domingo, 6 de junio de 2010

¿QUÉ PASÓ CON EL 5.000?



48 horas “escuchando” los lamentos la rodilla y ha llegado el momento de tomar una decisión. Es sábado por la mañana y ya no puedo demorar más la cuestión. ¿Cuál es la manera de aprobar un examen? Ponerlo fácil, así que, como el examinador soy yo, esta es la prueba que debo superar: veinte minutos de carrera continua, a ritmo suave y cuatro series de 100 metros fuertes. Si me duele la rodilla no voy a Valladolid. Si no me duele, voy. Resultado del examen: me duele pero puedo correr. Estoy aprobado. Iré a correr.
Domingo 11:25. Línea de salida del 5.000. Seis corredores. Pocos para lo que me esperaba. Isaac Viciosa está del otro lado de la valla. Bromeamos un rato con él. Le pedimos que haga de liebre. Dice que hasta que no cumpla 50 años no vuelve a correr. Por fin los jueces nos indican que nos toca. Somos dos vallisoletanos, dos mirandeses un segoviano y yo. Desde el disparo, el más joven de todos se escapa. Intento seguirle pero no le aguanto más allá de una vuelta y media. Va por encima de mis posibilidades. Los demás se han quedado de inmediato, así que me esperan once vueltas en solitario. Hace mucho calor. Noto que aflojo el ritmo. No quiero mirar el cronómetro porque sé que la información que me va a dar no me va a dejar muy contento. No sufro. No estoy poniendo el corazón ni el páncreas, ni tan siquiera las glándulas suprarrenales, que también estaban convocadas para aportar su granito de arena. Nada. Pasan las vueltas. Mercedes y Ángel me animan a pie de pista. Me dicen que tire, pero no tengo con qué tirar, así que mantengo el ritmo. Quedan dos vueltas y doblo a uno de los corredores. Intento forzar en el último 800 paro no lo consigo. Entro en meta en segunda posición y primero de mi categoría.
¿Era esto lo que esperaba 22 años después? Me respondo con otra pregunta mientras me ducho: ¿Qué pasaría si viera ahora mi serie de televisión favorita de cuando era pequeño, “Perdidos en el espacio” o de algo más mayor “Espacio 1999”? Seguramente me llevaría una decepción tremenda. Sería como descubrir que todos los escenarios eran más falsos que un político, que los guiones eran un aburrimiento, los actores malísimos, etc.
Pues no es lo mismo pero algo así pensé al terminar. Este 5000 no era como un 5000 de los de antes. Faltaba mi gente del club y sus gritos en las gradas, mi Serafín de compañero, mi lucha por hacer mejor marca o mínima para un campeonato, mi pelea por dar unos puntos a “La Conce” y ganar al Canguro, al Marathón o al Moratalaz. Faltaban esas cosas y muchas más.
¿Decepcionado? No. En absoluto. El tiempo pasa y me considero un privilegiado por haber podido repetir la experiencia. Sé que otros muchos hubieran deseado hacerlo y no han podido, así que no puedo ni debo ni quiero quejarme.
Otra cuestión es la competición en sí misma. Siguiendo una de mis “máximas”, “se compite como se entrena”. Sé que sin hacer series en pista, sin forzar la máquina, sin hacer velocidad, no se puede competir en pista. Es una osadía. Conclusión: la carrera de hoy. Podía haber estado dando vueltas hasta la noche a la misma velocidad, porque he corrido el 5.000 igual que un 10.000 y, si me apuras casi la media marathón. Lento. Muy lento. Sin chipa, sin cambio.
Aún así gané mi categoría. Posiblemente si hubiera corrido alguien que me apretara un poco, algo más hubiera sufrido. Pero dar once vueltas solo sin que nadie te apriete o sin que nadie te sirva de referencia es un poco complicado.
Una cosa positiva es que para la próxima vez que corra ya tengo algo por lo que pelear: batir mi marca de la “Segunda Era”
Bueno y a todo esto ¿Y la rodilla?, os preguntareis. Pues la rodilla muy bien. No me ha dolido. ¿Por qué? Pues sencillamente porque he corrido más despacio que las series del otro día en las que sí forcé. A esta velocidad mi rodilla y yo somos tan amiguetes.





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