Tenía dos opciones: correr o no correr. Y opté por la
primera.
Meses de dolores físicos y anímicos, momentos de angustia,
de pena, de impotencia. Solo una cosa me hacía seguir intentándolo. Si a lo
largo de mi vida he superado un montón de lesiones, entonces ¿por qué pensar
que esta vez no sería igual?
Y si días atrás ya podía salir a trotar un rato ¿por qué no salir
en la Carrera de Navidad? ¿Qué diferencia existe? ¿La competición? Si, la
competición, pero ¿con quién?
Esta vez solo competiría contra mí mismo … y ni siquiera
eso. Esta vez solo tenía que salir a correr, como cualquier día por el Soto,
por la presa, por el carril bici o por el camino del vivero. Olvidarme de los
tiempos, de los puestos, de los ritmos. Olvidarme de todo.
Solo correr. Nada más y nada menos que correr.
Pero … ¿y si volvían a aparecer los dolores?
Sin peros. Solo correr. Solo ese momento. Lo que tuviera que
pasar pasaría igual. Solo correr. Solo el presente. ¿Por qué pensar en las
carreras del pasado, en las marcas, en los puestos? Eso ya quedó atrás. Con eso
he llegado hasta aquí. ¿Por qué pensar en el futuro? …Y si me duele, y si no
aguanto, y la próxima carrera, y cómo entrenar … No. No.
Y corrí.
Y sentí una emoción enorme de estar ahí. Y una satisfacción
como pocas veces he sentido en una carrera. Pero no solo por correr. A lo largo
del camino muchos me animasteis. Y choqué las palmas con tantos niños como
extendieron su palma hacía mí. Y recogí vuestros saludos en la salida y en la meta
con la avidez del sediento, enormemente agradecido de volver a estar de nuevo
con vosotros.
Y desde ese día he seguido corriendo.
A todos los corredores que no pueden correr porque están lesionados
se lo vuelvo a recordar: hay un camino. Hay una salida. Tal vez hay momentos
que pueda parecer lo contrario. Pero existe.
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