sábado, 29 de enero de 2022

EN CALZONCILLOS FRENTE AL ILUSTRE DOCTOR. CAPÍTULO 3 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


12 DE MARZO DE 2018. 1430 DÍAS ATRÁS.

Luca Modric y Felipe Reyes, entre otros muy célebres deportistas, me sonreían desde las paredes de la consulta. Sentado en una silla, en calzoncillos y calcetines, solo me faltaba ponerme una pajarita para parecer un concursante de Factor X. Una estrategia sin duda muy bien desarrollada para hacerte sentir un títere ignorante y desprotegido entre tanta bata, tanto título colgado de las paredes y tantas fotos con las más sinceras muestras de agradecimiento de un sinfín de ilustres del deporte.

Veinte minutos de preguntas y exploración por parte de un … ¿ayudante? ¿médico residente? Veinte minutos en los que me dio tiempo a contarle todo. Mi historial, el mapa exacto, con todo lujo de detalles, de los dolores de mi cuerpo, mis impresiones, mis temores, mis dudas … todo.

Hasta que llegó el médico oficial. El traumatólogo. El ilustre traumatólogo. Me saludó, se sentó sobre la mesa y escuchó a su ayudante la exposición pormenorizada de los datos: varón, 55 años, corredor, menisectomía exterior completa, refiere dolor en compartimento externo de la rodilla y tendón de Aquiles de ambas piernas…. O algo así. Y ya. Veinte minutos resumidos en veinte palabras. ¡Eso es capacidad de síntesis! A este le dan El Quijote y te lo resume en un tweet.

El ilustre tomó asiento, abrió la carpeta con las pruebas que tres semanas antes me había encargado, miró arriba y abajo, golpe de ratón por aquí, golpe de ratón por allá mientras el interior de mi rodilla aparecía en la pantalla de ordenador más grande que he visto nunca.

¿Y dónde dice que le duele?

Me duele aquí, aquí, aquí y aquí. – dije señalando con precisión los puntos donde mi pierna me torturaba a cada paso, desde la cabeza del peroné hasta el talón...

Bueno …. Mire… usted tiene la rodilla muy mal. Pero muy mal… muy mal. No me extraña que le duela. – Dijo el médico con un gesto de gravedad y condescendencia.

Perdone doctor, pero es que a mí no me duele la rodilla. De hecho, me duele todo menos la rodilla. - Repuse.

Ya, ya, pero es que tiene la rodilla muy mal. No tiene cartílago, tiene una condromalacia de espanto y así no se puede correr. – insistió. De hecho, usted hace mucho que debió dejar de correr… a menos que quiera tener una prótesis de rodilla a la vuelta de … ya.

Bueno, doctor, tendré la rodilla todo lo mal que usted, las pruebas radiológicas o San Lucas Evangelista, santo patrón de la medicina, quieran, pero es que a mí no me duele la rodilla. Me duele aquí, aquí, aquí y aquí…pero no es la rodilla lo que me impide correr – volvía a replicar tratando de reconducir lo que comenzaba a vislumbrarse un callejón sin salida.

Ya, ya, pero es que esto es … como si usted pretendiera correr con un coche que no tiene ruedas y se queja porque no le funciona el intermitente. – me espetó el ilustre con la complacencia del ayudante, que asentía dándome a entender que las cosa estaba tan clara que resultaba indigno por mi parte dudar de quien dictaba semejante ejemplo de sabiduría.

Miré a Luca Modric y a Felipe Reyes buscando inspiración, pero seguían sonrientes colgados de la pared abrazados a este tipo que me estaba dando clases de mecánica del automóvil. Me pareció incluso verlos asentir condescendientes.

Vale. ¿Y qué soluciones tenemos? - pregunté tratando de buscar algo donde agarrarme antes de que la situación se me fuera de las manos.

El ilustre volvió a sentarse sobre la mesa y mirándome de arriba abajo –yo sentado en calzoncillos en la silla, tratando de mantener la dignidad- me dijo:

Bueno … hay dos posibilidades- Una es operarle para ponerle un menisco sintético. Claro que, si fuera así, tendría que dejar de correr definitivamente. La otra es … romperle el fémur y alinearle la pierna. Lo más probable es que también tuviera que dejar de correr.

Se hizo el silencio. Me estaban dando tiempo para que sopesara el alcance de aquellas dos alternativas, a cada cual más audaz, más esperanzadora…

Me le quedé mirando los pocos segundos que me dio para digerir la información. Algo así como tragarte un hipopótamo en modo gragea.

Doctor – pregunté- ¿Cuál es el diagnóstico de mis dolencias?

Tienes la rodilla destrozada. - Contestó sin un ápice de vacilación o duda.

A mí no me duele la rodilla, doctor - dije mientras recuperaba mis pantalones y me los calzaba de la mejor manera posible. No me duele NADA la rodilla. Me duele TODO menos la rodilla.

Me despedí de Luca Modric y de Felipe Reyes y, recuperada y abotonada la vestimenta, también del ilustre y su ayudante, con toda educación, para proceder en el pasillo exterior a pasar revista al índice completo de insultos del diccionario popular español en la versión de mi barrio de nacimiento, modalidad mímica. Tampoco hay que perder las formas.

Un impresionante elenco de figuras de nuestro deporte me hizo el pasillo. Una cosa estaba clara: yo no estaría colgado en esas paredes compartiendo agradecimientos con ellos.

2 comentarios:

  1. No me alegro de tus dolencias pero el relato de tu visita médica me ha hecho sonreir, meditar y reir; por ese orden.El sentido del humor es un signo de inteligencia y le da a las cosas otra perspectiva,te felicito por ello.
    Sólo te ha faltado salir cantando el Always look on the bright side of the life y que el ilustre Doctor y su ayudante te hubiesen acompañado con sus silbidos, eso si,vestidos; no se puede ir por la vida en calzoncillos.Enhorabuena.Un saludo.

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  2. Pues tienes toda la razón... es un final mucho más lírico y más positivo. Si alguna vez vuelvo a tener una experiencia semejante (quieran los astros celestiales que no sea así), no dudes que lo pondré en práctica.
    Gracias por leerme y por tus comentarios.

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