Esto sí es una carrera
de montaña…. Aunque resulta que de las cortas.
Ayer realicé todo el recorrido
de la carrera de montaña “Pico Zapatero” en compañía de algunos miembros
del Grupo Almanzor, que como
organizadores que son lo conocen perfectamente, y un numeroso y heterogéneo conjunto
de corredores que, tentados por la montaña, vamos a probar.
Y como siempre que he
salido con ellos a correr por la montaña, ayer también me volvieron a repetir
lo mismo … “Ángel … esto es otra cosa”.
Es otra cosa, desde
luego. Pero … ¿Qué otra cosa es?
Lo primero es el
entorno. Acostumbrado a correr carreras por las ciudades, de pronto verte en el
monte convierte la experiencia en algo radicalmente diferente.
Resulta irresistible la
tentación de pararse y “asomarse” a los paisajes que se descubren desde
senderos apenas pisados. Darse la vuelta y ver a tus pies cómo el Valle Ambles
se va rindiendo a la altura de las laderas de la Paramera, comprobar desde
lejos cómo los caminos transitados a pie o en bici serpentean entre los campos
de cereales, dominar desde la altura un territorio mil veces recorrido.
Resulta además
irresistible… porque el corazón se niega a bombear más y las piernas dicen que
sin oxígeno no dan más de sí. Y caminas. ¿Caminar? Si. Caminar. Y ellos, los corredores
de montaña, el Jefe Yuste, dicen que sí.
Que esto es otra cosa. “Camina deprisa, Ángel, pero no corras. No merece la
pena”.
En fila india, con los
piornos de un amarillo explosivo a la altura de nuestros hombros, ascendiendo
hacia la cumbre del Zapatero. Caminar, correr, caminar, correr… y trepar entre
los riscos que conforman la cumbre.
Una parada para ver
desde esta magnífica atalaya el Valle del Alberche, La Serrota, la Sierra de
Ávila… y una foto para que quede
constancia que hemos subido.
Y desde aquí a volver.Y
con la vuelta…las bajadas. “Ángel. Las carreras de montaña se pierden en las
subidas, pero se ganan en las bajadas”.
Nunca ganaré una carrera de montaña.
Entre estos locos que
pierdo ladera abajo por delante de mí y yo hay varias diferencias. Ellos no
necesitan saber donde pisan. Y yo sí. Yo tengo que ver donde pongo el pie antes
de apoyarlo. Ellos no frenan. Yo “quemo” mis cuádriceps a cada paso. Ellos
adoran la velocidad de la bajada. Yo la detesto. El resultado es claro: varios
minutos de diferencia hasta el siguiente punto de encuentro.
Y sin embargo, me parece
un recorrido perfecto para una carrera, por su complejidad, por su belleza, por
su dureza, por la destreza necesaria para completarlo.
Ayer salí de prueba, a
decidir si correr el próximo día 7 de junio o no.
Y si no hago este año … ¿Volveré
a tener la oportunidad de correrla?
Esta duda me pierde. Y siempre
me hace ceder.
Soy fácil. Próximo
desafío: Carrera de montaña “Pico Zapatero”.
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