¿Por qué nos ponemos nerviosos
antes de una carrera?
¿Por qué nos ponemos malos antes
de una carrera?
¿Por qué notamos dolores o
molestias antes de una carrera?
Si somos capaces de entrenar a
los mismos ritmos, o casi, a los que competimos, incluso en el colmo de lo
incomprensible ¡a ritmos superiores al de competición!, y en los entrenamientos
no nos ponemos nerviosos, entonces… ¿por qué sí antes de una carrera?
Respuesta: porque tenemos miedo.
¿Tenemos miedo? ¿A qué tenemos
miedo? ¿Y por qué tenemos miedo?
1. Porque
pensamos que no vamos a cumplir nuestras
expectativas.
2. Porque
pensamos que no vamos a cumplir las
expectativas de los demás.
Si lo primero es un error, lo
segundo es, además de un error, una solemne idiotez.
Las expectativas.
Pon unas expectativas en un
platito. Déjalas reposar unos días o unas semanas y te florecerá un jardín de
excusas.
Me duele esto, me duele lo otro,
he dormido mal, he entrenado mucho, he entrenado poco, he tenido mucho trabajo,
los niños no me dejan dormir, he comido mucho, he comido poco, me ha sentado
mal la comida, hacía calor y yo corro mejor con frío, hacía frío y yo corro
mejor con calor, no hacía ni frío ni calor y yo prefiero que haga algo aunque
me da igual que sea frío o calor… algo pero no tanto…
En realidad no les contamos nada
a los demás. Nos lo contamos a nosotros mismos. Nos estamos poniendo excusas a
nosotros mismos.
Conozco corredores capaces de
poner todas las excusas imaginables y muchísimas inimaginables. Y además les he
visto repetirlas una y otra vez antes de las carreras a todo aquel que osaba
preguntarle, cándidamente, qué tal estaba.
De sobra sabes , y si no lo sabes
te lo digo yo, que a los demás les importa poco, muy poco o nada en absoluto lo
que te pase a tí. Bastante tienen ellos con lo suyo. Pero nosotros, cada uno de
nosotros, necesitamos repetírnoslo una y otra vez. Necesitamos oírnoslo decir. Por
si acaso. Solo por si acaso no cumplimos …las expectativas.
¿Qué hacer para evitar entonces
tener miedo?
Haz una prueba. Busca una carrera
cualquiera y no pienses en ella hasta el mismo momento de la salida. No piensas
en el ritmo, en los tiempos de paso, en las marcas. No pienses en nada. Haz tu
vida normal. Entrena, trabaja, duerme, come sin pensar en la carrera. No pongas
expectativa alguna en ella. Intenta hasta las últimas consecuencias que no te
importe nada esa carrera. Simplemente ve y corre.
Y verás.
¿Qué hacer para evitar tener
miedo?
Ser sinceros con nosotros mismos.
Reconocernos como somos y saber hasta dónde podemos llegar. Admitir que no
todos los días podemos estar al máximo, que no todos los días sale la carrera
perfecta y que no todos los días vamos a ganar a Nuestro Rival ( así, con mayúsculas,
con su nombre y apellido, ese corredor que siempre entra veinte metros por
delante de nosotros al que un día, una vez, ganamos y eso nos basta para exigirnos ganarle siempre).
¿Qué hacer para evitar tener
miedo?
Olvidarnos de lo que dirán y lo
que pensarán los demás porque os puedo asegurar que nadie, nadie, nadie, le
dedica más de un rápido vistazo a la clasificación para ver dónde han quedado los
demás, a qué ritmo han ido, en qué tiempo han pasado por el kilómetro X.
Y si eso ocurre, si alguien
revisa con atención la clasificación, la gran mayoría de las ocasiones lo hacen
con benevolencia: “hoy fulanito ha tenido mal día”, “a este le ha pasado algo,
no es normal que le saque un minuto”, “menganito no anda fino”… y cosas así.
Y nada más.
Cuando corría en pista, en
Madrid, en mi club de juventud, el A.R. Concepción, mi amigo Serafín y yo
competíamos en la distancia de 5000 m. Serafín era un gran corredor y lo sigue
siendo aunque su tendón de Aquiles es su talón de Aquiles (me perdonáis el
jueguecito de palabras). Serafín y yo entrenábamos juntos a diario,
especialmente las series. Y yo, sencillamente, no podía seguirle. Daba igual
que fueran de 200 o de 1000 metros. Siempre tiraba él y de paso, me dejaba tirado
a mí. Y sin embargo en la competición no me sacaba la distancia que, a tenor de
los entrenamientos, debería sacarme. Incluso a veces, yo conseguía ganarle.
Eran los nervios. Sus nervios.
Durante muchos años perseguí una
marca en maratón. Entrenaba todos los días con esa marca en la cabeza. Hacía
cuentas, programaba tiempos de paso, comparaba test realizados años anteriores para
ver mi estado real. Y competía. Y no alcanzaba esa marca. Y entonces, lejos de
relajarme, me fijaba un nuevo objetivo. Y entrenaba más. Y volvía a hacer
cuentas y más cuentas y tiempos de paso y comparaba los test de años anteriores. Y competía.
Y una vez más, no lo conseguía. Y vuelta a empezar. Corrí quince o dieciséis maratones
así. Siempre con una marca en la cabeza. Siempre con la presión de mis expectativas
sobrevolando cada una de las carreras.
Ahora recuerdo aquella época y
también la entrada en la meta de muchos de aquellos maratones. ¡Cuánta
frustración por algo tan inútil!
Ahora siento que me quité a mi
mismo la posibilidad de disfrutar plenamente de aquellas carreras a
cambio de algo, de unas marcas, que con el tiempo acaban resultando completamente
marginales.
Eran las expectativas. Mis
expectativas. Mis errores.
Que gran razón tienes Ángel,acabas de plasmar todos nuestros "miedos"y que nadie reconoce,hay que disfrutar ,me quedo con la frase ,unas marcas que con el tiempo acaban siendo marginales,hay que disfrutar del atletismo o cualquier deporte en general,el atletismo es competición pero hasta cierto punto.
ResponderEliminarCuando uno está fino te crecen los amigos,la gente quiere entrenar contigo etc en cambio cuando estas menos fino o lesionado el número se reduce considerablemente,jajajj en fin.
Gran artículo como siempre Ángel ,un saludo.