Era mi primer ducross.
Estaba mucho más nervioso de lo
normal, que suele ser muy poco, pero esta vez no atinaba ni siquiera a ponerme
los imperdibles del dorsal. ¿Por qué?. Demasiada incertidumbre sobre el recorrido,
la bici, mis posibilidades, mis habilidades etc.
“Cagao”, vamos.
El primer tramo de carrera, de
algo menos de 5 km, no supuso mayor problema. Corrí más o menos fuerte sin
saber muy bien si ir a tope y ganar puestos o guardar algo y mantenerme a la
expectativa. Lo cierto es que me encontraba bastante flojo y pesadote, pero no
lo hice mal, así que me planté el 56 de un total de unos 350 en el área de
transición.
A pesar de tener que cambiarme de
zapatillas y ponerme el casco, lo hice con bastante agilidad y pude salir sin
problemas al tramo de bici. Tuve suerte porque mi “box” se encontraba situado
casi a la salida del área, en el pasillo central, lo que me evitó despistes y
recorridos con la bici de la mano.
Nada más salir de la transición
comenzaron a adelantarme los verdaderos triatletas (duatletas en este caso),
con su maillot personalizado, sus bicicletas profesionales y unos gemelos que
no les caben en sí mismos.
“Izquierda, voy”, “Derecha voy”…
y un bólido me dejaba atrás en escasos segundos.
Abandonando el pueblo llegamos a
la zona de tierra. En dos o tres ocasiones intenté coger la rueda de alguno de
los duatletas que me adelantaban, pero además de inútil resultaba frustrante. Y
a partir de aquí comenzó mi calvario.
Llegados al kilómetro 4 aproximadamente
teníamos que dar un giro de casi 180º situado estratégicamente sobre un
arenero bastante potente. Ni fui
previsor ni supe seguir al que me precedía, así que me metí de lleno en el arena,
la bici se me quedó clavada y yo, inevitablemente, me fui al suelo. Plaf. Plaf
1.
Me subí en la bici y seguí
pedaleando. Una dosis de fastidio, un poco de vergüenza y una cierta pérdida de
confianza.
Seguía perdiendo posiciones,
aunque el perfil de los que me adelantaban ya no era tan profesional. Poco a
poco empezaba a estar con los de mi nivel. O eso creía hasta que llegó la
primera rampa importante del recorrido. Nada del otro mundo, pero… allí tuve la
desgracia de ir detrás de uno al que no le entró la marcha y se quedó parado
justo delante mío. Y ¿Qué hice yo?. Plaf. Irme al suelo. Plaf 2.
Empujé la bici hasta el final de
la cuesta. Una dosis de fastidio más, un poco más de vergüenza y una cierta
pérdida de confianza a añadir.
Y seguí pedaleando y perdiendo
posiciones.
Hasta la siguiente rampa en la
que volví a tener un percance. Esta vez fue al adelantar a otro ciclista; este
me cambió de trayectoria bruscamente y yo me metí en el lomo central del
camino, lleno de tierra. Y como os podéis ir imaginando… Plaf. Al suelo. Plaf
3.
Otra vez empujé la bici hasta el final
de la cuesta. Más fastidio, otro poco más de vergüenza y una pérdida de
confianza importante.
Me subí en la bici solo para
comprobar que el sillín se me había desplazado tanto que no podía casi sentarme
en él. Así que tuve que volver a parar, sacar un pie del pedal automático, apoyarlo
en un talud y colocarlo medianamente bien. Hecho esto me empujé con el pié
izquierdo en el talud con tanta fuerza y tan poca pericia que no me dio tiempo
a sacar el pie derecho del automático para equilibrarme y … poneos en lo
peor…Si. Al suelo. Plaf 4. Mucho fastidio. Muy poca vergüenza, ya a estas
alturas me empezaba a dar todo igual y la confianza … se me quedó atrás, tirada
por los suelos.
De nuevo en ruta adopté la
decisión de ir tranquilo y tratar de acabar los kilómetros restantes de la
mejor y más saludable manera posible. A este ritmo de caídas terminaría por
hacerme daño de verdad.
Pero aún quedaba más de la mitad
del recorrido.
Y a una cuesta arriba sucedía una
bajada. En una de ellas más empinada de lo que yo pensaba, la aceleración de
Coriolis, aquella por la que un cuerpo acelera de manera perpendicular al eje
de rotación del sistema, me fue expulsando del camino hacia el borde exterior.
Intenté controlar la bici con un par de derrapadas, pero a la tercera me metí
de lleno en una rodera y no supe salir con las consecuencias que todos lleváis
imaginando desde el principio de la cuesta: Tortazo. Plaf 5. Esta vez me dolió
tanto el golpe que me di, que no fue pequeño, como el hacer caer a otros dos
corredores que iban tras de mí y no pudieron eludirme.
De nuevo me subí a la bici y
volví a pedalear maltrecho esperando acabar de una vez por todas, jurándome que
este sería mi primer y último ducross. “¡Santo sielo!” Exclamé. “¿Cuánto
queda?”.
Por fin llegué a las calles del
pueblo.
En la clasificación aparezco el
256 en el tramo de bici. Os podéis
hacer una idea vosotros si necesidad de que os cuente.
Zona de transición. Y a correr.
Con poca gana y con dolor de piernas y de cuerpo en general. 2,5 km para
completar el duatlón en 1h 14´04´´ en el puesto 177 de 344 que terminaron la
prueba.
¡Uf! ¡Qué poco disfruté!
Clasificación Ducross Brunete 2013
Y de allí salimos pitando al
SERTRI de la Casa de Campo en el que competían Mercedes y Ángel.
Esto fue otra historia. Tanto una
como otro hicieron una competición fantástica en los tres tramos terminando la
20º Mercedes de 241 competidoras y cuarta veterana, bajando más de 6 minutos su
tiempo del pasado año.
Unos fieras.
Por su parte Ángel quedó el 40º
de 338 triatletas con un magnífico 9º puesto en el tramo de carrera.
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