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foto Juan Luis Galindo |
Otra edición más del Cross de
Ávila. Ya van nueve.
Con el amanecer comenzaron a
llegar los primeros coches al Soto. Los primeros voluntarios con la necesaria tarea
de completar la instalación de toda la infraestructura que mueve la
organización del cross. Con frio y entre dos luces montando carpas, arcos de
salida, la meta, el pódium… y después a clavar piquetas. El terreno
completamente helado obligaba a usar la maza con fuerza, intensidad … y
destreza: algún dedo se quedó machacado entre medias.
Los últimos detalles después de
semanas de trabajo, después de un largo sábado de preparativos. Todo en la
cabeza de tres o cuatro personas a los que los demás no paramos de buscar, de
preguntar, de llamar, de pedir… desde la cinta de pegar o unas tenazas para cortar
hasta la última decisión sobre cualquier otro aspecto de la organización.
Y poco a poco fue saliendo el sol
a la vez que el recinto comenzaba a llenarse de corredores. Los primeros, los
niños, estrenando una nueva dimensión de esta prueba, que busca crecer
progresivamente aunque sin perder la
cabeza. Poco a poco, consolidando los avances. No resultó sencillo encajar las
ocho carreras de categorías menores en tan poco espacio de tiempo teniendo en
cuenta la cantidad de preparativos que había que hacer antes y manteniendo la
salida de la prueba absoluta a las 12:00. Tampoco sabíamos cuántos niños
correrían. Los inscritos hasta el viernes casi se duplicaron a lo largo de la
jornada del sábado en la feria del corredor. Quizá en otro momento se pueda a
entrar a valorar los comentarios surgidos a lo largo del fin de semana sobre la
organización. Pero por ahora no.
A las 11.35 entró el último
prebenjamín en meta. Y de ayudante pasé a corredor. Por no tener ni siquiera
había tenido tiempo de preparar la bolsa, así que no tenía la camiseta del
club. ¿Qué iban a decir de mí los compañeros mi de equipo si no corría con los
colores de mi equipo en el cross de mi equipo? Nada bueno.
Pero ahí estaba Guille
Buenadicha, cuyo apellido le define con justa precisión, que me dejó una con la que pude lucir de gala e
identificarme como miembro y parte del equipo, como uno más del numeroso
plantel de corredores del Ecosport que participaron en su cross.
Y corrí mi carrera. En pleno
proceso de recuperación tal vez no parezca mucho, pero lo es.
Uno de los problemas de estar largo
tiempo parado y sin competir es que se pierde una parte importante de todos y
cada uno de los ingredientes necesarios para correr al cien por cien. Se pierde
resistencia, velocidad, fuerza, elasticidad… y capacidad de sufrimiento.
De todos los primeros conceptos
se puede escasear más o menos en función de las alternativas que cada uno
encuentra durante el tiempo que dura la fase de parada por lesión. Se puede
mantener la resistencia o la fuerza con salidas frecuentes en bici, en el
gimnasio, haciendo pilates … hay alternativas. Pero la capacidad de sufrir en
competición solo se adquiere en las sesiones más intensas de entrenamiento o en
la propia competición. Sin unas u otras te quedas a cero. Ese punto de esfuerzo
extra, esa exigencia de la voluntad a mantener el ritmo, a dar un poco más, a no ceder a la tentación de
aflojar, en definitiva, de dar el máximo … eso lo he perdido. Y eso es lo que
más cuesta recuperar. Si pudiéramos separar el cuerpo de la cabeza, esta parte
la pone la cabeza, la mentalidad, la voluntad, el carácter. Y la cabeza también
se entrena.
Un cuerpo escasamente entrenado y
una cabeza poco dispuesta al sufrimiento me llevaron a correr bajo un prisma
diferente: a correr por el placer de correr, de estar ahí, de compartir la
carrera con la gente con la que me une esta afición.
La carrera la ganó Luis Miguel
Sanchez Blanco. Siempre que gana un abulense una prueba en Ávila parece que da
más alegría, pero en este caso la victoria Luismi me produce una satisfacción
aún mayor. Le recuerdo de jovencito compitiendo con los mayores en las primeras
ediciones del circuito de carreras Ecosport, peleando el primer puesto de su
categoría con otro de nuestros mayores valores atléticos: Alberto Sanchez
Pinilla. Y desde entonces y con la inestimable aportación de Luis, su padre, al
que me encontraba todos los días en el trabajo y me ponía al día se sus
progresos, he seguido su carrera. Y me alegro mucho por los dos, por Luismi y por
Luis, porque llevan el atletismo en la sangre. No pude ver la entrada de Luismi
en la meta porque aún me quedaban unos kilómetros por recorrer, pero si hubiera
estado allí habría mirado a la cara de Luis, su padre, para ver su cara de
felicidad. Luismi ya ha ganado un buen puñado de carreras, pero esta seguro que
es especial … para ambos.
Nunca jamás correrá mi camiseta tan rápido ni tan alegremente (esto es lo más importante) como lo ha hecho contigo, Ángel. Enmarcada la he dejado en casa, para poder un día enseñársela a mis nietos... Te deseo muchos kilómetros y muchas más entradas en este fantástico blog, no te preocupes que te ayudaremos a recuperar ese punto competitivo y sufridore entre todos. Un abrazo
ResponderEliminarEsa camiseta te dará muchos días de gloria. En cuanto a que la hayas dejado enmarcada... sé que en los hogares impera una sensatez que impide semejantes disparates, así que me lo apunto como inmerecido halago. Nos vemos en la próxima.
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