domingo, 23 de mayo de 2010

UNA APROXIMACIÓN BASTANTE INÚTIL DE INTENTAR DE EXPLICAR LO INEXPLICABLE.

Mi amigo y compañero Juan Carlos (que estemos en distinta trinchera no quiere decir que no compartamos el mismo objetivo profesional, que puede resumirse en que en este país haya más árboles) dice que no nos entiende a los corredores.
Juan Carlos no es corredor, aunque bien podría llegar a serlo. Tal vez a él ni se le pase por la cabeza y se palmotee la barriga como gesto de abandono ante lo imposible, pero conozco casos mucho más inesperados que se han convertido incluso en maratonianos.
Juan Carlos dice que no entiende el esfuerzo, el sacrificio, el objetivo que perseguimos…
Yo no creo ser capaz de explicarlo, pero sí puedo intentar aproximarme un poco e intentar darle una respuesta.
Todas las personas necesitamos tener una afición, una ocupación, un “algo” que nos permita complementar el resto de las actividades cotidianas de la vida, el trabajo, la familia, etc. Algunos se apasionan con el futbol, por ejemplo, y necesitan todos los días una ración de su equipo. Cuando hay partido es fácil, cuando no lo hay, se mueve el banquillo. Lo saben bien los periodistas deportivos y en eso basan su trabajo. Otros se apasionan con el cine, con la literatura, con la montaña, con los coches, las motos, el mus, el coleccionismo de las cosas más diversas, la televisión, las revistas del corazón, las revistas del páncreas etc. Y a otros muchos nos da por hacer deporte. Unos juegan al tenis, otros nadan, montan en bici o comparten la actividad en grupo en deportes de equipo. Y llegamos a los corredores. El deporte más sencillo de practicar. Se puede hacer en solitario y en cualquier lugar: se pueden encontrar en las revistas e internet casos de personas que se han preparado en plataformas petrolíferas, en barcos etc, pero no creo que nadie supere a un amigo mío que entrenaba alrededor de una mesa de billar mientras preparaba oposiciones.
Y Juan Carlos insiste ¿Qué os lleva a semejante extremo?
La respuesta es la misma que le daríamos a alguien que preguntara por qué escalar una montaña de 8.000 metros, por qué cruzar el océano atlántico en solitario en un velero, por qué lanzarse en ala delta desde un acantilado. Pero también es la respuesta si nos preguntaran por qué hacer 3000 kilómetros en coche para ver a “atleti” disputar una final en Hamburgo, por qué comprar todos y cada uno de los productos con figuras o naves de la Guerra de las Galaxias o por qué perseguir a Hanna Montana durante sus tres días de estancia en Madrid.
¿Cuál es la respuesta? Hay varias formas de llamarlo según la intensidad: afición, pasión, “frikismo”…
En el caso del atletismo hay un elemento más y es la dependencia que el cuerpo adquiere con el tiempo de la práctica del ejercicio. Si un corredor está habituado a salir a diario y de pronto no puede hacerlo (una lesión, etc) se vuelve insoportable. Y no es una cuestión exclusiva de la cabeza, es también una reacción fisiológica. Es decir, los corredores necesitamos correr por un doble motivo: porque nuestra cabeza nos lo pide y porque nuestro cuerpo lo necesita.
Muchas veces esa doble vertiente de nuestro “yo”, digamos para simplificar “cuerpo” y “alma”, no están de acuerdo: el cuerpo está cansado y pide descanso y el alma (la cabeza) exige entrenar. Si ese día no salimos a correr, el cuerpo lo agradece (“¡ya era hora de que me dejaras descansar!”), pero la cabeza “ronronea” con cierto disgusto (”¡Mañana te enteras!”)
Entonces ¿Es un esfuerzo correr? ¿Es un sacrificio? Si. Es un esfuerzo y un sacrificio. Y más cosas. Pero tiene compensaciones. Yo diría que tiene múltiples compensaciones. No soy capaz de encontrarlas y resumirlas todas, pero he aquí unas cuantas:
- el esfuerzo realizado durante los entrenamientos permite adquirir una fuerza de voluntad muy útil para cualquier otro ámbito de la vida.
- la satisfacción de comprobar que eres capaz de asumir retos y alcanzar los objetivos, a pesar de que las dificultades.
- la capacidad de llegar a conocerse uno mismo, saber donde están tus límites.
- el conocimiento de tu propio cuerpo. (¿Alguien sabe del músculo “piriforme”? Espera que te duela tres días y verás de su importancia).
- el afán de superación. Los corredores siempre queremos más. O menos. Me refiero a correr más deprisa o lo que es lo mismo, hacer menos tiempo en las carreras.

Llegado aquí creo que esto es una aproximación bastante inútil de intentar de explicar lo inexplicable.
Juan Carlos: No me hagas más preguntas. Ponte unas zapatillas y sal a correr. Date dos semanas para superar el dolor de piernas, las agujetas y el sabor a sangre en la garganta. Si lo consigues, encontrarás las claves por ti mismo.

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