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Expedición británica 1924. |
En muchas ocasiones se ha suscitado, en el ámbito del deporte
en general y del atletismo en particular, comparaciones entre deportistas de
diferentes generaciones. En el futbol es constante el debate sobre quién debe ser
considerado como el mejor jugador de la historia: Pelé, Di Stefano, Maradona,
Cruyff, Messi, Ronaldo … no faltan candidatos para un juego sin solución.
En el mundo del atletismo ocurre otro tanto, si bien aquí
siempre tendremos el cronómetro de por medio para ordenar todas las
comparaciones posibles en una insípida y muy deshumanizada tabla de marcas: Jesse Owens, Carl Lewis o Usain Bolt.
Nurmi, Zatopek, Bikila, Gebreselassie…
Distintas generaciones, distintas circunstancias.
¿Qué marca hubiera podido realizar Owens en una pista de
tartán con unas zapatillas de clavos de última generación, con los métodos
actuales de entrenamiento, con la alimentación y los cuidados idóneos para su
organismo en un ambiente de máxima competitividad y profesionalismo como el actual?
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Zapatillas de clavos de Jesse Owens |
Nunca lo sabremos porque nunca podremos calcularlo con exactitud.
Pero…¿Importa?
¿El Olimpo de los dioses del deporte moderno tiene un número de
escaños limitado?
¿Tiene sentido el debate?
Por lo que a mí respecta caben todos ellos… y mucho más.
Y ¿a qué viene esto?
He seguido con mucha atención la gesta de Kilian Jornet en
el Everest: sus dos ascensiones de manera directa desde las proximidades del
Monasterio de Rombuk, en la vertiente norte de la montaña, sin suplemento de oxígeno,
sin cuerdas fijas y sin paradas en campamentos intermedios. Subir y bajar. Dos
veces en seis días. Es algo realmente increíble. La fuerza física y mental
necesaria para realizar esta hazaña es un tesoro que poseen muy pocas personas
en el mundo. Jornet es uno de ellos, como ya lo había demostrado en la
consecución de tantos otros retos que se había propuesto. Toda la ascensión
estaba perfectamente planificada y entrenada, con un equipo material
absolutamente puntero en alpinismo.
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Material con el que Kilian Jornet realizó la ascensión al Everest |
Y de pronto buscando entre mis libros me encuentro la
narración de la ascensión de Mallory e Irvine al Everest, la tercera expedición
británica a la montaña más alta del planeta en su intento de alcanzar su
cumbre.
Viendo las fotos que existen de aquella expedición y los
relatos de la misma, me dejo llevar por la imagen de aquellos hombres que, en
ausencia casi absoluta de un equipo medianamente técnico, con cuerdas de cáñamo,
unos aparatos de oxígeno tan pesados como poco fiables, unas botas de cuero con
clavos y ropa de algodón y lana de “andar por casa”, fueron capaces de superar
todas las dificultades con tal determinación y coraje que han merecido,
justamente, un lugar de honor en la historia de la exploración.
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Botas de Mallory |
Distintas generaciones, distintas circunstancias.
Mallory e Irvine fueron vistos por última vez tras superar
el segundo escalón, en el entorno de los 8.600 metros de altitud.
En 1999 el cadaver de Mallory fue hallado por una expedición
que rastreaba los cuerpos de ambos escaladores con el fin de encontrar
evidencias que pusieran fin a las especulaciones sobre si fueron realmente
ellos los primeros en pisar la cumbre la montaña más alta del planeta. A pesar
de lo mucho que se ha investigado y escrito sobre el tema, no existe evidencia
alguna acerca de si ambos alpinistas o alguno de ellos en solitario lograron
pisar la cima.
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Mallory y Norton en 1922 |
¿Es realmente la gesta de Kilian Jornet la hazaña más
importante realizada en el Everest?
¿Importa?
¿Realmente importa esa carrera por ser el primero en
hacer algo distinto?
Desde luego merece todo el reconocimiento del mundo del
alpinismo, incluso indirectamente también del atletismo puesto que su hazaña también,
de alguna manera, está relacionada con el de las carreras de montaña por su forma de
alcanzar la cima.
Jornet acompaña ahora a Tenzing Norgay y Edmund Hillary, a
Mallory e Irvine, a Apa Sherpa, a quien muy pocas personas conocen pero es el
hombre que más veces ha coronado el Everest, con 21 cimas. A Reinhold Messner,
Peter Habeler y tantos y tantos sherpas de nombre desconocido que año tras años
se juegan la vida en las expediciones comerciales.
Caben todos y muchos más. Muchísimos más, porque el mérito
depende de las circunstancias individuales. Igual que en el atletismo.
Distintas generaciones, distintas circunstancias.
« No soy muy susceptible a las emociones...— escribió Hurley—. Pero cuando esos nobles montes se desvanecieron en la niebla, no pude contener un sentimiento de tristeza al dejar para siempre la tierra que nos había dado sus bienes y había sido nuestra salvación.La choza, solitaria reliquia de nuestra estancia, se convertirá en un centro en torno al cual grupos de pingüinos se reunirán para mirarla con curiosidad y discutir sobre su origen.¡Bendita isla Elefante!»
ResponderEliminarFragmento de Atrapados en el hielo.
Caroline Alexander.Editorial Planeta.
Tu artículo rememorando la expedición al Everest, me han hecho recordar la expedición de Shackleton a la Antártida, tampoco él lo consiguió,se quedó a tan sólo 160 kilómetros para llegar a su destino.
Quien escribe el fragmento anterior es Frank Hurley, el fotógrafo de la expedición Endurance el día que fueron rescatados, después de permanecer veinte meses viviendo en un campamento improvisado sobre una placa de hielo.Las fotografías aparecen en el libro son impresionantes,recrean la belleza del Océano Austral, la terrible destrucción del barco y la heroica lucha diaria de la tripulación
del Endurance para sobrevivir.
Excelente articulo Ángel y las fotografías muy bien escogidas.Enhorabuena.
Un saludo.
Ávila.
Muchas gracias por tu comentario y más aún por recordar la expedición de Sackleton, de entre todas las aventuras de la exploración mundial, sin duda mi favorita.
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