martes, 9 de agosto de 2022

13ª CARRERA POPULAR NARRILLOS DE SAN LEONARDO

 

FOTO DE GONZALO GONZALEZ DE VEGA


Todos los pueblos deberían tener una carrera. Por lo menos una carrera. Supongo que, si en lugar de gustarme el atletismo me gustara el futbol sala o el tiro con arco, diría lo mismo de estos otros deportes. Pues sí, lo diría … y añadiría una carrera. También alguna sesión de cine nocturno al aire libre, un concierto de música, un certamen de pintura y otras muchas cosas.

Claro que para todo eso hace falta gente que deje de lado sus cositas y dedique su tiempo libre a organizarlo todo. A pensarlo, a buscar la manera de hacerlo, ayuda para financiarlo, a pedir favores, encargar camisetas sin saber cuántas ni de qué talla se van a necesitar, a montar y desmontar tenderetes, a enfriar bebidas, a poner vallas…

Luego, el día de la carrera, del concierto o del concurso de jotas, vamos los interesados, pagamos una pequeña cantidad, disfrutamos del evento y nos volvemos a casa tan contentos.

A los organizadores aún les queda trabajo, dejarlo todo como estaba, incluyendo recoger las botellas que hemos ido tirando por el recorrido, latas vacías en la meta cuidadosamente apoyadas en el alfeizar de una ventana, retirar cintas de balizar, desmontar casetas, …

El esfuerzo es el mismo si corren 50 personas o 300 ... un poco más de jaleo, un poco más de agua, unas sandías más y alguna dificultad añadida para aparcar por el pueblo.

Por eso, en primer lugar, quiero dar las gracias a todas esas personas que, un año más, se pusieron manos a la obra y organizaron la decimotercera edición de esta carrera.

Hacía mucho calor, como casi todos los años, pero el ambiente era el de siempre. Después de cinco años sin correr una carrera en Ávila, volver a ponerme el dorsal me producía una sensación un tanto extraña. Me sentía bastante fuera de lugar participando en una carrera en la que, de antemano, sabía que no iba a poder correr como siempre lo he hecho: a competir. Ya no tengo cuerpo para eso y tampoco entreno lo que se necesita para llegar a una carrera a darlo todo y aunque podía haber intentado ir algo más fuerte, la prudencia me obligaba a no encenderme demasiado.

Así que corrí entre medias de “medio deprisa y medio como pude”, más lo segundo que lo primero y me planté en la meta tan contento de volver a correr con un dorsal en el pecho y sobre todo, de saludar a algunos de los compañeros de carreras de siempre, que muy cariñosamente me recibieron con la alegría de volver a verme con el traje de luces, un tanto ajado ya, pero aún útil para alguna faena más. También os quiero dar las gracias. Seguid ahí.

Volveremos a vernos.


sábado, 18 de junio de 2022

CUADERNO DE VIAJE. ETIOPÍA. ...POLVO, SUDOR Y MOCOS SE REPARTÍAN LA CARA.

 



El muchacho seguía nuestros pasos medio escondido entre los arbustos, los árboles y las rocas próximas al camino. No obstante, Sansom, nuestro guía, ya había detectado su presencia desde que abandonamos el coche y comenzamos a caminar. Al cabo de un rato, le dijo algo en amárico y el chico salió de su refugio quedándose a una distancia prudencial de nosotros. Intercambiaron unas palabras más y se acercó otro poco, a unos pasos de nuestra posición. Elías sacó de su mochila una pequeña figura de plástico de colores chillones parecida a un dragón y se la ofreció. La curiosidad pudo más que sus temores y se apresuró a cogerla, encerrándola en su puño como si en cualquier momento pudiera echar a volar.

En esos pocos minutos que pasaron desde que le vimos hasta que se marchó de nuestro lado, tracé un retrato de su aspecto que ha quedado grabado en mi memoria de forma indeleble. No me atreví a hacerle una foto por respeto hacia él, conocedor del recelo que suelen tener a que los “farangi” (los extranjeros) disparen sus indiscretas cámaras a todo aquello que se les pone por medio.

Lo más llamativo eran sus ojos: grandes, del color de la miel, limpios, sinceros, serenos y por encima de todo, llenos de dignidad. Lo acompañaba una sonrisa entre pícara y divertida, que dejaban ver unos dientes grandes y blancos. El resto era una costra de mugre desde el pelo a los pies. Polvo, sudor y mocos se repartían la cara. De rodillas para abajo, chorretes de barro seco se perdían en los pies, solo protegidos por unas sandalias con las que parecía imposible recorrer los caminos llenos de piedras, charcos y matas con espinas.

El conjunto lo completaba la ropa: una camiseta que en origen debió ser a rayas amarillas y verdes, se apoyada sobre sus hombros echa jirones. Me llamó particularmente la atención una de las mangas, cosida completa y toscamente con una hebra de plástico de saco. Los pantalones necesariamente debían haber conocido otros dueños antes que el chico, cuya edad podía rondar los diez años. Tenían agujeros por todas partes y solo a tiras, algunas partes alcanzaban los tobillos.

Al caer la tarde reanudamos nuestro viaje, llegamos a una ciudad y me di de bruces con la paradoja que, cuatro años después, sigue alojada en la parte donde se nos quedan almacenadas todas las rayaduras. Caminando por las calles observé como algunos jóvenes, aquellos con más dinero, vestían pantalones vaqueros descosidos, rasgados, rotos, a la manera más occidental que pudiera parecer. De las tiendas colgaban cazadoras, chalecos, pantalones y shorts vaqueros con agujeros que los jóvenes lucían con la misma despreocupación y naturalidad con la que se puede hacer en Madrid, Roma, Nueva York o Londres.

En tan poco espacio físico y temporal me di de bruces con dos realidades completamente distintas: la de un muchacho que vestía harapos porque con toda seguridad la vida no le daba para más y la de unos jóvenes a los que la moda casi les conducía a ello.

Años después sigo sin entender que los pantalones “se lleven” rotos. Es consecuencia de mi edad, de mi educación y de mi origen. He sido el rey de las rodilleras. No había pantalón largo que no estrenara con una buena caída en mitad del patio en el recreo.

Pero ahora, cada vez que me cruzo con una pandilla y los veo vestir “a la moda de los agujeros” me acuerdo de aquel muchacho en un lugar recóndito de Etiopía, de su camiseta, de sus pantalones y de su sonrisa.

Y … aún.

A la mañana siguiente, cuando nos levantamos para emprender viaje, la calle estaba poblada de bultos cubiertos por mantas.  Uno de ellos, se incorporó a nuestro paso, desnudo, recogió su manta, se la anudó a la cintura, cogió su bastón y comenzó su jornada. En su mirada volví a encontrar tanta tristeza como dignidad. Sansom me miró y me dijo, “lleva consigo todo lo que tiene: una manta para abrigarse y un bastón para defenderse”.

Etiopía está en guerra. No tiene gas, ni petróleo, ni supone una amenaza para Europa. La población del país, actualmente de 115 millones, se duplica cada 25 años. El índice de fecundidad es de 4,05 hijos por mujer. Se encuentra en el puesto 171 de 196 en cuanto a su nivel de vida.


jueves, 16 de junio de 2022

MADRID NORTE VS SUR 2022

 


Enfrentar a corredores del Norte contra corredores del Sur es una excusa tan válida para organizar una carrera como cualquier otra. Mi barrio madrileño, al que sigo perteneciendo, tal vez sin derecho y desde luego tampoco de hecho, está al este de la ciudad, lo que me permite elegir bando según me guste más una camiseta u otra, cosa que también haría, aunque viviera en Chamartín o en Villaverde.

La carrera se anunciaba como uno de los mejores circuitos para correr en Madrid y desde luego lo es, pero … con cuestas. Que el desnivel final sea de más de 100 metros de descenso no quita para que entre medias, “te comas” unos cuantos repechos que, en mi caso, con poco fuelle y menos fuerzas, me pasaron una más que abultada factura.

La salida, perfectamente organizada por cajones en los que los corredores parece que ya hemos aprendido a situarnos en función de nuestras expectativas (no todos, …aun te estrellas con algún “armario” a los quinientos metros de salida de los que no han terminado de hacer las cuentas de su tiempo en 10K).

Y allí estaba yo, en mitad de una muchedumbre de más de 5000 corredores otra vez por las calles de Madrid, calle Serrano abajo, tal vez por la que más veces he competido en mi vida, sin la ambición de otras veces, pero probablemente con más ilusión y agradecimiento que otras.

Volver a competir es un lujo que hace tiempo estaba casi descartado. Volver A pisar el asfalto entre una multitud de corredores. ¡Qué poco se valora cuando lo tienes a tus pies!¡Cuánto tiempo pensado en recuperar aquellos momentos! Y, un buen día…, aquí estoy.

Uno nace de una determinada manera. Acordaos de los guisantes de Mendel. Pura genética. Y luego, te vas haciendo, como un bizcocho. Te vas modelando, se aprenden cosas, se viven otras, se disfrutan, se sufren, ganas, pierdes, sueñas, aciertas, te equivocas, hieres, te hieren… Y eres así. Y como eres así, haces las mismas cosas de la misma manera.

Siempre he corrido con toda mi alma. A veces ha corrido más mi alma que todo mi cuerpo. Quizá ya no es momento de hacerlo así. Tal vez debería aprender algo del pasado. Pero me cuesta. Y ¡ay!... No me olvidé del crono. Ese endemoniado artilugio siempre tan constante, siempre tan certero. Y pretendí correr contra el tiempo. Y ese tiempo, pequeño, esos minutos y segundos que reflejan lo que tardé en correr de una línea a otra distanciadas entre sí diez mil metros, reflejaba otro tiempo más grande, ese otro que pasa día a día, mes a mes, estación a estación. Ese que marca todo lo que ha pasado desde el día que tuve que parar de correr hasta ahora que vuelvo a hacerlo.

El reto es asumirlo. Y superarlo. Y está conseguido: tanto asumido como superado. Y con un añadido: disfrutarlo igual que antes.

Así que la Norte Sur fue una fiesta que disfruté en la más íntima soledad entre miles de corredores, porque, ahora resulta… ¡que ya no conozco a nadie! Pero esa es otra historia.

 


jueves, 3 de marzo de 2022

… Y AHORA … ¿POR QUÉ SEGUIR CORRIENDO?. CAPÍTULO 6 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


Esta pregunta me la han formulado muchas veces a lo largo de estos últimos años ¿Por qué quieres seguir corriendo?

Hay muchas respuestas posibles. Cada uno de nosotros puede tener sus motivos. Y además cambian con el tiempo. Un buen día, las marcas y los puestos en la clasificación desaparecen para dejar paso a otras razones menos “medibles”. Así que me he sentado delante de una hoja en blanco a escribir qué me mueve a querer seguir. Tal vez pueda pareceros…hasta cursi, no sé, pero ahí van:

Levantarme a las seis y media de la mañana en una ciudad desconocida y recorrer sus calles a la luz de las farolas escuchando cómo amanece.

Ver salir el sol en el mar y la puesta entre montañas.

Pisar charcos los días de lluvia.

Escuchar el ruido de mis pisadas en un parque tapizado de hojas movidas por el viento.

Criar mariposas en la tripa unos cuantos días antes de una carrera.

Esperar el disparo de salida.

Ver mis huellas sobre la nieve.

Sentir los latidos de mi corazón golpeando en el final de una cuesta.

Pararme, buscar un palo, hacer un canalillo y ver cómo sale toda el agua de un charco.

Subir por una ladera con la vista clavada en el suelo a zancadas más cortas que pasos para llegar arriba, levantar la mirada y encontrar la inmensidad.

Chocar la mano extendida de un niño en mitad de una carrera.

Estas son 11 razones. Pero si no os gustan, me pasa lo que al gran Groucho: tengo más. En realidad, tengo muchísimas más. Todas ellas son las que me hacen seguir corriendo, deprisa, despacio, mucho o poco. El siguiente paso, el minuto próximo, en el espacio y en el tiempo, lo que está por venir puede ser una razón más. 

No solo una más ... tal vez la mejor.

sábado, 19 de febrero de 2022

TENDINITIS DEL TENDÓN DE AQUILES. ASÍ SALÍ DE LA LESIÓN. CAPÍTULO 5 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


523 DÍAS ATRÁS.

Tendinitis, tendinopatia, tendinosis, paratenonitis, bursitis…  podía llamarse de cualquier manera, me daba igual el nombre y los apellidos de un diagnóstico más que confirmado. Lo único cierto era que había noches que el dolor me despertaba y al levantarme y poner el pie en el suelo, comenzaba un día más, acompañado de la misma flecha que acabó con Aquiles clavada en mi tendón.

Probé todo lo que encontré por el camino. Tres años buscando una solución para mi tendón y también a un atrapamiento del nervio ciático en la parte posterior de la cabeza del peroné, dolor que se sumaba al primero en la misma pierna para completar un panorama desolador.

Intenté todo… o casi, porque escondida en la memoria quedaba una consulta a la clínica Avanfi en 2016 en la que el Dr. Manuel Villanueva ya me había hablado de una solución quirúrgica para el atrapamiento del nervio ciático. Entonces, solo oír hablar de volver a un quirófano me bloqueaba.

El día 13 de marzo de 2020, justo antes de iniciar el confinamiento por Covid, estaba en los Picos de Europa bajando por una de las canales que sale al Cares. Después de un par de días de camino recorriendo las montañas y ya en el empinado descenso de regreso a Caín, cada pisada era como un garrotazo en el tendón de Aquiles y cada flexión de la rodilla una aguja clavándose en mi pierna. En cuanto llegué al coche, resolví todas las dudas: al día siguiente llamaría a Avanfi para pedir cita.

El confinamiento demoró el encuentro hasta mayo. En la primera visita con los doctores Villanueva e Iborra volví a encontrar lo que ya hace años descubrí cuando me trataron mis problemas con la fascitis plantar: comprensión, cercanía, un diagnóstico claro y completo de la situación y una fundada esperanza de que podría volver a correr. Eso sí, pasando por el quirófano. Ellos estaban seguros de que serían capaces de resolver mis problemas. Tampoco me prometieron milagros, los kilómetros acumulados en mi cuerpo no desaparecerían con un bisturí. Pero me bastaba su seguridad. Me bastaba tener una esperanza. Después de haber sido desahuciado en más de una ocasión, encontrar alguien que afrontaba el reto de intentar repararme era alentador. Esta vez estaba decidido. Ya no es que no pudiera correr, es que prácticamente no podía caminar sin sentir un profundo dolor, tanto en el tendón como en la parte alta del peroné. Tendinopatía y atrapamiento. No podía seguir más tiempo así. Y si me tenía que operar alguien, serían ellos.

14 de septiembre de 2020.

Hay varias personas a mi alrededor. El Dr. Villanueva, el Dr. Iborra, la anestesista que no para de preguntarme cosas, comprobando el efecto de los fármacos. Todos se mueven con rapidez y seguridad. Me tranquiliza saber que ellos están conmigo. Alimento la esperanza de que, cuando me despierte, no solo los dolores sino también toda la frustración y la impotencia, quedarán atrás. De pronto todo se apaga y cuando regreso del profundo sueño tengo mi pierna izquierda completamente vendada.

El informe del alta es un parte de guerra: siete procedimientos terapéuticos, desde la cintilla iliotibial hasta el calcáneo pasando por un montón de cosas entre medias. Entre ellas, las más importantes: la descompresión microquirúrgica del nervio y la reparación del tendón de Aquiles. Ya me avisó el Dr. Villanueva “ya que te tengo dormido … “

Queda por delante un largo proceso de rehabilitación que comienzo tres semanas después. Elíptica, estiramientos, fortalecimiento y sesiones de fisioterapia con Mariano Neurosport. Trabajo, trabajo y trabajo para poder volver a correr. No va a ser ni fácil ni un proceso corto. Al contrario, pero, hay algo que puedo comprobar en seguida al caminar: no me duele el tendón de Aquiles y mi ciático ha quedado libre. Tengo otros problemas, es cierto, me duelen otras cosas, sí. Pero los dolores que me llevaron al límite se quedaron en aquel quirófano. Me he librado de ellos y lo siento como quien aleja de sí una maldición. Quedarán meses por delante hasta que vuelva a correr, pero no dejaré de intentarlo.

El día 11 de noviembre de 2021 volví a los Picos de Europa, 407 días después de la operación. Desde lo alto de una de esas canales que hacen tan especial estas montañas, caminé reencontrándome con las piedras, las cumbres y el paisaje, dando gracias a cada paso de poder hacerlo, al Dr. Villanueva, al Dr Iborra, a María y todo el equipo de Avanfi. También a Mariano, de la clínica Neurosport, que no dudó en trabajar en coordinación con ellos para resolver, sesión a sesión, los procedimientos de rehabilitación y mis prisas, más complicadas de tratar estas segundas, sin duda.

No está siendo la recuperación un camino de rosas, pero corro. Poco y despacio, pero he vuelto a correr y he regresado a la montaña y, lo que es más importante, como siempre he hecho, seguiré intentandolo día a día.


sábado, 5 de febrero de 2022

Y VOSOTROS… ¿DONDE ESTABAIS EN LOS MALOS TIEMPOS? CAPÍTULO 4 DE LA SERIE “PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO”

 


Donde estabais, donde estabais en los malos tiempos … cantaba La Unión.

En más de una ocasión he leído que uno conoce verdaderamente quienes son sus amigos cuando está lesionado. Yo no opino lo mismo. Yo más bien considero que uno sabe quiénes son sus amigos estés lesionado, sano, alegre, triste, entero o en trozos.

El atletismo, las carreras, el pertenecer a un equipo, el coincidir en los entrenamientos, … todo eso nos hace compañeros de viaje. Elegimos una actividad y coincidimos a lo largo de una parte de nuestras vidas y, como en cualquier otra, hacemos amigos para siempre, como cantaban Los Manolos, o simplemente, compañeros, que no es poco, pero no es lo mismo. Cuando uno se lesiona, deja de participar, de coincidir, …deja de estar y, por tanto, esos compañeros siguen su trayectoria, de la que uno se aparta, por obligación, porque no puede continuar. Y el resto sigue, porque la vida sigue. Que se detenga bruscamente para quien se ha lesionado no cambia nada para todos los demás.

-          Coño Ángel, pensé que te habías muerto.

Así me saludó, una mañana que nos cruzamos, uno de esos compañeros de carreras, con los que me encontraba frecuentemente y comentábamos carreras, entrenamientos, rutas y dolores.

-          Pues… no. No me he muerto. Aquí sigo.

Le contesté un tanto sorprendido, despreocupado, incluso hasta divertido por lo inesperado del saludo. Luego, pensándolo más detenidamente me di cuenta que, en cierto modo, había desaparecido del todo del mundo de las carreras … y, con una cierta aprensión, también concluí que, de alguna manera y para esa actividad… tal vez…. no le faltaba razón.

Donde estabais entonces cuando tanto os necesité, cantaba Manolo García.

Tampoco voy a ocultaros la verdad de mis pensamientos. Claro que os eché de menos. Cuando me cruzaba con algún corredor, los primeros meses nos parábamos y compartíamos alguna información en ese código particular entre corredores: qué tal la última carrera, qué tal tu lesión, qué estas preparando, que te vaya bien, ya me contarás y tú que te recuperes.

Tiempo después bastaban unas pocas palabras, esta vez ya poco relacionadas con el mundo de las carreras. Y después, un simple saludo. Incluso, alguna vez, ni eso.

Así que, sí: yo desaparecí y vosotros también para mí, así, en general, sin excepciones. Lo confieso con abierta sinceridad. No quería saber nada de carreras, nada de atletismo y … nada de vosotros. Luego, igual que vino ese furor un tanto irracional, se pasó por completo. Como una tormenta de verano que descarga con toda violencia y al poco desaparece para dejarle al sol todo el horizonte. El que había abandonado ese viaje compartido a lo largo de tantos años, era yo. Vosotros seguíais vuestro trayecto. Era yo el que se quedaba atrás. ¿Qué culpa teníais vosotros en ello? Ninguna. Entonces, pasé del rencor a la indiferencia y de ésta, a la esperanza de recuperaros. 

Entre medias y por el camino hubo unas pocas personas que nunca se olvidaron de mí. Me llamaban y me preguntaban por mi lesión. Me mantuvieron en su recuerdo, entendiendo que aquél contacto podía significar una ayuda, un alivio, un empujón para mí. Si leen esto, saben que me estoy refiriendo a ellos. No se olvidaron de mí a lo largo de estos cuatro años. Eso es tanto tiempo como el agradecimiento que les debo. Me ayudaron, me aliviaron y me empujaron a seguir.

¿Y ahora qué? Pues ahora que he salido unos cuantos días a correr y, como no podía ser de otra forma, me he vuelto a cruzar con algunos de vosotros y ahí estáis de nuevo, como hace cuatro años, porque nunca os habéis ido. Y de nuevo me veis y, tal vez un poco sorprendidos (¡Caracoles! ¿no se había muerto?) os paráis, me preguntáis, cruzamos las primeras palabras de carreras, de entrenamientos, de dolores … mientras advierto una sincera alegría en vuestras palabras.

Así que …sí. Estoy resucitando.


sábado, 29 de enero de 2022

EN CALZONCILLOS FRENTE AL ILUSTRE DOCTOR. CAPÍTULO 3 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


12 DE MARZO DE 2018. 1430 DÍAS ATRÁS.

Luca Modric y Felipe Reyes, entre otros muy célebres deportistas, me sonreían desde las paredes de la consulta. Sentado en una silla, en calzoncillos y calcetines, solo me faltaba ponerme una pajarita para parecer un concursante de Factor X. Una estrategia sin duda muy bien desarrollada para hacerte sentir un títere ignorante y desprotegido entre tanta bata, tanto título colgado de las paredes y tantas fotos con las más sinceras muestras de agradecimiento de un sinfín de ilustres del deporte.

Veinte minutos de preguntas y exploración por parte de un … ¿ayudante? ¿médico residente? Veinte minutos en los que me dio tiempo a contarle todo. Mi historial, el mapa exacto, con todo lujo de detalles, de los dolores de mi cuerpo, mis impresiones, mis temores, mis dudas … todo.

Hasta que llegó el médico oficial. El traumatólogo. El ilustre traumatólogo. Me saludó, se sentó sobre la mesa y escuchó a su ayudante la exposición pormenorizada de los datos: varón, 55 años, corredor, menisectomía exterior completa, refiere dolor en compartimento externo de la rodilla y tendón de Aquiles de ambas piernas…. O algo así. Y ya. Veinte minutos resumidos en veinte palabras. ¡Eso es capacidad de síntesis! A este le dan El Quijote y te lo resume en un tweet.

El ilustre tomó asiento, abrió la carpeta con las pruebas que tres semanas antes me había encargado, miró arriba y abajo, golpe de ratón por aquí, golpe de ratón por allá mientras el interior de mi rodilla aparecía en la pantalla de ordenador más grande que he visto nunca.

¿Y dónde dice que le duele?

Me duele aquí, aquí, aquí y aquí. – dije señalando con precisión los puntos donde mi pierna me torturaba a cada paso, desde la cabeza del peroné hasta el talón...

Bueno …. Mire… usted tiene la rodilla muy mal. Pero muy mal… muy mal. No me extraña que le duela. – Dijo el médico con un gesto de gravedad y condescendencia.

Perdone doctor, pero es que a mí no me duele la rodilla. De hecho, me duele todo menos la rodilla. - Repuse.

Ya, ya, pero es que tiene la rodilla muy mal. No tiene cartílago, tiene una condromalacia de espanto y así no se puede correr. – insistió. De hecho, usted hace mucho que debió dejar de correr… a menos que quiera tener una prótesis de rodilla a la vuelta de … ya.

Bueno, doctor, tendré la rodilla todo lo mal que usted, las pruebas radiológicas o San Lucas Evangelista, santo patrón de la medicina, quieran, pero es que a mí no me duele la rodilla. Me duele aquí, aquí, aquí y aquí…pero no es la rodilla lo que me impide correr – volvía a replicar tratando de reconducir lo que comenzaba a vislumbrarse un callejón sin salida.

Ya, ya, pero es que esto es … como si usted pretendiera correr con un coche que no tiene ruedas y se queja porque no le funciona el intermitente. – me espetó el ilustre con la complacencia del ayudante, que asentía dándome a entender que las cosa estaba tan clara que resultaba indigno por mi parte dudar de quien dictaba semejante ejemplo de sabiduría.

Miré a Luca Modric y a Felipe Reyes buscando inspiración, pero seguían sonrientes colgados de la pared abrazados a este tipo que me estaba dando clases de mecánica del automóvil. Me pareció incluso verlos asentir condescendientes.

Vale. ¿Y qué soluciones tenemos? - pregunté tratando de buscar algo donde agarrarme antes de que la situación se me fuera de las manos.

El ilustre volvió a sentarse sobre la mesa y mirándome de arriba abajo –yo sentado en calzoncillos en la silla, tratando de mantener la dignidad- me dijo:

Bueno … hay dos posibilidades- Una es operarle para ponerle un menisco sintético. Claro que, si fuera así, tendría que dejar de correr definitivamente. La otra es … romperle el fémur y alinearle la pierna. Lo más probable es que también tuviera que dejar de correr.

Se hizo el silencio. Me estaban dando tiempo para que sopesara el alcance de aquellas dos alternativas, a cada cual más audaz, más esperanzadora…

Me le quedé mirando los pocos segundos que me dio para digerir la información. Algo así como tragarte un hipopótamo en modo gragea.

Doctor – pregunté- ¿Cuál es el diagnóstico de mis dolencias?

Tienes la rodilla destrozada. - Contestó sin un ápice de vacilación o duda.

A mí no me duele la rodilla, doctor - dije mientras recuperaba mis pantalones y me los calzaba de la mejor manera posible. No me duele NADA la rodilla. Me duele TODO menos la rodilla.

Me despedí de Luca Modric y de Felipe Reyes y, recuperada y abotonada la vestimenta, también del ilustre y su ayudante, con toda educación, para proceder en el pasillo exterior a pasar revista al índice completo de insultos del diccionario popular español en la versión de mi barrio de nacimiento, modalidad mímica. Tampoco hay que perder las formas.

Un impresionante elenco de figuras de nuestro deporte me hizo el pasillo. Una cosa estaba clara: yo no estaría colgado en esas paredes compartiendo agradecimientos con ellos.

domingo, 23 de enero de 2022

EL PRIVILEGIO DE SOLO ESTAR LESIONADO. CAPÍTULO 2 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


15 de septiembre de 2017. 1580 DÍAS ATRÁS...

Un pozo, un túnel, un desierto, el océano, la noche,… podía caer en los tópicos habituales de las lesiones y revolcarme en el barro como un jabalí o podía hacer un análisis un poco más detallado de la situación para evaluar daños y perdidas como un bróker de la city londinense sentado en un pub acompañado de una pinta de cerveza fresquita.

Entre jabalí o broker, opté por lo segundo. Sin cerveza, eso sí. Con una limonada.

Situación: me duelen unas cuantas porciones de mi cuerpo, no pocas. Ninguna de ellas vitales, el dolor no es absolutamente incapacitante, no revisten gravedad y no me impiden hacer otras cosas, entre las que, por suerte, se encuentran las que los médicos complacientes llaman… “una vida normal”.

Una mirada a mi alrededor ajusta mis piezas a las del conjunto: dos compañeras con cáncer luchando por superarlo, un amigo con una severa patología cardiaca, todas aquellas personas a las que miraba con pudor mientras yo corría y ellos se manejan en una silla de ruedas, aquellas otras que pasean tan solas como tristes. Abro más el angular y entran en pantalla otras muchas personas que conocí en algunos de los países más desfavorecidos que pude visitar. Me duela lo que me duela, soy un privilegiado.

Pregunta clave: ¿Tengo algún derecho a quejarme de algo?

Sorbito de limonada. Lo justo para meditar una respuesta: Objetivamente, ninguno.

Así pues, mi conciencia, tan insidiosa como implacable, pero siempre atenta en los momentos importantes, dicta cuatro órdenes claras, contundentes, sin posibilidad de réplica, como un general al mando en el momento crucial de una batalla: 

No volverás a correr en tanto no venzas los dolores.

Buscarás la manera de superarlos.

Seguirás entrenando. Una cosa es no correr y otra muy diferente tirarse a la bartola.

¿Entendido? Pues ale, …. andando y a cumplir. ¡Rompan filas! No quiero escuchar una sola queja.

Mi General, falta una.

Anda, tira “p´adelante” y calla.

Pues ale. Rompo filas. Y ahora ¿qué?

Lo primero está cumplido. Lo segundo es cuestión de ponerlo en marcha. Otra vez iniciar una gira de médicos y fisios a ver quién da con la tecla, aunque en este caso no es una sola la que suena desafinada, es el teclado entero y probablemente alguna parte más del piano, ¡yo qué sé!, las patas o la tapa.

No quejarse, es solo cuestión de proponérselo.

Y seguir entrenando, sin poder correr…, queda hacer gimnasia, montar en bici, ir a la montaña … tal vez sea posible

Y ya. Hasta aquí. Lo demás es quejarse. Contraviene las órdenes.


sábado, 15 de enero de 2022

LA VIDA ES LO QUE PASA MIENTRAS ESTÁS OCUPADO HACIENDO OTROS PLANES. CAPÍTULO 1 DE LA SERIE “PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO”

 


31 de agosto de 2017. 1595 DÍAS ATRÁS...

He salido a correr un rato. La tarde es apacible. Ya no aprieta el calor y, a pesar del aspecto seco de los campos y el polvo del camino, resulta agradable disfrutar de una carrerilla.

Disfrutar.

Hace tiempo que no me alcanza el cuerpo para tanto. Veinte minutos de ida y regreso. Ese es el plan. Termino la ida. Comienza la vuelta. Entro de nuevo entre las fincas cerradas, ya próximo a la ciudad. Desde que he salido me duele el tendón de Aquiles, la rodilla y la espalda. Y de pronto… también la otra rodilla. Me quiero parar. Dudo. Sigo.

Parar.

El último paso. Cojo aire. Giro sobre mí mismo. Busco algo. Ni fuera ni dentro de mí. Llevo días así y es momento de decidir. Miro al cielo. No está escrita la respuesta. Miro al suelo. Tampoco. Seguir o parar. Seguir o parar. Seguir o parar.

Decidir.

De pie. Quieto. Los brazos en jarras. La cabeza gacha. Los ojos cerrados. Nadie va a responder a la pregunta que sale de tu cabeza y golpea con fuerza en tu pecho. Nadie que no sea yo mismo va a responder a una pregunta que solo tiene una respuesta y que yo mismo conozco desde hace semanas, tal vez meses.

Respuesta.

Camino hasta casa. La piedra gorda que queda a mi izquierda marca el último paso. Lo grabo como un recuerdo por si acaso alguna vez tengo que unir físicamente el pasado con el futuro. ¿Hace falta hacer eso? ¿Volver al sitio donde terminas para volver a empezar? Ya veremos.  De momento la decisión está tomada. Tan firme como dura: no volveré a correr con dolor.

Decisión.

No volveré a correr con dolor. Significa seguir decidiendo. ¿Qué hago ahora? Nueva pregunta. ¿Quiero volver a correr? Y con esta, otras que surgen derivadas. Un cesto de cerezas. Tiras de una y sacas dos. ¿Si? Y entonces, ¿Cómo hago para quitarme todos estos dolores? ¿Dónde busco una solución? Empezara buscar una solución….  Y si no ¿Qué? ¿Dejar de entrenar? ¿Dejar de correr? ¿Después de cuarenta años? ¿Cómo será vivir sin correr, sin carreras en la cabeza, sin entrenamientos diarios? Empezar a buscar otra solución…

Vivir.

John Lennon suena en los auriculares. Beautiful boy.

Life is what happens to you while you´re busy making other plans.

La vida es lo que pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes.

Planes.

Tenía unos planes y ahora tengo que hacer otros. Y mientras la vida continúa.

Every day in every way it´s getting better and better.

Gracias, John. Me mata tu optimismo.


domingo, 2 de enero de 2022

SAN SILVESTRE VALLECANA 2021. VOLVEMOS. CAPÍTULO 7 (Y ÚLTIMO) DE LA SERIE “PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO”

 


Esto es empezar una historia por el final. Una historia de cuatro años. Una larga historia llena de momentos inolvidables. Unos muy duros y otros muy gratos. Y entre medias, más de 1400 días de muchas cosas. El resumen, en siete capítulos, del tiempo que media entre el día que dejé de correr y el que volví a estar en una línea de salida. Un relato en el que se mezclan reflexiones, decisiones, entrenamientos, médicos, obsesiones, alegrías, decepciones, dolores, recaídas, voluntad, soledad, y en el que también aparecéis vosotros, mis compañeros de carreras.

Empecemos pues por el final. Y el final era estar en la salida de la San Silvestre Vallecana. No en la Internacional, mi carrera favorita sin duda alguna y que se desdibuja en el pasado en forma de recuerdos y queda inalcanzable en el futuro, pero sí en la popular.

Cuando se abrieron las inscripciones y vi el eslogan con la que se promocionaba este año, me lo apropié como un guiño de la organización, no solo a todos los corredores que podríamos volver a las calles después de frustrada edición de 2020 a causa de la pandemia, sino especialmente a mí. “Volvemos”. Sí. Pensé. Volvéis todos los que no os habéis ido y también vuelvo yo, ausente tras cuatro años de las carreras. Y me inscribí. Era el 8 de noviembre.

“Volvemos”. 53 días para la carrera. Tiempo suficiente para mejorar un poco el estado de forma después de haber comenzado a correr en el mes de marzo y haber tropezado varias veces en dolores de todo tipo en casi todas las partes de ambas piernas. Unos pocos días de rodajes a cambio de sobrecargas en cualquier lugar desconocido de mi anatomía, que no paraba de quejarse de volver a las andadas (a las carreras). Así, pude correr hasta una hora (¡Una hora!), llegando a casa con los pulmones debajo del brazo y un trotecillo de apenas 30 centímetros de zancada. Pero corriendo. ¡corriendo! No se trataba de hacer record del mundo. Se trataba únicamente de calzarme unas zapatillas y salir a correr. De ¡volver a correr!

Dos semanas. Ese fue el tiempo que aguanté a razón de salir días alternos. Un fortísimo dolor en el pie me obligó a parar. Volví a los libros de anatomía a buscar qué misteriosos secretos se esconden en esa parte del cuerpo y a tratar de descubrir que podía haber pasado.

Haría falta ayuda. Al fisio. A Mariano. Y Mariano sacó el ecógrafo y las agujas y con la precisión de un relojero fue cambiándome los dolores por juramentos y las sobrecargas por esperanza.

El día 5 de diciembre salí a probar. Y volví cojeando.

El día 11 volví a intentarlo. Agua.

Y cada vez quedaba menos. Mariano seguía pinchando aquí y allá. Y atizándome descargas de corrientes que podían alumbrar una ciudad entera. Cada día que pasaba se me apagaba la esperanza de correr. Hasta el día 26 que volví a probar.  

Veinte minutos. Apenas quedaba un rastro de dolor. Correría la San Silvestre. Pasara lo que pasara, estaría en la salida. Cuánto me pudiera doler el pie en la meta era algo secundario.

“Volvemos” era el eslogan de la carrera y el mío personal.

Y salí. Solo puedo deciros que una buena parte de la carrera la hice con la piel de “gallina” de la emoción de estar allí. Pasaban los kilómetros y yo seguía pisando las calles de Madrid rodeado de gente. En muchos lugares llevé a mi padre en el recuerdo, acompañándome. En otros revivía algunas de las ediciones de la Internacional en las que tuve la inmensa suerte de poder participar. Y en la meta, un torrente de emociones que se volvieron líquidas y rodaron hasta quedar atrapadas en esa mascarilla símbolo de los tiempos que corren.

“Volvemos”. Qué acierto de eslogan.

 Hemos vuelto.