sábado, 9 de septiembre de 2023

MARATÓN PA TÓS. LA MARATÓN MÁS CORTA DEL MUNDO

 


Hay personas en el mundo que son genios. 

Si. Es así. Existen.

¿Qué es un genio? Dejemos de lado los de lámparas maravillosas.

Un genio es alguien que tiene una idea que resulta extraordinaria y que no se le ha ocurrido a nadie antes. Después, si. Después pensamos todos … ¿Y cómo no se me ha podido ocurrir esto a mí? Pues, sencillamente, porque no eres un genio. Si lo fueras, se te ocurriría eso y lo que se le va a ocurrir al siguiente genio justo antes de que se te pudiera haber ocurrido a ti.

Hay genios que se forran con sus ideas. Las patentan y a vivir la vida.  

Hay otros que tienen una idea genial y la ponen a disposición de la humanidad, por ejemplo el World Wide Web que me permite a mí escribir esto en mi casa y a ti leerlo en la tuya tan solo pulsando una combinación de teclas.

Y también hay personas que tienen una idea genial, a veces excéntrica, otras descabellada, incluso algunas auténticas locuras y la aplican, por ejemplo, para ayudar a otras personas que tienen importantes necesidades.

El "Maratón pa Tós" es una genialidad de Juan Luis Cano y Guillermo Fesser. El conocido y admirado dúo Gomaespuma con el que muchas personas, entre otras cosas y muchas otras risas, hemos perfeccionado nuestro inglés hasta límites jamás imaginados. O tal vez es idea de alguien de su equipo. Tanto vale. Para eso están los equipos.

La Fundación Gomaespuma, organiza la maratón más corta del mundo: 42 metros y 19 centímetros. Se va a celebrar el próximo día 8 en el Estadio Valleherrmoso de Madrid a partir de las 10:00.

Además existe la posibilidad de comprar el dorsal a través de la web https://fundaciongomaespuma.org/  y correr en tu ciudad. Incluso, en tu casa: la distancia no va a ser obstáculo para ello. En este enlace está toda la información.

La recaudación irá destinada a varios proyectos que desarrolla la Fundación Gomaespuma en países como Nicaragua, Senegal, Sri Lanka, Congo etc.

Si alguien ha deseado alguna vez correr un maratón y no lo ha conseguido, esta es su oportunidad.

No la dejes escapar. Nunca lo vas a tener más fácil. 


sábado, 29 de abril de 2023

MAL DE ALTURA

 


Doce segundos. De los tres mil trescientos cincuenta y nueve que invertí en el recorrido, me sobraron doce. Y el caso es que desde el kilómetro tres le fui viendo toda la carrera tan cerca de mí que estaba seguro de poder remontarle con facilidad. Pero … ¿para qué? Tampoco sabía que él era el tercero y yo marchaba cuarto. Y aunque lo hubiera sabido … no encontraba ni fuerza en mis piernas ni ganas en mi espíritu para ir a por él. Cualquier cosa menos uno de esos esprines tan agónicos de otros tiempos.

Sesenta centímetros. Eso es lo que medía el tercer escalón del pódium. Bien es cierto que lo estimé a ojo. No era plan de sacar la cinta y comprobarlo y menos con toda la concurrencia alrededor. Pero, mientras daba cuenta de una riquísima ración de sopas de ajo caseras, detalle de la organización, tuve tiempo de hacer un cálculo bastante ajustado.

¿Se puede sufrir mal de altura ascendiendo de pronto sesenta centímetros?

Si.

Se puede.

No es el mal de altura que conocemos de las montañas por falta de oxígeno. Es el mal de altura de los corredores por un irrefrenable deseo de subir al cajón.

De nuevo en competición, uno sufre el irracional impulso de … tal vez no darlo todo... pero casi. ¡Para eso se compite! Y no es por ganar a uno u otro corredor. Tal vez alguna vez sí. Generalmente es por ver hasta dónde podemos llegar cada uno de nosotros.

Los famosos límites.

Cuando estás en el camino de ida, con toda la vida atlética por delante, el afán de superación es capaz de hacernos salir a entrenar, ¡a entrenar fuerte!, todos los días con la esperanza de mejorar, con el irrefrenable deseo de “hacer marca”, esa expresión que define tan claramente el objetivo de la gran mayoría de corredores.

Cuando estás en el camino de vuelta, cuando sabes que las marcas quedaron atrás y que ganar a uno u otro ya es más que secundario, lo que nos mueve es algo tan imposible como el deseo de vencer al propio tiempo. Sumar años es sumar minutos. Solo se puede intentar que la cuenta corra más despacio en el reloj que en el calendario.

Y en esta etapa, cuando los kilómetros acumulados a lo largo de muchos años han ido desgastando engranajes, fatigando resortes y quemando energía, aún manteniendo la misma ilusión, es el momento en el que la prudencia debe tomar las riendas. Poder seguir a lo largo de muchos más años es perfectamente posible si somos capaces de cuidar de nuestro cuerpo. 

Y aquí es donde entra el mal de altura. ¿Tiene sentido entrenar un día más? ¿Hacer un cambio más? ¿Hacer una serie más? … por subir al “cajón”. ¿Es sensato repetir esa senda que ya hemos recorrido en numerosas ocasiones, muchas de ellas terminando en “boxes” por culpa de alguna lesión?

Como todo en esta vida, el secreto está en encontrar el equilibrio, ese punto exacto donde se puede alcanzar la máxima satisfacción corriendo, minimizando a la vez el riesgo.

No obstante, en ese punto, nuestro natural competitivo nos hace vivir esa profunda contradicción que supone, a la vez, querer y no querer entrenar más, querer y no querer correr más deprisa, querer y no querer competir con más frecuencia.

Así somos. Por el origen de nuestra especie, por genética, por educación y por otros mucho factores. Así somos desde que nacemos hasta que morimos.

Mi padre, en la cama del hospital, pocas semanas antes de su fallecimiento, recibía la visita del fisioterapeuta, que, con todo cariño, profesionalidad y tacto, le proponía una serie de ejercicios de flexión de piernas.  Ángel, haz diez con cada una. Le decía. Mi padre le miraba. El fisio no podía saber qué significaba esa mirada, pero yo, de sobra conocía lo que se avecinaba. Y entonces empezaba marcar el ritmo y a contar, Uno, dos, tres, … nueve… y… diez …. once, … doce… quince … ¡bueno Ángel, para, para, que está bien así! Y mi padre sonreía. Había vuelto a ganar.


viernes, 17 de marzo de 2023

10 KM LAREDO 2023.

 

Foto Pedro Aboitiz. www.atletismocantabria.es

Y, de pronto, llegó Laredo.

Inscribirse cincuenta días antes de una carrera tiene estas cosas, que te llega el día y te pilla como te pilla. ¿Por qué me apunté? Tal vez por volver a correr en uno de los lugares donde más he disfrutado del atletismo.

A Laredo se viene a correr. A correr en el sentido más riguroso de la palabra. No creo que haya muchas carreras de 10 kilómetros en el mundo que entres en meta en el puesto mil con 39 minutos pelados. El mil. Mil personas corriendo por debajo de 3´54´´ el kilómetro.

Dar dos salidas es un acierto que, sin duda, acabaran copiando otras carreras: mantienes un nivel altísimo de inscripción, evitas riesgos innecesarios de accidente en la salida, puedes ampliar incluso el cupo de inscritos y todo el mundo (…o casi) puede correr desde inicio en sus ritmos. Y además, los que salimos en la primera pudimos disfrutar de la segunda completamente.

A cerca de los logros de la carrera ya se ha escrito y comentado todo. Ver correr (¿Correr o volar?) a Berihu Aregawi es algo inolvidable. Impresiona sobre todo su zancada: un apoyo infinitesimal sobre el asfalto que le propulsa a gran distancia para repetir el gesto a una enorme velocidad con una sensación de fuerza brutal. Correr completamente solo en 26:33 para quedarse a escasos 9 segundos de la mejor marca mundial garantiza grades logros a este jovencísimo atleta etíope.

Igualmente destacable es la mejor marca española de todos los tiempos para Paula Herrero con 31’23’’. Otro gran talento del atletismo español del futuro.

Pero es que además, ocultos en la clasificación hay verdaderos "tiempazos" para los diferentes grupos de edad. Por ejemplo, por decir uno solo ... ¿correr en 47'44'' con más de 70 años?

Y entre todos ellos un nutrido grupo de corredores abulenses, de todos los equipos de la ciudad. Allí estaban atletas de Ecosport, Jaqueline Running Team, Triavila, Avila Runners y Puente Romanillos, además de unos cuantos “no adscritos” o de otros clubes. Y todos, o casi, en busca de los límites personales sobre la distancia. Grandísimas marcas para muchos/as. Un enorme aliciente para seguir entrenado.

A Laredo, como dije antes, se viene a correr en el sentido de buscar el mejor registro posible. El circuito, como dice la propia organización puede ser de los mejores del mundo para hacerlo, la compañía, por el enorme nivel, es inmejorable: no corres solo ni un segundo, puedes seguir el ritmo que te permitan tus piernas porque siempre vas a encontrar a alguien dispuesto a tirar. Y el tiempo…¡ay!... esta vez aguantó. Cierto es que la lluvia apareció en la segunda salida, pero nada que ver con otras ediciones de agua y viento que siempre castiga el rendimiento.

Volví a Laredo para disfrutar de la competición. Volví para sentir, aunque solo fuera unos metros, esa sensación de plenitud en la que todo tu cuerpo y tu cabeza buscan dar lo mejor, lo máximo, alcanzar tu mejor nivel.... ese mejor nivel que cada uno podemos conseguir en cada fase de la vida. Atrás quedan otras épocas, otros ritmos, otras marcas. Aquello ya no cuenta. Cuenta solo ahora. Entonces ... ¿Lo conseguí? ... Si. Un ratito. 

¿Y si repitiéramos el año próximo?


domingo, 22 de enero de 2023

CROSS DE ÁVILA 2023. MEMORIAL JOSÉ SORIANO. CONTRA VIENTO Y MAREA

 


Sería injusto no comenzar dando las gracias al Club Ecosport por continuar organizando esta carrera. El título, entre otros, va por ellos. Mantener la organización de una carrera no es tarea sencilla y menos aún, como ya he dicho en otras ocasiones, dedicando tiempo libre que sale del descanso, de las aficiones y de la familia. Han pasado 6 años desde la última vez que participé en este cross. Han cambiado cosas. Y no me refiero solo al recorrido. Se nota que hay menos ayudas. Supongo (y es una suposición aventurada porque no he hablado de esto con nadie) que cada vez resulta más difícil encontrar patrocinadores: la pandemia, la crisis, los combustibles, la inflación, ... Y sigo suponiendo que tampoco las instituciones públicas aportan gran cosa. En esta ciudad nunca se ha hecho una apuesta decidida por el deporte. Y esto no es una suposición. Es un hecho constatable.  Aun así, el club ha sabido dimensionar la carrera, ajustar gastos y esfuerzos y mantenerla... contra viento y marea. Mi más sincera enhorabuena y agradecimiento por ello.

Pero el título también va dedicado a otras personas. Hoy me he vuelto a encontrar con gente que no veía desde hace más de seis años, el tiempo que he estado alejado de las carreras. Y como la vida reparte aleatoriamente, me he reencontrado con corredores que me han contado historias que dejan en anécdota mis lesiones. ¡Qué ignorantes y soberbios somos cuando pensamos que la vida solo nos maltrata a nosotros!  

He visto a mi admirado Eugenio Hernández Galán, grandísimo atleta y unos de los entrenadores que más he hecho por el atletismo popular. “No te imaginas lo que yo daría por poder estar ahí” me ha susurrado al oído mientras le abrazaba en la línea de salida. Después ya en la meta, apoyado en su muleta, me ha confiado su lucha por superar una gravísima situación. Contra viento y marea.

Y no ha sido el único. Otros corredores que se han acercado a ver el cross, me han saludado y me han explicado porqué estaban al otro lado de la cinta de plástico. O corriendo a ritmos que no son los suyos. Patologías, enfermedades, secuelas, lesiones graves… Historias que me han conmovido y que solo añaden más argumentos para sentirme un privilegiado.

También he podido volver a encontrarme con grandes compañeros con los que, …ya va haciendo años, he ajustado zancadas, volando en alguna carrera, sufriendo en empinadas cuestas llenas de barro o al filo del kilómetro 35 sin más gasolina en el depósito. Añado una precisión: me los he encontrado en la meta. Todos han entrado antes que yo. Soy un privilegiado … lento.

¿Y la carrera? Fantástica.

No me gusta nada el frio, ni el hielo ni el barro. Así que, normalmente huyo como un cobarde de estas situaciones. Hoy las he disfrutado como solo se puede hacer de algo que no forma parte del menú habitual. Además, tampoco era para tanto,… ni hacía tanto frio, ni apenas había hielo y el barro, casi se podía eludir en todas las zonas. He corrido a un ritmo impensable viendo el nivel de mis entrenamientos en un terreno que se hace muy pesado, para el que es necesario tener fuerza. Y lo he hecho en un pequeño grupo con un corredor y una corredora de montaña, que me han animado mucho y con los que he compartido todo el recorrido.

¡Ah! Tampoco me gustan los obstáculos, así que los he pisado todos … o casi.

Y ¿ahora? Pues ahora… a seguir. Contra viento y marea.

Enlace a los resultados CARRERA 9KM. 

Enlace a los resultados CARRERA 6KM

 


lunes, 2 de enero de 2023

SAN SILVESTRE VALLECANA 2022

 



La música retumba en las fachadas de la avenida Concha Espina. Globos gigantes de uno de los patrocinadores de la carrera vuelan por encina de las cabezas de los corredores. Las cámaras buscan gestos, saludos, disfraces. La euforia de los corredores se transforma en una cuenta atrás acompasada por miles de gargantas. Primeros pasos caminando, después un trote ligero hasta cruzar la línea de salida. Pongo el crono. Las costumbres no se pierden y una San Silvestre, ahora, no es una San Silvestre más. Es un regalo y sé muy bien lo que ha costado poder quitarle el lazo y desenvolverlo una vez más, así que no estoy aquí solo para correr. Estoy, además, para absorber hasta la última sensación que puedan captar mis sentidos.

Comienza la cuesta. Territorio conocido. En otras épocas llegaba arriba con los pulmones y el corazón a punto de estallar, sabiendo que después, una larga cuesta abajo, todo Serrano adelante, me permitiría recuperar un ritmo cardiaco asumible. Pero ahora llego con margen. No puedo correr deprisa. Hay demasiada gente, todos los que han acreditado mejor marca que yo más otros cuantos cientos que se meten de cualquier manera desde las aceras a partir de este momento.

Solo a partir del kilómetro 3 comienzo a correr a gusto. Sigo rodeado de corredores, pero, poco a poco, se van abriendo huecos para adelantar con más facilidad.

Las calles están completamente llenas de gente: Serrano, la Puerta de Alcalá, Cibeles, el Paseo del Prado… multitud de personas que detienen por un momento su paseo o sus compras y animan la carrera.

Me acerco al kilómetro 5. Necesito ver el tiempo que llevo. A lo largo de todas las ediciones anteriores que he corrido y ya son muchas, mi marca en meta ha sido dos veces la del kilómetro 5 más un minuto. una fórmula que siempre se ha cumplido, tanto antes, cuando corría deprisa, como ahora que ya no lo hago tanto (podría poner despacio, directamente, pero prefiero dejar margen al futuro). ¿Me importa mucho el tiempo que haga? … No, mucho, mucho, no. Bastante, sí, porque uno, al fin y al cabo, tiene su corazón de atleta.

 Más que ver, imagino en el cronómetro unos números que me sorprenden. Mi viejo reloj no se apiada de mi vista y esconde un borroso mensaje en sus dígitos: vas muy bien. También puede ser que ese 2 sea un 3 y entonces no vaya tan deprisa como pudiera pensar. Lo cierto es que me da igual: voy todo lo rápido que puedo, que, sin ser mucho, es bastante. Es el mismo bastante que el bastante de la marca, para entendernos.

En Atocha siempre pasan cosas. Un grupo de percusión de deja el alma por ayudar a los corredores ¿Terminaran los tambores enteros al final de la última oleada de corredores? Los viajeros que van a coger el tren y se encuentran con una desbandada de ñus, como en el mejor documental de La2, ven con horror cómo el tiempo pasa y no hay forma de cruzar de un lado a otro esta marea de corredores. No creo que imaginen la envergadura de lo que viene por detrás. Siempre hay un momento en el que alguno de ellos ve una oportunidad y, arrastrando la maleta, se lanza a la corriente. ¡Ay!

La Avenida Ciudad de Barcelona permite aprovechar los últimos metros cuesta abajo. Se adivina el Puente de Vallecas cada vez más cerca y, bajo él, el sonido de otro grupo de música que, atronador, impulsa a los corredores a la parte más dura: una interminable Avenida de la Albufera que destroza las piernas después de tanta bajada. Allí está Enrique, que me anima. Otros años nos veíamos en la meta.

Estoy llegando.

Estoy terminando otra San Silvestre, cuarenta años después de correr la primera. Llevo a mi padre en el corazón y todas las ediciones anteriores repartidas entre las piernas y la memoria. Cada esquina es un recuerdo, cada pequeña mano extendida que golpeo es un empujón hacia delante. Cada grito de ánimo y cada aplauso es un compás de mi corazón.

Vuelven a mi memoria un torrente de recuerdos, de otros corredores que antes estaban a mi lado en estos metros finales, cuando llegábamos al estadio de Vallecas y veíamos los focos iluminando el césped. Ahora, subiendo los últimos metros, trato de apretar el ritmo al máximo. Mi memoria revive una conversación con los doctores Manuel Villanueva y Álvaro Iborra hace algo más de dos años: volverás a correr. No tanto ni tan deprisa como la hacías antes, pero volverás a correr.

Cruzo la meta. He vuelto a correr. Estoy extremadamente feliz.

Nota. El tiempo en la meta fue dos veces el tiempo en el kilómetro 5 más…  58’’. Estoy mejorando.