que acabó con Aquiles clavada en mi tendón.

Probé todo lo que encontré por el camino. Tres años buscando una solución para mi tendón y también a un atrapamiento del nervio ciático en la parte posterior de la cabeza del peroné, dolor que se sumaba al primero en la misma pierna para completar un panorama desolador.

Intenté todo… o casi, porque escondida en la memoria quedaba una consulta a la clínica Avanfi en 2016 en la que el Dr. Manuel Villanueva ya me había hablado de una solución quirúrgica para el atrapamiento del nervio ciático. Entonces, solo oír hablar de volver a un quirófano me bloqueaba.

El día 13 de marzo de 2020, justo antes de iniciar el confinamiento por Covid, estaba en los Picos de Europa bajando por una de las canales que sale al Cares. Después de un par de días de camino recorriendo las montañas y ya en el empinado descenso de regreso a Caín, cada pisada era como un garrotazo en el tendón de Aquiles y cada flexión de la rodilla una aguja clavándose en mi pierna. En cuanto llegué al coche, resolví todas las dudas: al día siguiente llamaría a Avanfi para pedir cita.

El confinamiento demoró el encuentro hasta mayo. En la primera visita con los doctores Villanueva e Iborra volví a encontrar lo que ya hace años descubrí cuando me trataron mis problemas con la fascitis plantar: comprensión, cercanía, un diagnóstico claro y completo de la situación y una fundada esperanza de que podría volver a correr. Eso sí, pasando por el quirófano. Ellos estaban seguros de que serían capaces de resolver mis problemas. Tampoco me prometieron milagros, los kilómetros acumulados en mi cuerpo no desaparecerían con un bisturí. Pero me bastaba su seguridad. Me bastaba tener una esperanza. Después de haber sido desahuciado en más de una ocasión, encontrar alguien que afrontaba el reto de intentar repararme era alentador. Esta vez estaba decidido. Ya no es que no pudiera correr, es que prácticamente no podía caminar sin sentir un profundo dolor, tanto en el tendón como en la parte alta del peroné. Tendinopatía y atrapamiento. No podía seguir más tiempo así. Y si me tenía que operar alguien, serían ellos.

14 de septiembre de 2020.

Hay varias personas a mi alrededor. El Dr. Villanueva, el Dr. Iborra, la anestesista que no para de preguntarme cosas, comprobando el efecto de los fármacos. Todos se mueven con rapidez y seguridad. Me tranquiliza saber que ellos están conmigo. Alimento la esperanza de que, cuando me despierte, no solo los dolores sino también toda la frustración y la impotencia, quedarán atrás. De pronto todo se apaga y cuando regreso del profundo sueño tengo mi pierna izquierda completamente vendada.

El informe del alta es un parte de guerra: siete procedimientos terapéuticos, desde la cintilla iliotibial hasta el calcáneo pasando por un montón de cosas entre medias. Entre ellas, las más importantes: la descompresión microquirúrgica del nervio y la reparación del tendón de Aquiles. Ya me avisó el Dr. Villanueva “ya que te tengo dormido … “

Queda por delante un largo proceso de rehabilitación que comienzo tres semanas después. Elíptica, estiramientos, fortalecimiento y sesiones de fisioterapia con Mariano Neurosport. Trabajo, trabajo y trabajo para poder volver a correr. No va a ser ni fácil ni un proceso corto. Al contrario, pero, hay algo que puedo comprobar en seguida al caminar: no me duele el tendón de Aquiles y mi ciático ha quedado libre. Tengo otros problemas, es cierto, me duelen otras cosas, sí. Pero los dolores que me llevaron al límite se quedaron en aquel quirófano. Me he librado de ellos y lo siento como quien aleja de sí una maldición. Quedarán meses por delante hasta que vuelva a correr, pero no dejaré de intentarlo.

El día 11 de noviembre de 2021 volví a los Picos de Europa, 407 días después de la operación. Desde lo alto de una de esas canales que hacen tan especial estas montañas, caminé reencontrándome con las piedras, las cumbres y el paisaje, dando gracias a cada paso de poder hacerlo, al Dr. Villanueva, al Dr Iborra, a María y todo el equipo de Avanfi. También a Mariano, de la clínica Neurosport, que no dudó en trabajar en coordinación con ellos para resolver, sesión a sesión, los procedimientos de rehabilitación y mis prisas, más complicadas de tratar estas segundas, sin duda.

No está siendo la recuperación un camino de rosas, pero corro. Poco y despacio, pero he vuelto a correr y he regresado a la montaña y, lo que es más importante, como siempre he hecho, seguiré intentandolo día a día.


sábado, 5 de febrero de 2022

Y VOSOTROS… ¿DONDE ESTABAIS EN LOS MALOS TIEMPOS? CAPÍTULO 4 DE LA SERIE “PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO”

 


Donde estabais, donde estabais en los malos tiempos … cantaba La Unión.

En más de una ocasión he leído que uno conoce verdaderamente quienes son sus amigos cuando está lesionado. Yo no opino lo mismo. Yo más bien considero que uno sabe quiénes son sus amigos estés lesionado, sano, alegre, triste, entero o en trozos.

El atletismo, las carreras, el pertenecer a un equipo, el coincidir en los entrenamientos, … todo eso nos hace compañeros de viaje. Elegimos una actividad y coincidimos a lo largo de una parte de nuestras vidas y, como en cualquier otra, hacemos amigos para siempre, como cantaban Los Manolos, o simplemente, compañeros, que no es poco, pero no es lo mismo. Cuando uno se lesiona, deja de participar, de coincidir, …deja de estar y, por tanto, esos compañeros siguen su trayectoria, de la que uno se aparta, por obligación, porque no puede continuar. Y el resto sigue, porque la vida sigue. Que se detenga bruscamente para quien se ha lesionado no cambia nada para todos los demás.

-          Coño Ángel, pensé que te habías muerto.

Así me saludó, una mañana que nos cruzamos, uno de esos compañeros de carreras, con los que me encontraba frecuentemente y comentábamos carreras, entrenamientos, rutas y dolores.

-          Pues… no. No me he muerto. Aquí sigo.

Le contesté un tanto sorprendido, despreocupado, incluso hasta divertido por lo inesperado del saludo. Luego, pensándolo más detenidamente me di cuenta que, en cierto modo, había desaparecido del todo del mundo de las carreras … y, con una cierta aprensión, también concluí que, de alguna manera y para esa actividad… tal vez…. no le faltaba razón.

Donde estabais entonces cuando tanto os necesité, cantaba Manolo García.

Tampoco voy a ocultaros la verdad de mis pensamientos. Claro que os eché de menos. Cuando me cruzaba con algún corredor, los primeros meses nos parábamos y compartíamos alguna información en ese código particular entre corredores: qué tal la última carrera, qué tal tu lesión, qué estas preparando, que te vaya bien, ya me contarás y tú que te recuperes.

Tiempo después bastaban unas pocas palabras, esta vez ya poco relacionadas con el mundo de las carreras. Y después, un simple saludo. Incluso, alguna vez, ni eso.

Así que, sí: yo desaparecí y vosotros también para mí, así, en general, sin excepciones. Lo confieso con abierta sinceridad. No quería saber nada de carreras, nada de atletismo y … nada de vosotros. Luego, igual que vino ese furor un tanto irracional, se pasó por completo. Como una tormenta de verano que descarga con toda violencia y al poco desaparece para dejarle al sol todo el horizonte. El que había abandonado ese viaje compartido a lo largo de tantos años, era yo. Vosotros seguíais vuestro trayecto. Era yo el que se quedaba atrás. ¿Qué culpa teníais vosotros en ello? Ninguna. Entonces, pasé del rencor a la indiferencia y de ésta, a la esperanza de recuperaros. 

Entre medias y por el camino hubo unas pocas personas que nunca se olvidaron de mí. Me llamaban y me preguntaban por mi lesión. Me mantuvieron en su recuerdo, entendiendo que aquél contacto podía significar una ayuda, un alivio, un empujón para mí. Si leen esto, saben que me estoy refiriendo a ellos. No se olvidaron de mí a lo largo de estos cuatro años. Eso es tanto tiempo como el agradecimiento que les debo. Me ayudaron, me aliviaron y me empujaron a seguir.

¿Y ahora qué? Pues ahora que he salido unos cuantos días a correr y, como no podía ser de otra forma, me he vuelto a cruzar con algunos de vosotros y ahí estáis de nuevo, como hace cuatro años, porque nunca os habéis ido. Y de nuevo me veis y, tal vez un poco sorprendidos (¡Caracoles! ¿no se había muerto?) os paráis, me preguntáis, cruzamos las primeras palabras de carreras, de entrenamientos, de dolores … mientras advierto una sincera alegría en vuestras palabras.

Así que …sí. Estoy resucitando.