miércoles, 24 de agosto de 2011

CAMPEONATOS DEL MUNDO DE ATLETISMO: PREPARADOS, LISTOS…




A la vuelta de la esquina.
Se presentan unos campeonatos apasionantes.

Esta vez parece que el sentido común se impone en la prensa española y se reconoce que conseguir una medalla, una sola medalla, es un éxito. Desde luego yo lo pienso así. Desde la creación del Campeonato del Mundo, España siempre ha conseguido alguna medalla, pero esta vez, mantener la racha se presenta verdaderamente difícil. Y no es porque no se presente un buen equipo, porque hay atletas con posibilidades, más bien se trata del enorme nivel que se ha alcanzado en todas las pruebas en el atletismo mundial. Desde mi punto de vista, España debería conseguir diez finalistas. Hay equipo para ello. Aunque la clasificación de los españoles en el ranking mundial no invita a ser optimistas, una cosa son las marcas y otra muy distinta la competición. Nuestra mejor baza, a tenor del ranking, debería ser Mario Pestano. No solo está bien colocado, sino que esta temporada se ha mostrado muy sólido y además ya se merece una medalla. Natalia Rodriguez es otra candidata. Ya podría ser campeona mundial si no llega a ser por aquél desgraciado incidente con la atleta etíope Burka. Esta vez lo volverá a intentar. Después hay un numeroso grupo con posibilidades de entrar en la final, siempre que estén a su mejor nivel y que algunos de los que les superan por marcas no tengan su día. Entre ellos pueden estar Jesús España, Nuria Fernández, los ochocentistas Kevin Lopez y Luis Alberto Marco si las carreras se presentan lentas a disputar en el último cien. Olmedo en 1.500, Beatriz Pascual y María Vasco las marchadoras de 20 km, tal vez Eusebio Cáceres en longitud, del que se puede esperar todo si tiene uno de esos días mágicos y los rivales están al nivel que ha mostrado a lo largo de la temporada, es decir, más bien bajo. Diego Ruiz (1.500 m), Ruth Beitia (altura) y Mercedes Chilla (jabalina), completan mi quiniela. Des estos trece más alguna sorpresa deben salir los finalistas y tal vez esa deseada medalla.
Mención aparte merece Jesús Angel García Bragado. A sus 41 años y con nueve campeonatos disputados no se le puede pedir nada más, pero si ha ido a Daegu es porque está bien y va a disputar su carrera. Quedar entre los diez primeros del mundo en 50 km sería un verdadero éxito. Los maratonianos lo tienen muy difícil, muchos africanos en diferentes equipos de dentro y fuera de África hacen la carrera una competición muy dura. Esperemos que tengan su oportunidad y puedan estar en los kilómetros finales disputando los quince primeros puestos.
Pero no nos quedemos en nacionalismos. Hay que disfrutar de unos campeonatos que suponen el regreso de Bekele a la alta competición, la presencia de Bolt, Semenya, Isimbayeva, Lagat, Rudisha, Allyson Felix, un 3.000 obstáculos apasionante etcétera, etcétera, etcétera…
A ver la tele.

domingo, 7 de agosto de 2011

MARGARITO

Margarito era, tal vez, el tipo más pintoresco de cuantos usuarios nos dábamos cita en el Polideportivo de La Concepción. Eso sí, Margarito era un usuario “de temporada”: solo aparecía a partir del día en que se abría la piscina exterior del complejo deportivo. Ese día volvía su figura a protagonizar los meses de verano del barrio.
Margarito, que así le llamábamos los del equipo de atletismo y quizás el barrio entero, era un tipo pequeño talla, no más de 1,60 metros. No sabría decir su edad, pero con seguridad superaba los cuarenta y quizás los cincuenta. Llegaba a la entrada en su descapotable rojo, un coche viejísimo, pero bien cuidado, como su mismo dueño. Algunas veces acompañado de una o dos chicas (o no tan chicas). A continuación Margarito entraba en el vestuario y de allí salía, transformado, con su uniforme veraniego: un tanga rojo dos tallas más pequeño de lo necesario, unas gafas con cristales verdes y montura dorada, de patrullero americano y varias cadenas de oro (o sucedaneo) colgadas del cuello. Margarito completaba su figura con una melena rizada, de rizo fino y denso, que le colgada por la nuca, patillas hasta media mejilla, una piel morena desde el mismísimo comienzo del verano que, con el paso de los días, se iba oscureciendo más aún, fruto de las numerosas horas que quedaba expuesta al sol y apergaminándose como consecuencia de la propia agresión solar, a pesar de las capas de crema que generosamente se dispensaba. Además Margarito presentaba un torso peludo, pero peludo de verdad, muy lejos de los actuales cuerpos “maxidepilados”, una ligera tripita que, comprimida por la cinturilla del tanga, rebosaba por encima de este y unas piernas arqueadas que provocaban el habitual comentario acerca de su caballo.
Margarito lo tenía todo en su pequeño cuerpo.
Y rompía.
Margarito rompía de verdad.
Su mirada castigaba. Cualquier chica que apareciera por el polideportivo era escrutada por esos ojos a lo Lee van Cliff: Esos ojos que aseguraban a su propietario que la chica, antes o después, caería rendida a su inigualable atractivo. Algunas eran agraciadas con un piropo, pero un piropo auténtico, no esas expresiones soeces muy alejadas del costumbrismo castizo con el que el ingenio del autor se abría puertas.
La mayor parte del tiempo Margarito era el amo de la piscina. Deambulaba por allí departiendo con otros habituales, algunos tan acartonados como él, clientes de 10 de la mañana a 8 de la tarde que iban moviendo su toalla según se desplazaban las líneas de sol y sombra para no perder ni un rayo con que broncearse. Pero Margarito no solo protagonizaba los días en la piscina, también, con frecuencia, se daba unas vueltas por la pista de atletismo y allí coincidía con nosotros. Ataviado con su tanga rojo se nos pegaba cuando le adelantábamos, entonces ponía a funcionar sus arqueadas piernas moviéndolas a una enorme frecuencia para compensar la cortedad de su zancada. Dos o tres vueltas junto a nosotros hasta que lanzaba un sprint que él calificaba de irresistible, terrorífico, demoledor ... y se paraba con una sonrisa de triunfo en sus labios estilo “Otra vez os he demostrado quien corre aquí”. Nosotros le jaleábamos, le felicitábamos y continuábamos … calentando.
Margarito desapareció del poli igual que todos los demás. Igual que desapareció la pista de atletismo sustituida por un vergonzoso anillo de tres calles de cemento que rodea al campo de fútbol (este sí, de hierba artificial, ¡faltaría más!) e igual que cayó en desuso la piscina exterior, tres años vacía porque no hubo dinero para resolver no se qué problema.
Si el ecosistema se deteriora desaparecen las especies que lo pueblan.
Margarito, un icono del barrio.

miércoles, 3 de agosto de 2011

"PINRELITIS"


Feos, pero "honraos".


Me duelen los pies.
Toda mi vida de corredor me la he pasado sufriendo de las rodillas e intentando poner remedio a mis lesiones de esa gloriosa parte del cuerpo, muchos años a costa de los pies, que han aguantado no solo la distancia que marca el cuentakilómetros más o menos ahora, sino todas las correcciones que mejoraban mi pisada y minimizaban los dolores de mis débiles rodillas.
Ya en 2008 los pies dijeron “hasta aquí llegamos, majete” y conocí lo que es la fascitis plantar. Primero en un pie y luego en el otro. Dos tazas de amargo caldo. Salí de aquella, aunque sumándome a todos los que opinan que la fascitis nunca acaba de desaparecer del todo, siempre queda un “residuo” que se propaga y en cualquier momento se reactiva, apareciendo de nuevo con todo su esplendor y toda su mala leche.
Pues en esas estoy ahora.
Hace 8 meses me quité las plantillas. De resultas de lo cual el dolor de la rodilla “se me movió” a una parte más soportable y pude seguir corriendo, menos, pero pude hacer una temporada muy satisfactoria. Poco a poco fui notando que los pies echaban de menos esos “añadidos” que siempre les habían acompañado dentro de las zapatillas. Un dolor por debajo del tobillo, otro poco de dolor en los tendones de Aquiles, un poco más en el arco plantar, dos torceduras en la carrera de Las Navas que no venían sino a complicar más la ya de por sí difícil situación, hasta llegar a lo más temido, la segunda parte de una película de terror: la reaparición de la fascitis.
Así que estoy en tratamiento. Paro de correr. Ya llevo quince días quietecito, haciendo gimnasia y montando en bici pero sin correr. Masajes en la planta del pie, donde más duele y apretando bien. Estiramientos. Paciencia. Voluntad.
Voy a intentar salir de esa secuela lo antes posible. La película es muy fea, pero se acaba. Igual que acabó la primera acabará la segunda.