martes, 10 de julio de 2012

SERTRI VALLADOLID 2012: COMO UN INTRUSO



… Y ahí estaba yo. Agarrado a un pantalán con gorrito amarillo y gafas de nadar. Entre una nube de triatletas con gorrito amarillo y gafas de nadar.  Con Mercedes y con Ángel. Esperando que sonara una bocina para empezar a competir en las aguas Pisuerga.  Medio hostil. Todas las alarmas disparadas y el pánico del que hablaba Murakami en su libro “De qué hablo cuando hablo de correr” asomando en el estómago.

Mooooc. Y a nadar. Me quedo rezagado tanto por propia voluntad como por un principio elemental que tiene que ver con la velocidad de los cuerpos en movimiento. Una brazada, dos, respiro, otra brazada, dos, respiro, una brazada, dos y clac, un pie en toda la boca. Toda la concentración y todo el ritmo al fondo del rio matarilerilerile. Una bocanada de aire excesiva. Arranco de nuevo a nadar, no suelto el aire y aún cojo más al sacar de nuevo la cabeza, no vaya a ser que lo necesite… una brazada, dos y cojo más aire aún. Me tengo que parar otra vez. Me estallan los pulmones. ¡Que desastre! Intento pensar. Vamos. Despacio. Ritmo de respiración. Lo has hecho antes. Pero … no me sale. Un nuevo intento. Un trago de agua bouquet Pisuerga para comprobar las propiedades organolépticas de sus aguas, probablemente no aptas para el consumo humano. Glu glu. Me tranquiliza saberme oculto tras un gorrito y unas gafas. Voy el último y el que me precede está a más de 20 metros. ¡Qué desastre!
Lo intento de nuevo. Voy avanzando a trompicones, pero esto no es así. Llego a la boya. Sorprendentemente alcanzo a un par de nadadores que no lo están pasando mucho mejor que yo.  Llego por fin a la rampa de llegada.

La transición la solvento de la mejor manera posible. Probablemente tardo bastante  más tiempo del debido pero, a estas alturas no me importan mucho unos segundos. Monto en la bici, entro en el circuito y a los pocos metros me pasan como centellas tres o cuatro corredores que deben acabar de completar su tercera vuelta. Detrás de ellos un rosario de bicis, casi todas ellas de carretera. Manillares de triatleta, cascos de contrarreloj… Inmediatamente me doy cuenta que ni mi bici de montaña ni yo hemos venido a esta fiesta con el traje adecuado. Voy a tope, pero las curvas no me dejan coger un ritmo cómodo. Veo a Ángel por delante de Mercedes, ambos muy lejos de mí. Por fin alcanzo a un ciclista, antes de transición. Esta segunda es rápida, dejar la bici, quitarse el casco y girar el dorsal a la parte delantera.

Pronto comienzo a correr. Y, una vez más, a los pocos metros, mis piernas me recuerdan que llevamos once meses sin practicar. Consigo un trote digno y de nuevo me cruzo con Ángel y Mercedes que están terminando. Para no marcar diferencias con las otras dos disciplinas, adelanto a un corredor y llego a meta. Lo he conseguido. He terminado.

Llegados a este punto desglosemos las conclusiones:

Una cosa es nadar y otra bañarse en un rio. Yo hice lo segundo, cosa poco digna en competición.

Murakami superó su momento pánico. Vale, él es japonés y yo soy español, pero esa es una diferencia inapreciable tras unas gafas de nadar. En cuanto a su candidatura al premio Nobel de literatura, aún reconociendo su mérito, convengamos que en bañador tampoco marca  diferencias. Eso me lleva a pensar que yo también puedo superar mi momento pánico en el agua para la próxima ocasión.

En efecto, habrá próxima ocasión. Me lo pasé dos terceras partes bien, así que se puede repetir.

Además del nadar, hay que mejorar, aunque sea ligeramente, el tema material, en concreto la bici.

Vale que lo hice todo bastante mal, pero ¡caramba! en este triatlón había poco popular y mucho triatleta de competición e incluso de alta competición. Las cosas como son. Vamos que me vi como el intruso que se cuela en una fiesta.

Última conclusión pero fundamental.
Hace un mes estaba recibiendo el alta médica en una consulta.
Hace dos, estaba sometido a un tratamiento contra la fascitis tan doloroso como, afortunadamente, eficaz.
Hace tres estaba cojo. Igual que hace cuatro y cinco y seis …
Por eso desde que sonó el Mooooooc hasta que crucé la línea de meta fui sonriendo (Bueno, esto es una licencia literaria. Nadando no fui precisamente sonriendo).
Por eso estoy verdaderamente contento.

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