Donde
estabais, donde estabais en los malos tiempos … cantaba La Unión.
En más de una ocasión he leído
que uno conoce verdaderamente quienes son sus amigos cuando está lesionado. Yo
no opino lo mismo. Yo más bien considero que uno sabe quiénes son sus amigos estés lesionado, sano, alegre, triste, entero o en trozos.
El atletismo, las carreras, el
pertenecer a un equipo, el coincidir en los entrenamientos, … todo eso nos hace
compañeros de viaje. Elegimos una actividad y coincidimos a lo largo de una
parte de nuestras vidas y, como en cualquier otra, hacemos amigos para siempre,
como cantaban Los Manolos, o simplemente, compañeros, que no es poco, pero no
es lo mismo. Cuando uno se lesiona, deja de participar, de coincidir, …deja de
estar y, por tanto, esos compañeros siguen su trayectoria, de la que uno se aparta,
por obligación, porque no puede continuar. Y el resto sigue, porque la vida sigue.
Que se detenga bruscamente para quien se ha lesionado no cambia nada para todos
los demás.
-
Coño Ángel, pensé que te habías muerto.
Así me saludó, una mañana que nos cruzamos, uno de esos
compañeros de carreras, con los que me encontraba frecuentemente y comentábamos
carreras, entrenamientos, rutas y dolores.
-
Pues… no. No me he muerto. Aquí sigo.
Le contesté un tanto sorprendido,
despreocupado, incluso hasta divertido por lo inesperado del saludo. Luego,
pensándolo más detenidamente me di cuenta que, en cierto modo, había
desaparecido del todo del mundo de las carreras … y, con una cierta aprensión,
también concluí que, de alguna manera y para esa actividad… tal vez…. no le
faltaba razón.
Donde
estabais entonces cuando tanto os necesité, cantaba Manolo García.
Tampoco voy a ocultaros la verdad
de mis pensamientos. Claro que os eché de menos. Cuando me cruzaba con algún corredor,
los primeros meses nos parábamos y compartíamos alguna información en ese
código particular entre corredores: qué tal la última carrera, qué tal tu
lesión, qué estas preparando, que te vaya bien, ya me contarás y tú que te
recuperes.
Tiempo después bastaban unas
pocas palabras, esta vez ya poco relacionadas con el mundo de las carreras. Y
después, un simple saludo. Incluso, alguna vez, ni eso.
Así que, sí: yo desaparecí y
vosotros también para mí, así, en general, sin excepciones. Lo confieso con abierta
sinceridad. No quería saber nada de carreras, nada de atletismo y … nada de
vosotros. Luego, igual que vino ese furor un tanto irracional, se pasó por
completo. Como una tormenta de verano que descarga con toda violencia y al poco
desaparece para dejarle al sol todo el horizonte. El que había abandonado ese
viaje compartido a lo largo de tantos años, era yo. Vosotros seguíais vuestro
trayecto. Era yo el que se quedaba atrás. ¿Qué culpa teníais vosotros en ello? Ninguna. Entonces, pasé del rencor a la indiferencia y de ésta, a
la esperanza de recuperaros.
Entre medias y por el camino hubo
unas pocas personas que nunca se olvidaron de mí. Me llamaban y me preguntaban por mi lesión. Me mantuvieron en su recuerdo, entendiendo que aquél contacto podía significar
una ayuda, un alivio, un empujón para mí. Si leen esto, saben que me estoy refiriendo a
ellos. No se olvidaron de mí a lo largo de estos cuatro años. Eso es tanto tiempo como el agradecimiento que les debo. Me ayudaron, me aliviaron y me
empujaron a seguir.
¿Y ahora qué? Pues ahora que he
salido unos cuantos días a correr y, como no podía ser de otra forma, me he
vuelto a cruzar con algunos de vosotros y ahí estáis de nuevo, como hace cuatro años, porque nunca os habéis ido. Y de
nuevo me veis y, tal vez un poco sorprendidos (¡Caracoles! ¿no se había muerto?)
os paráis, me preguntáis, cruzamos las primeras palabras de carreras, de
entrenamientos, de dolores … mientras advierto una sincera alegría en vuestras
palabras.
Así que …sí. Estoy resucitando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario