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Cuando era pequeño me pasaba el
día jugando a las chapas.
Jugaba a las chapas en el
recreo, al salir de clase, por las tardes en casa de mis amigos o en la mía y
después, en mi habitación o en la cocina de mi casa, terminaba jugando yo solo.
Mis chapas favoritas eran las de
las botellas de leche CLESA, doradas, con las letras en negro y un corcho en su
parte interior que les confería un peso adicional que las hacía muy estables,
abiertas cuidadosamente para que no quedasen dobladas. Nada que ver con las de
otras bebidas, como las de Coca Cola, Fanta o mi añorada Mirinda, que incluían
un círculo de plástico.
Todas y cada una de las botellas
de leche que entraban en casa, una vez abiertas, algo así como una al día,
aumentaban mi nunca completa colección de chapas.
Tenía chapas con casi todo el
pelotón ciclista y también varios equipos de fútbol.
El proceso de elaboración de uno
de aquellos equipos era laborioso. Primero tenía que hacerme con una lista en
la que se recogiesen los nombres de los componentes del equipo. Eso que ahora
se resuelve con una sencilla búsqueda en Google, entonces no era tan fácil.
Tenía que ir buscando en los periódicos las alineaciones o las clasificaciones
de las carreras, para completar un listado que me permitiera reunir un equipo digno.
Después en un hoja de papel
trazaba tantos círculos como chapas fueran a componer el equipo y en cada uno
de ellos dos líneas paralelas bien centradas en las que se anotaba con letra bien
clarita y en mayúsculas el nombre del deportista. La parte superior se pintaba
del color de la camiseta del equipo y la inferior como el pantalón. Después se
recortaba cuidadosamente para que encajase bien en la chapa y... listo. Formación
completa. Con los años, muchas de esas camisetas fueron sustituidas por las caras recortadas de cromos
de jugadores, de los “repes” de alguna colección de futbol. Y lo mismo con los
ciclistas: el Kas con Galdós, Fuente, Lopez Carril, El Ti-Raleigh, con Kuipers,
el Bic o el La Casera…
Y a jugar.
En el patio del colegio se
disputaban las carreras. Entre un grupo de compañeros de clase, todo el que
apuntase a la carrera, diseñábamos el circuito y con ambas manos unidas por los
dedos trazábamos el recorrido que quedaba bien limpio de tierra. Por regla general
contenía alguna dificultad: agujeros en los que no se podía caer, piedras en
las que tropezar o algún montículo que hiciera las veces de “puerto de montaña”.
Cada jugador presentaba un equipo de cuatro o cinco corredores, dependiendo de cuántos
fuéramos… y comenzaba la carrera.
“Chapas a la cuneta”, “trasquilón”,
“manga”… cada lance tenía su vocablo. De rodillas o en cuclillas, con el
bocadillo en una mano y la otra libre para cuando tocase el turno de alguno de
nuestro equipo.Así hasta que daba la hora de volver a clase y la carrera
terminaba apresuradamente. Muy pocas veces había un ganador. Nunca nos daba
tiempo a completar las vueltas previstas.
Por las tardes, en casa era la
hora de los partidos de fútbol. Las porterías se fabricaban con cajas de cartón
y el balón con el que jugábamos, una esfera cortada en su tercio inferior, era
el que daban con algunos productos de Bimbo, junto a unos jugadores de cartón
cuya parte inferior se incrustaba en una peana circular de plástico.
Mi primer equipo fue el Atlético
de Madrid. Todavía recuerdo la alineación: Reina, Melo, Jayo Calleja, Adelardo,
Iglesias, Ufarte, Luis, Gárate, Alberto y Salcedo.
Me duró poco. Mi amigo y vecino
Julio decidió que él debía jugar con el Atleti o si no, no habría más partidos.
En aras de una pacífica convivencia y de mi afán por seguir jugando, me pasé al
Real Madrid. Pido perdón a los atléticos, ya sé que eso no se hace, pero tenía
10 años y mucho tiempo libre.
Así que cambié a García Remón, Touriño, Benito,
Verdugo, Pirri, Zoco, Amancio, Velazquez, Santillana, Netzer y Aguilar.
¿Por qué me acuerdo de las
alineaciones? No lo sé. Debí jugar tanto que las tengo grabadas en lo más
profundo del cortex cerebral. Allí donde las cosas no se borran y en las que
debería almacenar otras cosas tal vez más importantes.
Durante muchos meses mi madre, paciencia infinita como solo la tiene una madre, tuvo que soportar todo un estadio en una esquina de la cocina. Con sus gradas incluidas.
Partido va, partido viene,
carrera en el patio del cole o en el Parque Calero, entre medias un día me hice
unas chapas de atletismo. ¿Premonición? ¿Un contacto paranormal? ¿Era rarito? ¿Seres de otro planeta? ¿Atletismo? ¿Quién sabía algo de eso entonces?
Recuerdo un verano en el que me
pasaba la hora de la siesta (la de los
demás) haciendo correr a mis atletas-chapas. Miu memoria no alcanza a todos ellos pero había dos
españoles que destacaban en sus prestaciones sobre por encima del resto:
Mariano Haro y Javier Álvarez Salgado. Además estaban Putemans el belga, el
británico Bedford, Lasse Viren el finlandes, el americano Shorter... Mis españoles ganaron muchas
carreras ...fruto de una sospechosa y bien calcula presión del dedo índice sobre el pulgar.
Por cierto que sobre esto hay
variantes que deberían haber sido tratadas en tesis doctorales: el uso del dedo
índice o del dedo corazón en el juego de chapas.
En un armario de mi habitación de
casa de mis padres hay una caja verde. En su interior hay más de ciento
cincuenta chapas de aquella época. Alguna vez la he sacado, la he abierto y he
metido la mano entre las chapas. He sacado un puñado y las he dejado caer una a una otra vez en su interior, Amancio, Ufarte, Asensi, Mariano Haro, Fuente, Galdós, … mientras se me hacía un nudo en el pecho.
Casi como ahora que lo recuerdo.
Hola, me interesaria comprar dicha coleccion de chapas si en algun momento quisieses desprenderte de ella o de algunas de ellas o al menos solo ensenarmela. Soy coleccionista de chapas. Contacta conmigo a traves de mi email jesus_gcia_gcia@hotmail.com
ResponderEliminarMuchas gracias