jueves, 15 de diciembre de 2011

UNO DEBE PODER CONFIAR EN ALGUIEN



He puesto, con perdón de la expresión, mis pies en manos de unos cuantos especialistas del ramo. Traumatólogos, fisioterapeutas, podólogos, médicos rehabilitadores, incluso algún especialista en medicina natural. Estoy convencido (quiero estarlo) que todos ellos han puesto lo mejor de sus conocimientos, experiencia e instinto en dar con una solución.
Me mosquea, no obstante, el trato que se dispensan entre sí, por cierto, en el culo del paciente. Me explico. El traumatólogo emite su docta opinión, su diagnóstico y su tratamiento despreciando olímpicamente cualquier comentario sobre las posiciones del resto de especialistas, por ejemplo, algo del estilo “Las plantillas no son una solución, incluso pueden llegar a ser un problema”. Si hablas con el podólogo, que además es médico y por añadidura, traumatólogo, resulta que las plantillas son la solución y además es que son la única solución. (hablando con ellos llegas a pensar que tal vez unas plantillas incluso fueran la solución a la crisis).


¡Caramba!.


Entre medias, el fisioterapeuta se decanta por una explicación más práctica, aplicando al caso las fórmulas de recuperación propias de su profesión, el masaje, los vendajes funcionales, hielo, calor, etc.
La consulta a otros especialistas introduce tratamientos a base de radioterapia, electroterapia, magnetoterapia, o aportes de vitaminas, oligoelementos, etc. Todo un complejo curativo al combate contra el dolor. ¡Tachan!
El paciente, ansioso de curarse, obedece con disciplina marcial e intenta asimilar las explicaciones de unos y otros, hasta que llega el momento del bloqueo total. ¿Quién tiene razón? O peor ¿Alguno tiene razón? ¿Por qué hay tantas discrepancias a la hora de tratar una lesión? ¿Por qué hay tanta ambigüedad en los diagnósticos y tratamientos de las lesiones deportivas? ¿A quién hacemos caso?
Recuerdo una consulta con un traumatólogo, hace años, al que acudí con uno de mis frecuentes dolores de rodilla. Después de pedir las oportunas pruebas diagnósticas y de explorarme la rodilla de forma muy profesional, me despachó con el siguiente diagnóstico y tratamiento, y transcribo casi literalmente porque me dejó boquidifuso y patiabierto “en realidad no sé muy bien a qué se debe el dolor, la resonancia no define claramente el origen del mismo y la exploración es normal, así que creo que debes seguir corriendo hasta que se te rompa algo y entonces vuelve por aquí a que te operemos y te arreglamos lo que haga falta”.


Y olé.


Yo me quedé mirando al título de médico que colgaba de la pared de la consulta, por si acaso se rompía el cristal o se caía el marco. Pero como no pasó nada me levanté, le agradecí su ayuda y me marché con mis dolores a otra parte.


¡Ay!

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