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Imagen:el diario montañes |
Marzo. Laredo.
Se estaba acercando la fecha y dada la implacable regularidad
con la que pasan los días, acabó por llegar.
Viernes por la tarde. Ángel y yo salimos de Ávila.
Dos de los veintiún abulenses apuntados a la carrera. Un viaje plácido en el
que tenemos tiempo de ponernos al día de nuestras cosas. También de nuestros
planes para la carrera. Hablamos de ritmos, de marcas, de tácticas, aun sabiendo
que los dos vamos a hacer lo mismo: salir al cien por cien desde el primer
metro sin ahorrar nada. Y disfrutar.
Llegamos a Laredo ya de noche. No nos sorprende ver
a gente corriendo… ¿Gente corriendo? ¡¡Alfonso y Rilo a cuatro el mil!! ¡A por
todas desde el principio! ¡Quién dijo miedo!¡Apurando el último entrenamiento!
¡Comprobando el circuito! ¡Creando el pánico entre los rivales!
Compartimos cena (hidratos, faltaría más) con un
nutrido grupo de corredores abulenses en animada charla sobre todos esos temas
que aburren hasta la muerte a todos los que no son corredores: las carreras,
los marcas, los otros corredores, las zapatillas, los entrenamientos, más
zapatillas, la carrera de mañana, fulanito, menganito y zutanito y… más
zapatillas.
El desayuno en el Hotel Cosmopol es otro momento
importante del fin de semana. Allí está reunida casi toda la élite de la
carrera y, entre todos ellos, de mesa en mesa, charlando tanto con los mejores
corredores como con los más populares, uno de los más admirados y queridos
atletas: Sergio Fernández Infestas, organizando una última salida para
“activar” el cuerpo a escasas horas de la competición.
Ese trotecillo de veinte o treinta minutos cuyo
objeto depende de cada uno. Activar el cuerpo, aplacar los nervios de la
espera, soltar las piernas o compartir un rato con otros atletas. El caso es estar entretenido esas
horas previas.
A los “buenos” se les ve concentrados, metódicos en
sus costumbres y muy acostumbrados a ser el centro de atención del resto de la
gente.
Y los demás, cada uno a su nivel, casi igual. Aquí
se viene a correr o “a volar”, como reza el eslogan de la carrera: SILENCIO, SE
VUELA. Porque esta carrera ya tiene el honor de considerarse, entre los
corredores, como la más rápida de cuantas se celebran en nuestro país y eso
llama a la élite, pero sobre todo, muy sobre todo, llama a todos los
corredores, desde aquellos de están muy cerca de los primeros, sin llegar a ser
profesionales, hasta los que ansían bajar de una determinada marca.
Si no se hace marca en este recorrido ¿Dónde se
puede hacer?
Un trazado completamente llano, sin apenas curvas,
a nivel del mar, con un altísimo nivel de competición, en horario de tarde…
¿falta algo?
Falta que llegue la hora, salir y correr.
Y a ello vamos.
Con una hora de antelación ya hay corredores
calentando. En seguida la zona de salida es un hervidero de atletas trotando,
estirando y compartiendo los últimos minutos previos a la carrera. Y mucha
gente tomando posiciones en la salida.
La salida.
Un problema de difícil solución.
Este año, como ya ocurriera en otras ediciones,
hubo caídas. Caídas que han afectado tanto a atletas de la élite como a otros
de menos nivel.
La salida está organizada en cajones en función del
tiempo que cada uno se otorga en el momento de la inscripción. Y cada año hay
más control para evitar que la gente se cuele en el que no le corresponde. Pero
la calle es estrecha. Y la primera línea tiene una determinada capacidad. Quizá
20. Tal vez ni eso. Y los que no entran en primera línea, están en la segunda.
Y lo que no entran en ésta, en la tercera y así sucesivamente. Y si un corredor
que quiere hacer 33’ y que en su ciudad sale siempre adelante y siempre está
entre los primeros aquí se ve en la quinta fila, entonces comienzan los
nervios. Porque uno que corre en 35 tendrá que salir en la décima o decimosegunda
línea ¡porque va a quedar por detrás del puesto 200! Y así sucesivamente.
Total, que te ves con quinientas personas delante, pensando en salir como una
flecha… y resulta que tardas veinte segundos en pasar por la línea de salida.
¿Solución? Comentarios aparte, que los ha habido
para todos los gustos, la organización de la carrera tendrá que valorar el
asunto. Si han llegado a la decimoquinta edición con este rotundo éxito de
participación seguro que es porque saben cómo hacer las cosas, así que esta
cuestión sabrán resolverla.
La carrera.
Tras la salida, uno se enfrenta
consigo mismo rodeado de multitud de corredores, cada uno de ellos tratando de
mejorar sus marcas. 2000 inscritos, 1619 llegados a meta, de los cuales 13
terminan por debajo de los 30 minutos, 78 por debajo de 32 minutos, 178 por
debajo de 34, 248 por debajo de 35 ¡que es correr a menos de 3’30’’ por
kilómetro!, 747 corredores, es decir, casi la mitad de los llegados a meta, lo
hacen por debajo de 40’… esa es la carrera de Laredo. Una lucha contra el crono
de todos los que tomamos la salida.
Por eso en Laredo, aunque hay un
ganador, también hay muchos, muchísimos corredores que nunca, nunca, ganarán
una carrera pero aquí superan su reto. Dicho de otra manera, de la manera que
me gusta a mí verlo: aquí hay muchos ganadores. Por eso, entre otras cosas,
muchos de nosotros repetimos un año tras otro, porque este ambiente de
atletismo no es fácil encontrar en una carrera popular.
Los abulenses.
Veintiún inscritos, pero no todos
tomamos la salida. Siempre hay alguna baja de última hora.
Un año más Luismi dio la cara y
mejoró sus resultados anteriores, 30’24’’ para terminar en el puesto 20º, asentado
definitivamente en la élite de la carrera.
Gran resultado también el de
Borja, en el puesto 58 con 31’30’’. Le vi muy bien en la carrera solidaria de
Ávila y desde luego, ratificó su gran estado de forma con una marca muy buena.
José Talavera, del Trote
Borriquero en el puesto 99 con 32’37’’ , Iván con 33’13’’, Ángel con 34’45’’,
igual que Nano. Ismael con 35’29’’, todos ellos en un gran nivel … de los que
te permiten estar entre los primeros en cualquier otra carrera popular.
Javier Olivares con 36’04’’
penalizado en la salida al quedarse a ayudar a la gente afectada por la caída.
Juanjo Rilo tremendo marcón
34’43’’. Dani con 36’01 a pesar del tropezón del km 7, Miguel, que salió fatal
y acabó fenomenal en 36’13, Alberto con 37’01’’ ex futbolista con una enorme
proyección en el mundo de las carreras,
Alfonso con 37’10’’ y unas decenas de clientes más para sus Salming, porque
cuando se sabe vender no se desaprovecha un momento. Juancar que después de
llevar a Javi Guerra al límite en el rodaje de la mañana aún hizo 38’22’’,
Nacho tremendo con 39’41’’ y Guille que a la chita callando y saliendo de un
maratón camino de otro se permite el lujo de hacer 40’ 43’’.
(Pido disculpas porque a lo mejor me he dejado a alguien)
Y quedo yo.
Ya me habéis leído en este blog
que todos los corredores, para cada carrera, tenemos tres tiempos: el que
decimos que vamos a hacer cuando nos preguntan, el que pensamos para nuestros
adentros que podemos hacer y el secreto mejor guardado: el tiempo con el que de
verdad soñamos: Yo hace tiempo que no los oculto, bajar de 39’, 38’30’’ y
37’59’’. El primero, bajar de 39’ era un tiempo asequible viniendo de hacer
39’30’’ en Pinto. El segundo 38’30’’ era el límite máximo a lo que podía
aspirar en mi forma actual y con el entrenamiento que hago. Bajar de ahí era
imposible … y sin embargo, soñar es gratis: ¿podría bajar de 38’?
En realidad, la marca era algo
secundario. Prefería pasármelo bien, disfrutar del antes y del después de la
carrera y, sobre todo, de cada una de las zancadas de la competición. El año
pasado no pude hacerlo así que en esta ocasión trataría de hacerlo por partida
doble.
Salí con Juan Carlos, al que
encontré antes del primer kilómetro. Me encontraba un poco “espeso” pero sabía
que estaba corriendo al ritmo que debía. En el km 2 y en el 3 me vine un poco
arriba y me puse por delante de Juancar. En ese momento incluso adelanté a
Sergio Fernández que acompañaba a Esther Pedrosa en un intento de record. En el
km 5 pasamos en 19’15’’.
Una cuenta rápida me dejó claro que no tenía mucho
margen para tratar de estar por debajo del objetivo. Así que … como todo lo que
sube, baja, pues me vine un poco abajo.
Pero entonces, mientras Juancar se me escapaba
sin poder remediarlo, Sergio me daba alcance. En ese momento me puse a rueda y
conseguí recuperar el ritmo y, para mi sorpresa, mantenerlo. Solo volví a mirar
el crono en el km 8: 30’46’’. Estaría
por debajo de 39’, pero ¿Cuánto? Esos dos últimos kilómetros en Laredo son espectaculares.
Con tanto público animando, con multitud de corredores dejando el último
aliento en la carrera y con las fuerzas que aún quedan, ese es el momento de
exprimirse. Ese es el momento para el que se entrena. Ese es el momento en el
que se gana uno la marca que se merece. Apreté. Y volví a apretar a falta de
500 metros. El crono de la meta marcaba 38’49’’, pero había tardado 19’’ en
pasar por la alfombra de salida. Total 38’30’’. Justo la marca que sabía que
era mi tope. Entonces … misión cumplida.
Me queda hablar de la post-carrera y curiosear por la clasificación. Lo dejo para otro día.
Ni de lejos llevo el número de carreras que acumulan tus piernas, Ángel, pero en los últimos dos años seguro que me he metido entre pecho y espalda al menos treinta. Y aunque uno se cree ya un veterano, en cada una hay un proceso que se repite: los nervios previos. Qué hacer con esa hora larga en la que uno se ha puesto ya en modo carrera, ha dejado hotel, familia, coche, y aunque todavía tenga el chandal puesto, sabe que ya no hay vuelta atrás. La tradición dicta que se trota un rato, quiero pensar que más que para calentar los músculos, es para evitar que la cabeza empiece a dar vueltas y vueltas sobre lo que está por venir.
ResponderEliminarTener la suerte de encontrarte con gente conocida en ese momento es un lujo que no se agradece lo suficiente, ayudan a que la evasión sea todavía mayor. Y si encima son auténticos filósofos del atletismo como tú, entonces ya es una experiencia que vale tanto o más que la carrera por venir. En mi caso, he de agradecerte la charleta y trotecillo por el circuito, que me colocó en ese estado mental final de poder encarar lo que venía. El recomputar en el 8 cómo iba (en mi caso me sirvió para calmar unos segundos el ritmo y poder llegar entero al último), el morder el hígado en el 9, correr por el centro de la calle, negociar las larguísimas rectas... todo ello fueron vailosísimo empuje y consejo. ¡Gracias!
En mi caso, hice 7 segundos menos del tiempo que no sabía ni pensaba que era mi tope, pero que un entrenador sabio me había marcado, misión también cumplida. Bajé 1'27" mi récord anterior de hacía escasamente un mes, la sensación de vértigo al estar corriendo los primeros kms por debajo de 4' asustaban, cuando hace escasamente un año bajar de 5' en una carrera era ya un logro.
Espero que en futuras carreras podamos compartir previa (y post), y sobre todo seguir cumpliendo nuestros objetivos realistas.