En el kilómetro 5 miré el crono.
Según lo que marcara estaría sobre el objetivo o no.
Los 10 kilómetros de Pinto era la
primera competición que me tomaba verdaderamente como tal desde hace un año.
Justo a estas alturas de 2016 me encontraba verdaderamente bien, haciendo
buenos entrenamientos y corriendo con fuerza, pero una lesión en la rodilla me
dejó parado. Ya no pude correr en Laredo. Después el viaje a Nepal y, al
regreso cuatro lesiones encadenadas, me dejaron inactivo hasta diciembre. Cosas
del correr.
Después de hacer la Carrera de
Navidad, la San Silvestre Vallecana, la carrera 88 Torreones y los croses de
Avila y el Regional de veteranos era hora ya de plantarse en una carrera y salir
a competir a tope, sin más reservas que las derivadas de la incertidumbre de
saber si podría llegar a la meta dignamente o
por el contrario, arrastrando
despojos y alma.
Los 10 km de Pinto era la carrera
justa para hacerlo. Coincidiendo en la salida con la Media Maratón de la
localidad y además en disputa del campeonato de Madrid de 10 km en ruta, eso
garantizaba gente y ritmo en la salida.
Así que a las 9:30 de la mañana, en
compañía de mi hijo Ángel, del que me despedí en la salida, con más frio del
esperado y un molesto viento racheado, salí a competir.
Objetivo: bajar de 40 minutos.
El primer kilómetro, muy
tumultuoso, lo sentí demasiado rápido. No quería mirar el crono porque mi
intención era correr todo lo deprisa que pudiera. Y mirar el crono me condicionaba:
tanto si iba muy deprisa como si, por el contrario, iba más despacio de lo
previsto, no sería muy capaz de modificar el ritmo, así que… mejor dejarlo
quieto.
En el kilómetro 2 me encontré con
mi buen amigo Raúl Ranz, con el que hice unos centenares de metros. Me
encontraba bien, aunque un poco temeroso: ¿No estaría corriendo muy deprisa? ¿Llegaría
dignamente a la meta a ese ritmo?
Y así el 3 y el 4… hasta que la
incertidumbre me pudo. Al paso por el km 5 no pude aguantar la curiosidad de
saber a cuánto iría a mitad de carrera. Así que…
En el kilómetro 5 miré el crono.
Según lo que marcara estaría sobre el objetivo o no.
19’15’’. Tantas carreras
terminadas, tantas cuentas hechas sobre la marcha… no me resultó difícil saber
por dónde andaba… a 3’51’’ el kilómetro. Si doblaba (no he doblado jamás, ni en
mis mejores carreras) estaría en torno a 38’30’’. Si pinchaba… tenía un margen
de un minuto y medio para cumplir el objetivo.
Quizá mirar el crono me
condicionó. Quizá salí más deprisa de la cuenta, quizá una carrera de 10 km
todavía se me hace larga para el entrenamiento que llevo acumulado. Sea como
fuere, ahí terminaron las alegrías. A
partir de ese momento mi ritmo fue ralentizándose y mis sensaciones haciéndose menos
positivas. No llegué a sufrir hasta el kilómetro 8. A partir de ese momento ya
solo deseaba terminar la carrera. Se me hicieron muy largos esos dos mil metros
finales. Y tanto que lo fueron porque paré el crono en 39’30’’. Es decir, 20’
15’’ en el segundo cinco mil.
En cualquier caso el objetivo
estaba cumplido.
He corrido más de 70 carreras de
10 kilómetros en ruta a lo largo de mi vida atlética. Algún día haré un estudio
de las marcas que he realizado sobre esta distancia.
En cualquier caso esta carrera no
es una más, es, otra vez, el principio. Espero poder encadenar unas cuantas sin
más lesiones. De momento la siguiente ya está en el horizonte: Laredo.
Objetivo… bajar de 39 minutos.
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