Mi cuñado es andaluz.
Cordobés.
De Cabra. ... Egabrense.
Más allá de todo un conjunto de estereotipos
que, convenientemente tratados, pueden hacer fortuna en las pantallas de cine,
mi cuñado participa de una serie de rasgos comunes que diferencian a las
personas de Despeñaperros para abajo.
Mi cuñado es “sagerao”.
Escrito así porque es así. “Sagerao
pa to”. “Sagerao sagerao”.
Y el sábado fuimos a
comer a su casa porque era el cumple de mi sobrina.
Así que mi cuñado, José
(Ossse) se metió en la cocina y preparó un menú muy completo. Y muy aderezado.
Porque los andaluces han heredado de la dominación árabe el gusto por el
condimento.
Entre otras cosas (todo
muy rico, Ossse, todo muy rico), mi cuñado preparó una patatas ali oli.
Y el caso es que no me
cogió del todo desprevenido porque ya van muchos cumpleaños (nos hacemos
mayores Ossse. nos hacemos mayores) y la experiencia, a mesa puesta en casa de mi cuñado, me dicta
prudencia.
Así que me serví cuatro
patatas ali oli (cuatro trocitos, no me interpretéis mal). Cuatro. Ni diez ni
cuarenta. Cuatro.
Con la primera se me
quitó el frío del cuerpo.
Con la segunda se me
saltaron las lágrimas.
Hice un paréntesis en el que me bebí todo un vaso de
limonada.
Con la tercera las
patatas empezaron a recorrer todo mi
aparato digestivo. ¡Venga reflujos!
Y con la cuarta … ¿Sabéis esas películas en las que un montón de chatarra se convierte en un enorme monstruo mortífero
con una precisión letal? Con la cuarta el ajo se reconstruyo a sí mismo y me
poseyó.
El resto de la comida
solo fue un intento de aplastarle a espaguetis, más limonada, tarta y …almax.
Diecisiete horas
después estaba en la salida del cross de Alcobendas. En el Parque de Andalucía. (¡Qué cosas!). En primera línea.
Dispuesto a subsanar la mala salida de Atapuerca. Con más de 200 personas a mis
espaldas y en mis flancos.
El disparo no me tomó
por sorpresa. Tenía la mirada fija en el gatillo así que salí como un fórmula
uno. Cuesta arriba. A tope.
Trescientos metros
después estaba entre los treinta primeros completamente exhausto con cuatro
kilómetros más por recorrer. Creo que nunca me ha adelantado tanta gente en una
carrera. Tardé casi toda la primera vuelta en estabilizarme, en coger ritmo y
en empezar a correr en condiciones. Lo de coger ritmo en este cross tiene su
miga porque entre cuestas y curvas no acabas de soltarte.
Y conmigo … el ajo.
Cierto es que a estas alturas el ajo
ya estaba bastante debilitado, todo hay que decirlo. Todo el sistema gástrico produciendo
ácidos durante diecisiete horas debilita a cualquiera. Pero … ahí estaba. Un
ajo es un ajo ¡que demonio! Y ¡estaba dispuesto a dar la batalla hasta el
último instante!.
Así que con cuestas,
curvas, unos muy escasos 4300 metros para mi casi nula velocidad y un ajo dando
batalla… la carrera salió como salió. A trompicones.
Bien es verdad que al final acabé tan
contento. 75 de la general y tercero de mi categoría.
Tampoco le puedo pedir
a mi cuñado que a la próxima me haga un pescado hervido porque no se va a
quedar ahí… ¿Para qué está el vinagre, la pimienta, el jengibre, el apio, la
mostaza…?
Mejor no competir al día
siguiente.
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