Tenía ganas de volver a
correr en Madrid. Y la ocasión no se hizo esperar.
Una mañana soleada y
una temperatura extraordinaria en la salida de la Rexona Street Run. Más de
2000 personas dispuestas a correr por una de las zonas más emblemáticas de la
capital, el Retiro, Serrano, Colón, Puerta de Alcalá, Atocha….
Unos minutos antes de
las 9:30 me coloco en la línea de salida. Ya hay mucha gente preparada y no
quiero salir muy atrás. Miro a mi alrededor y … noto cómo instantáneamente me
abandona el desodorante, permítaseme la figura lingüística, cualquiera que esta
sea, aprovechando el patrocinador de la prueba.
Quede claro antes de
nada que a mí me importa poco donde se ponga cada uno para salir.
Quede tan claro que lo
voy a repetir: allá cada uno lo que
haga.
Eso si … Si te pones
delante, entonces sal deprisa. Más que nada por evitar problemas: por detrás va
a quedar gente que corre a 3’30’’ o 3’45’’ y tú no puedes salir el primero a
5’30’’. No puedes porque te juegas una caída, tuya o del vecino.
Esta es la situación.
Delante de mi tengo un tipo con unos auriculares, desconozco si espera oír el
disparo de salida o se guiará por el humo, pertrechado con una mochila de la
que sale un tubito con el que, imagino, espera mantener un nivel de hidratación
adecuado a lo largo de la prueba. Son 10 kilometros, no el maratón del Sahara,
pienso para mi, pero también es cierto que cada uno puede hacer lo que le venga
en gana y llevar a la espalda el petate de Rambo.
Un poco más allá veo a
otro tipo con un forro polar puesto y pantalones largos, estamos a unos 18 ºC a
las 9:30 de la mañana y no parece que vaya a ver un cambio brusco de tiempo. Casi
en primera línea una mujer mayor de pelo blanco (puede ser Joan Benoit, no
prejuzguemos) y un grupito de chicas con pinta de no haber corrido apenas
alguna carrera. Y de pronto junto a mí se sitúa otro joven, también pertrechado
con una mochila. ¿Qué llevará? Me pregunto. Es una carrera de 10 kilómetros,
tal vez un bocadillo de panceta por si le asalta una pájara, una sudadera, un
ahuyentador de perros… ya sabemos que en el retiro hay mucho que anda suelto…
¿Qué llevará?. Para rematar la instantánea de la salida, su amigo le palmotea
la espalda… “¡Bienvenido al mundo de las carreras populares!”.
Olé.
Así que … disparo y a
correr. No llevamos ni quince metros y ya estamos saltando unos por encima de
otros. Alguien ha tropezado y queda la
manada entera por pasar. Empujones, manotazos, …
Tal vez el speaker, que
lleva una hora diciendo lo emocionante que es esto, que quedan sucesivamente 48
minutos, 46 minutos, 45 minutos y así la cuenta atrás entera y que hace un
día maravilloso para correr, podía haber
dedicado un momentito a recordar que es prudente colocarse en la salida en la
zona en la que cada uno estima que puede andar según su tiempo esperado. Y a lo
mejor así no pasa lo que pasa cada vez que nos juntamos unos cuantos cientos o
miles a correr. Al final cada uno tendrá
su tiempo neto y no se pone en peligro a nadie. Afortunadamente el paseo de
coches del Retiro es ancho y pasamos el trago de la mejor manera posible.
Corro … casi todo lo
que puedo, pero noto que no me pongo a tope. Es una especie de prudencia que me
impide darlo todo. No sé muy bien por qué… y tampoco me importa mucho. Otro
10.000 más en la temporada y otra vez 38’22’’. Ya al paso del kilómetro 5 veía
que el tiempo no iba a ser muy distinto de lo habitual esta campaña. Lo pasé en
18’53’’, a pesar de que la primera parte de la carrera era más suave que la
segunda. En cualquier caso las cuestas de Alcalá y sobre todo Alfonso XII y la
subida al Ángel Caído se me hicieron muy duras.
67º de la general sobre
2035 corredores no está nada mal y 2º en categoría de +50 tampoco. Así que me
vuelvo contento para casa. Tras un ligero rayo de decepción me obligo a
reconocer que hace un año, hace exactamente un año, estaba caminando 4’ y
corriendo 10’ para volver a ser corredor. Así … es fácil acabar satisfecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario