Llevo seis meses corriendo después de superar mi fascitis
bilateral.
Olvidada en lo físico, no se puede decir lo mismo de la cabeza.
Una lesión que te obliga a parar dos años del todo, no se supera así como así.
Queda un poso que se manifiesta de diversas maneras y, probablemente, a cada
uno de forma diferente. Y eso … ¿En qué se nota? O, mejor dicho… ¿cómo lo noto
yo? Pues lo noto en el entrenamiento y en la forma de entrenar.
Hay un antes y un después en mi entrenamiento tras la
fascitis. El de antes era un plan sistemático: rodajes, series, rodajes largos,
más series, rodajes rápidos, cuestas, más series… para hacer entre 80 y 90
kilómetros semanales. Nada del otro mundo, tampoco.
Ahora hay rodajes mucho más cortos, cambios de ritmo y
algunas, pocas, muy pocas series. Y todavía no he pasado de 45 kilómetros
semanales.
Y aquí, precisamente aquí radica el quiz de la cuestión.
Mejorar los resultados en competición pasa por forzar en los
entrenamientos. Y forzar es hacer series. De una manera u otra, de más o menos
distancia, con mayor o menos recuperación… pero hay que hacer series. Series o
algo parecido a las series. Correr deprisa. Correr a tope.
Entonces llega un momento en el que te encuentras en una
encrucijada y tienes que decidir. Hay tres fuerzas que tiran de ti en distinta
dirección:
por una lado lo que quieres
hacer,
por otro lo que puedes
hacer
y un tercero, lo que debes
hacer.
Tres fuerzas que deben equilibrarse para poder seguir en
activo. Tres fuerzas opuestas.
Lo que quieres
hacer está claro… solo tienes que dejar volar tu cabeza y tu afán competitivo,
que todos, o casi todos tenemos, y en seguida tendrás un plan de entrenamiento
y de competiciones lleno de emociones fuertes e intensidad.
Lo que puedes
hacer también es más o menos evidente, todos tenemos un límite, por mucho que
queramos superarlo, pero sobre todo en los entrenamientos, no te puedes
machacar un día sí y otro también porque no hay cuerpo que lo aguante.
Y queda lo que debes hacer. Unas gotas de sangre fría, sensatez, planificación y mucha dosis de
escuchar a tu propio cuerpo. Esas señales que nos envía y que nos permiten
saber si estamos forzando mucho o no, si nos estamos pasando, son fundamentales
para dimensionar esta tercera fuerza que equilibre las otras.
Equilibrio … igual peso.
No sé si se trata de darle igual peso a cada una de esas
tres fuerzas, pero si se que aunque querer si quisiera hacer series a tope y
volver a mi entrenamiento anterior, poder probablemente no podría y, además
seguro que deber… deber no debería.
Por mi propio bien.
Por no volver a lesionarme.
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