Pasaba yo por delante del
escaparate, sin prestar mayor atención, distraído, pensando en mis cosas, cuando de repente me detuve.
Retrocedí unos pasos y leí detenidamente lo que instantes antes solo había sido
captado por esa parte del cerebro que no descansa nunca.
Leí y releí … Piernas completas… Piernas completas...
Ummm.
En realidad a mí solo me hacía falta una rodilla, pero por ese precio, no
me importaría tener unas piernas completas de repuesto.
Incluso, pensé, tal vez
podría regatearles un poco y comprando dos pares me hicieran un precio.
Tampoco era cuestión de comprar
por comprar. Antes tendría que comprobar la calidad del material y me tendrían
que explicar claramente la forma de colocación, la durabilidad y la garantía.
También les tendría que explicar que las quería para correr.
Para correr …
maratones, les diría, por aquello de conseguir lo mejor de lo mejor.
Maratones …de montaña.
Exagerar un poco pondría a mi
disposición las mejores piernas del mercado, esas que el comerciante guarda con
seguridad en la trastienda, solo para aquellos clientes que buscan la mayor
calidad. La excelencia.
Volví a mirar el cartel por si
acaso algún asterisco me remitía a la letra pequeña, esa letra que suele
transformar las mejores ofertas en algo inútil, inservible, inasequible o inalcanzable.
No.
No había asteriscos…. Piernas sin asteriscos… Aquello prometía…
Y crucé la puerta.
Inmediatamente comprendí que algo
no iba bien.
El primer aviso me lo dio la
ausencia total de ejemplares de muestra.
Están guardadas, pensé.
Conservadas a
una cierta temperatura. Protegidas de la luz, del aire.
El segundo, la falta de
estanterías, cámaras frigoríficas o algo semejante.
El tercero, los clientes que se
encontraban sentados en butacas a la espera de ser atendidos. Su aspecto no era
el común entre los corredores. Es más, casi todos eran chicas jóvenes, con un
tupé como el de Imanol Arias en aquellas legendarias ya campanadas de nochevieja, unos
pendientes de aro como canastas de baloncesto y más pintura en la cara que todo
el cuadro de las meninas. El tamaño de sus faldas permitía comprobar que sus
piernas no presentaban defectos a simple vista… más bien al contrario, me
atreví a pensar, no sin cierto rubor.
Todas se me quedaron mirando fijamente.
Aquello no cuadraba.
El cuarto y definitivo aviso me lo dio el
alarido que salió detrás de una cortinilla, acompañado de un comentario
supuestamente consolador de lo que tal vez fuera el (o la) dependiente(a), con
esa voz aplumada tan de moda en las emisoras de radio y canales de televisión…”
aguántate un poquito mi oso velludo que ya solo queda la mitad”
Retrocedí unos pasos sin apartar
mis ojos de la cortinilla hasta que di con la puerta. La abrí con sigilo, pretendiendo, sin conseguirlo,pasar desapercibido.
Salí.
Volví a mirar el cartel de las piernas y … esta vez me fijé un poco más arriba…
en el nombre del establecimiento …
DEPILACIÓN LASER - PIEL SATÉN
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