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FOTO: EL DIARIO MONTAÑES |
No pudo ser. En Santander tampoco
me salió la carrera que estaba buscando. Y mira que llevo tiempo detrás de
ello, pero no fue posible.
Cuando uno echa a correr, en
seguida se da cuenta de las sensaciones que tiene, de los mensajes que envía el
cuerpo, de si las cosas funcionan o no funcionan. Y no fueron necesarios más
allá de un par de kilómetros para darme cuenta que algo no marchaba bien. Los
entrenamientos de la semana anterior me habían hecho pensar que podía hacer una
buena competición. Sin embargo ese día no era mi día. Miré el crono en el paso
por el segundo mil: 7’39’’.
Y no volví a mirarlo.
Hasta ese momento había
seguido los pasos de Jesús, de Miguel y de Vivi, mis compañeros de club y de
José, al que veía cerca con su camiseta naranja, pero aunque su ritmo en estos
primeros compases debería ser el mío, no fui capaz de mantenerme cerca. Tampoco
lo fui de pegarme a José María, que me adelantó poco después. Ni de pegarme a
él ni de seguir el ritmo de nadie. Todavía no había pasado el kilómetro 5 y ya
había “entregado la cuchara”.
Realmente me sentía fatal. Notaba cómo el calor,
unos 25ºC, me machacaba y no era eso lo peor. La humedad, que rondaba el 85 por
ciento, me estaba pulverizando. Pasé el ecuador de la prueba en 19’36’’, muy
lejos de mis expectativas y sufrí en la segunda mitad sabiendo que no
conseguiría mi objetivo. Hoy tampoco. Pero estaba allí, corriendo en un
Campeonato de España, así que terminaría con orgullo, fuera como fuese.
Y terminé. Igual que mis
compañeros abulenses.
Muy bien Luismi y Jaqueline, con
muy buenas marcas a pesar de las circunstancias. Y muy bien también el resto,
Jesús, Olivares, José, Vivi, José María, Miguel y Roberto. Todos sufrimos unas
condiciones muy diferentes a las habituales en Ávila, pero casi todos ellos
supieron adaptarse mejor y superarlas.
Tenía pensado que, después de
esta competición, reduciría mis entrenamientos ¡aún más!, pero… ¡qué caramba!,
sé que esta temporada todavía puedo hacer esa carrera con la que sentirme
realmente feliz, así que voy a seguir un poco más. Unas semanas más.
Aunque tomándome un respiro.
Después del fin de semana en
Santander me fui a los Picos de Europa. Unas rutas por la montaña suponen un
auténtico cambio en los esquemas de entrenamiento y también en la cabeza.
Sendero arriba, pedrera abajo, vegas, cumbres, refugios, piedras, nieve, hayedos,
rebecos... cielo y tierra.
Reset.
Y vuelta a empezar.