sábado, 9 de septiembre de 2023

MARATÓN PA TÓS. LA MARATÓN MÁS CORTA DEL MUNDO

 


Hay personas en el mundo que son genios. 

Si. Es así. Existen.

¿Qué es un genio? Dejemos de lado los de lámparas maravillosas.

Un genio es alguien que tiene una idea que resulta extraordinaria y que no se le ha ocurrido a nadie antes. Después, si. Después pensamos todos … ¿Y cómo no se me ha podido ocurrir esto a mí? Pues, sencillamente, porque no eres un genio. Si lo fueras, se te ocurriría eso y lo que se le va a ocurrir al siguiente genio justo antes de que se te pudiera haber ocurrido a ti.

Hay genios que se forran con sus ideas. Las patentan y a vivir la vida.  

Hay otros que tienen una idea genial y la ponen a disposición de la humanidad, por ejemplo el World Wide Web que me permite a mí escribir esto en mi casa y a ti leerlo en la tuya tan solo pulsando una combinación de teclas.

Y también hay personas que tienen una idea genial, a veces excéntrica, otras descabellada, incluso algunas auténticas locuras y la aplican, por ejemplo, para ayudar a otras personas que tienen importantes necesidades.

El "Maratón pa Tós" es una genialidad de Juan Luis Cano y Guillermo Fesser. El conocido y admirado dúo Gomaespuma con el que muchas personas, entre otras cosas y muchas otras risas, hemos perfeccionado nuestro inglés hasta límites jamás imaginados. O tal vez es idea de alguien de su equipo. Tanto vale. Para eso están los equipos.

La Fundación Gomaespuma, organiza la maratón más corta del mundo: 42 metros y 19 centímetros. Se va a celebrar el próximo día 8 en el Estadio Valleherrmoso de Madrid a partir de las 10:00.

Además existe la posibilidad de comprar el dorsal a través de la web https://fundaciongomaespuma.org/  y correr en tu ciudad. Incluso, en tu casa: la distancia no va a ser obstáculo para ello. En este enlace está toda la información.

La recaudación irá destinada a varios proyectos que desarrolla la Fundación Gomaespuma en países como Nicaragua, Senegal, Sri Lanka, Congo etc.

Si alguien ha deseado alguna vez correr un maratón y no lo ha conseguido, esta es su oportunidad.

No la dejes escapar. Nunca lo vas a tener más fácil. 


sábado, 29 de abril de 2023

MAL DE ALTURA

 


Doce segundos. De los tres mil trescientos cincuenta y nueve que invertí en el recorrido, me sobraron doce. Y el caso es que desde el kilómetro tres le fui viendo toda la carrera tan cerca de mí que estaba seguro de poder remontarle con facilidad. Pero … ¿para qué? Tampoco sabía que él era el tercero y yo marchaba cuarto. Y aunque lo hubiera sabido … no encontraba ni fuerza en mis piernas ni ganas en mi espíritu para ir a por él. Cualquier cosa menos uno de esos esprines tan agónicos de otros tiempos.

Sesenta centímetros. Eso es lo que medía el tercer escalón del pódium. Bien es cierto que lo estimé a ojo. No era plan de sacar la cinta y comprobarlo y menos con toda la concurrencia alrededor. Pero, mientras daba cuenta de una riquísima ración de sopas de ajo caseras, detalle de la organización, tuve tiempo de hacer un cálculo bastante ajustado.

¿Se puede sufrir mal de altura ascendiendo de pronto sesenta centímetros?

Si.

Se puede.

No es el mal de altura que conocemos de las montañas por falta de oxígeno. Es el mal de altura de los corredores por un irrefrenable deseo de subir al cajón.

De nuevo en competición, uno sufre el irracional impulso de … tal vez no darlo todo... pero casi. ¡Para eso se compite! Y no es por ganar a uno u otro corredor. Tal vez alguna vez sí. Generalmente es por ver hasta dónde podemos llegar cada uno de nosotros.

Los famosos límites.

Cuando estás en el camino de ida, con toda la vida atlética por delante, el afán de superación es capaz de hacernos salir a entrenar, ¡a entrenar fuerte!, todos los días con la esperanza de mejorar, con el irrefrenable deseo de “hacer marca”, esa expresión que define tan claramente el objetivo de la gran mayoría de corredores.

Cuando estás en el camino de vuelta, cuando sabes que las marcas quedaron atrás y que ganar a uno u otro ya es más que secundario, lo que nos mueve es algo tan imposible como el deseo de vencer al propio tiempo. Sumar años es sumar minutos. Solo se puede intentar que la cuenta corra más despacio en el reloj que en el calendario.

Y en esta etapa, cuando los kilómetros acumulados a lo largo de muchos años han ido desgastando engranajes, fatigando resortes y quemando energía, aún manteniendo la misma ilusión, es el momento en el que la prudencia debe tomar las riendas. Poder seguir a lo largo de muchos más años es perfectamente posible si somos capaces de cuidar de nuestro cuerpo. 

Y aquí es donde entra el mal de altura. ¿Tiene sentido entrenar un día más? ¿Hacer un cambio más? ¿Hacer una serie más? … por subir al “cajón”. ¿Es sensato repetir esa senda que ya hemos recorrido en numerosas ocasiones, muchas de ellas terminando en “boxes” por culpa de alguna lesión?

Como todo en esta vida, el secreto está en encontrar el equilibrio, ese punto exacto donde se puede alcanzar la máxima satisfacción corriendo, minimizando a la vez el riesgo.

No obstante, en ese punto, nuestro natural competitivo nos hace vivir esa profunda contradicción que supone, a la vez, querer y no querer entrenar más, querer y no querer correr más deprisa, querer y no querer competir con más frecuencia.

Así somos. Por el origen de nuestra especie, por genética, por educación y por otros mucho factores. Así somos desde que nacemos hasta que morimos.

Mi padre, en la cama del hospital, pocas semanas antes de su fallecimiento, recibía la visita del fisioterapeuta, que, con todo cariño, profesionalidad y tacto, le proponía una serie de ejercicios de flexión de piernas.  Ángel, haz diez con cada una. Le decía. Mi padre le miraba. El fisio no podía saber qué significaba esa mirada, pero yo, de sobra conocía lo que se avecinaba. Y entonces empezaba marcar el ritmo y a contar, Uno, dos, tres, … nueve… y… diez …. once, … doce… quince … ¡bueno Ángel, para, para, que está bien así! Y mi padre sonreía. Había vuelto a ganar.


viernes, 17 de marzo de 2023

10 KM LAREDO 2023.

 

Foto Pedro Aboitiz. www.atletismocantabria.es

Y, de pronto, llegó Laredo.

Inscribirse cincuenta días antes de una carrera tiene estas cosas, que te llega el día y te pilla como te pilla. ¿Por qué me apunté? Tal vez por volver a correr en uno de los lugares donde más he disfrutado del atletismo.

A Laredo se viene a correr. A correr en el sentido más riguroso de la palabra. No creo que haya muchas carreras de 10 kilómetros en el mundo que entres en meta en el puesto mil con 39 minutos pelados. El mil. Mil personas corriendo por debajo de 3´54´´ el kilómetro.

Dar dos salidas es un acierto que, sin duda, acabaran copiando otras carreras: mantienes un nivel altísimo de inscripción, evitas riesgos innecesarios de accidente en la salida, puedes ampliar incluso el cupo de inscritos y todo el mundo (…o casi) puede correr desde inicio en sus ritmos. Y además, los que salimos en la primera pudimos disfrutar de la segunda completamente.

A cerca de los logros de la carrera ya se ha escrito y comentado todo. Ver correr (¿Correr o volar?) a Berihu Aregawi es algo inolvidable. Impresiona sobre todo su zancada: un apoyo infinitesimal sobre el asfalto que le propulsa a gran distancia para repetir el gesto a una enorme velocidad con una sensación de fuerza brutal. Correr completamente solo en 26:33 para quedarse a escasos 9 segundos de la mejor marca mundial garantiza grades logros a este jovencísimo atleta etíope.

Igualmente destacable es la mejor marca española de todos los tiempos para Paula Herrero con 31’23’’. Otro gran talento del atletismo español del futuro.

Pero es que además, ocultos en la clasificación hay verdaderos "tiempazos" para los diferentes grupos de edad. Por ejemplo, por decir uno solo ... ¿correr en 47'44'' con más de 70 años?

Y entre todos ellos un nutrido grupo de corredores abulenses, de todos los equipos de la ciudad. Allí estaban atletas de Ecosport, Jaqueline Running Team, Triavila, Avila Runners y Puente Romanillos, además de unos cuantos “no adscritos” o de otros clubes. Y todos, o casi, en busca de los límites personales sobre la distancia. Grandísimas marcas para muchos/as. Un enorme aliciente para seguir entrenado.

A Laredo, como dije antes, se viene a correr en el sentido de buscar el mejor registro posible. El circuito, como dice la propia organización puede ser de los mejores del mundo para hacerlo, la compañía, por el enorme nivel, es inmejorable: no corres solo ni un segundo, puedes seguir el ritmo que te permitan tus piernas porque siempre vas a encontrar a alguien dispuesto a tirar. Y el tiempo…¡ay!... esta vez aguantó. Cierto es que la lluvia apareció en la segunda salida, pero nada que ver con otras ediciones de agua y viento que siempre castiga el rendimiento.

Volví a Laredo para disfrutar de la competición. Volví para sentir, aunque solo fuera unos metros, esa sensación de plenitud en la que todo tu cuerpo y tu cabeza buscan dar lo mejor, lo máximo, alcanzar tu mejor nivel.... ese mejor nivel que cada uno podemos conseguir en cada fase de la vida. Atrás quedan otras épocas, otros ritmos, otras marcas. Aquello ya no cuenta. Cuenta solo ahora. Entonces ... ¿Lo conseguí? ... Si. Un ratito. 

¿Y si repitiéramos el año próximo?


domingo, 22 de enero de 2023

CROSS DE ÁVILA 2023. MEMORIAL JOSÉ SORIANO. CONTRA VIENTO Y MAREA

 


Sería injusto no comenzar dando las gracias al Club Ecosport por continuar organizando esta carrera. El título, entre otros, va por ellos. Mantener la organización de una carrera no es tarea sencilla y menos aún, como ya he dicho en otras ocasiones, dedicando tiempo libre que sale del descanso, de las aficiones y de la familia. Han pasado 6 años desde la última vez que participé en este cross. Han cambiado cosas. Y no me refiero solo al recorrido. Se nota que hay menos ayudas. Supongo (y es una suposición aventurada porque no he hablado de esto con nadie) que cada vez resulta más difícil encontrar patrocinadores: la pandemia, la crisis, los combustibles, la inflación, ... Y sigo suponiendo que tampoco las instituciones públicas aportan gran cosa. En esta ciudad nunca se ha hecho una apuesta decidida por el deporte. Y esto no es una suposición. Es un hecho constatable.  Aun así, el club ha sabido dimensionar la carrera, ajustar gastos y esfuerzos y mantenerla... contra viento y marea. Mi más sincera enhorabuena y agradecimiento por ello.

Pero el título también va dedicado a otras personas. Hoy me he vuelto a encontrar con gente que no veía desde hace más de seis años, el tiempo que he estado alejado de las carreras. Y como la vida reparte aleatoriamente, me he reencontrado con corredores que me han contado historias que dejan en anécdota mis lesiones. ¡Qué ignorantes y soberbios somos cuando pensamos que la vida solo nos maltrata a nosotros!  

He visto a mi admirado Eugenio Hernández Galán, grandísimo atleta y unos de los entrenadores que más he hecho por el atletismo popular. “No te imaginas lo que yo daría por poder estar ahí” me ha susurrado al oído mientras le abrazaba en la línea de salida. Después ya en la meta, apoyado en su muleta, me ha confiado su lucha por superar una gravísima situación. Contra viento y marea.

Y no ha sido el único. Otros corredores que se han acercado a ver el cross, me han saludado y me han explicado porqué estaban al otro lado de la cinta de plástico. O corriendo a ritmos que no son los suyos. Patologías, enfermedades, secuelas, lesiones graves… Historias que me han conmovido y que solo añaden más argumentos para sentirme un privilegiado.

También he podido volver a encontrarme con grandes compañeros con los que, …ya va haciendo años, he ajustado zancadas, volando en alguna carrera, sufriendo en empinadas cuestas llenas de barro o al filo del kilómetro 35 sin más gasolina en el depósito. Añado una precisión: me los he encontrado en la meta. Todos han entrado antes que yo. Soy un privilegiado … lento.

¿Y la carrera? Fantástica.

No me gusta nada el frio, ni el hielo ni el barro. Así que, normalmente huyo como un cobarde de estas situaciones. Hoy las he disfrutado como solo se puede hacer de algo que no forma parte del menú habitual. Además, tampoco era para tanto,… ni hacía tanto frio, ni apenas había hielo y el barro, casi se podía eludir en todas las zonas. He corrido a un ritmo impensable viendo el nivel de mis entrenamientos en un terreno que se hace muy pesado, para el que es necesario tener fuerza. Y lo he hecho en un pequeño grupo con un corredor y una corredora de montaña, que me han animado mucho y con los que he compartido todo el recorrido.

¡Ah! Tampoco me gustan los obstáculos, así que los he pisado todos … o casi.

Y ¿ahora? Pues ahora… a seguir. Contra viento y marea.

Enlace a los resultados CARRERA 9KM. 

Enlace a los resultados CARRERA 6KM

 


lunes, 2 de enero de 2023

SAN SILVESTRE VALLECANA 2022

 



La música retumba en las fachadas de la avenida Concha Espina. Globos gigantes de uno de los patrocinadores de la carrera vuelan por encina de las cabezas de los corredores. Las cámaras buscan gestos, saludos, disfraces. La euforia de los corredores se transforma en una cuenta atrás acompasada por miles de gargantas. Primeros pasos caminando, después un trote ligero hasta cruzar la línea de salida. Pongo el crono. Las costumbres no se pierden y una San Silvestre, ahora, no es una San Silvestre más. Es un regalo y sé muy bien lo que ha costado poder quitarle el lazo y desenvolverlo una vez más, así que no estoy aquí solo para correr. Estoy, además, para absorber hasta la última sensación que puedan captar mis sentidos.

Comienza la cuesta. Territorio conocido. En otras épocas llegaba arriba con los pulmones y el corazón a punto de estallar, sabiendo que después, una larga cuesta abajo, todo Serrano adelante, me permitiría recuperar un ritmo cardiaco asumible. Pero ahora llego con margen. No puedo correr deprisa. Hay demasiada gente, todos los que han acreditado mejor marca que yo más otros cuantos cientos que se meten de cualquier manera desde las aceras a partir de este momento.

Solo a partir del kilómetro 3 comienzo a correr a gusto. Sigo rodeado de corredores, pero, poco a poco, se van abriendo huecos para adelantar con más facilidad.

Las calles están completamente llenas de gente: Serrano, la Puerta de Alcalá, Cibeles, el Paseo del Prado… multitud de personas que detienen por un momento su paseo o sus compras y animan la carrera.

Me acerco al kilómetro 5. Necesito ver el tiempo que llevo. A lo largo de todas las ediciones anteriores que he corrido y ya son muchas, mi marca en meta ha sido dos veces la del kilómetro 5 más un minuto. una fórmula que siempre se ha cumplido, tanto antes, cuando corría deprisa, como ahora que ya no lo hago tanto (podría poner despacio, directamente, pero prefiero dejar margen al futuro). ¿Me importa mucho el tiempo que haga? … No, mucho, mucho, no. Bastante, sí, porque uno, al fin y al cabo, tiene su corazón de atleta.

 Más que ver, imagino en el cronómetro unos números que me sorprenden. Mi viejo reloj no se apiada de mi vista y esconde un borroso mensaje en sus dígitos: vas muy bien. También puede ser que ese 2 sea un 3 y entonces no vaya tan deprisa como pudiera pensar. Lo cierto es que me da igual: voy todo lo rápido que puedo, que, sin ser mucho, es bastante. Es el mismo bastante que el bastante de la marca, para entendernos.

En Atocha siempre pasan cosas. Un grupo de percusión de deja el alma por ayudar a los corredores ¿Terminaran los tambores enteros al final de la última oleada de corredores? Los viajeros que van a coger el tren y se encuentran con una desbandada de ñus, como en el mejor documental de La2, ven con horror cómo el tiempo pasa y no hay forma de cruzar de un lado a otro esta marea de corredores. No creo que imaginen la envergadura de lo que viene por detrás. Siempre hay un momento en el que alguno de ellos ve una oportunidad y, arrastrando la maleta, se lanza a la corriente. ¡Ay!

La Avenida Ciudad de Barcelona permite aprovechar los últimos metros cuesta abajo. Se adivina el Puente de Vallecas cada vez más cerca y, bajo él, el sonido de otro grupo de música que, atronador, impulsa a los corredores a la parte más dura: una interminable Avenida de la Albufera que destroza las piernas después de tanta bajada. Allí está Enrique, que me anima. Otros años nos veíamos en la meta.

Estoy llegando.

Estoy terminando otra San Silvestre, cuarenta años después de correr la primera. Llevo a mi padre en el corazón y todas las ediciones anteriores repartidas entre las piernas y la memoria. Cada esquina es un recuerdo, cada pequeña mano extendida que golpeo es un empujón hacia delante. Cada grito de ánimo y cada aplauso es un compás de mi corazón.

Vuelven a mi memoria un torrente de recuerdos, de otros corredores que antes estaban a mi lado en estos metros finales, cuando llegábamos al estadio de Vallecas y veíamos los focos iluminando el césped. Ahora, subiendo los últimos metros, trato de apretar el ritmo al máximo. Mi memoria revive una conversación con los doctores Manuel Villanueva y Álvaro Iborra hace algo más de dos años: volverás a correr. No tanto ni tan deprisa como la hacías antes, pero volverás a correr.

Cruzo la meta. He vuelto a correr. Estoy extremadamente feliz.

Nota. El tiempo en la meta fue dos veces el tiempo en el kilómetro 5 más…  58’’. Estoy mejorando.


martes, 9 de agosto de 2022

13ª CARRERA POPULAR NARRILLOS DE SAN LEONARDO

 

FOTO DE GONZALO GONZALEZ DE VEGA


Todos los pueblos deberían tener una carrera. Por lo menos una carrera. Supongo que, si en lugar de gustarme el atletismo me gustara el futbol sala o el tiro con arco, diría lo mismo de estos otros deportes. Pues sí, lo diría … y añadiría una carrera. También alguna sesión de cine nocturno al aire libre, un concierto de música, un certamen de pintura y otras muchas cosas.

Claro que para todo eso hace falta gente que deje de lado sus cositas y dedique su tiempo libre a organizarlo todo. A pensarlo, a buscar la manera de hacerlo, ayuda para financiarlo, a pedir favores, encargar camisetas sin saber cuántas ni de qué talla se van a necesitar, a montar y desmontar tenderetes, a enfriar bebidas, a poner vallas…

Luego, el día de la carrera, del concierto o del concurso de jotas, vamos los interesados, pagamos una pequeña cantidad, disfrutamos del evento y nos volvemos a casa tan contentos.

A los organizadores aún les queda trabajo, dejarlo todo como estaba, incluyendo recoger las botellas que hemos ido tirando por el recorrido, latas vacías en la meta cuidadosamente apoyadas en el alfeizar de una ventana, retirar cintas de balizar, desmontar casetas, …

El esfuerzo es el mismo si corren 50 personas o 300 ... un poco más de jaleo, un poco más de agua, unas sandías más y alguna dificultad añadida para aparcar por el pueblo.

Por eso, en primer lugar, quiero dar las gracias a todas esas personas que, un año más, se pusieron manos a la obra y organizaron la decimotercera edición de esta carrera.

Hacía mucho calor, como casi todos los años, pero el ambiente era el de siempre. Después de cinco años sin correr una carrera en Ávila, volver a ponerme el dorsal me producía una sensación un tanto extraña. Me sentía bastante fuera de lugar participando en una carrera en la que, de antemano, sabía que no iba a poder correr como siempre lo he hecho: a competir. Ya no tengo cuerpo para eso y tampoco entreno lo que se necesita para llegar a una carrera a darlo todo y aunque podía haber intentado ir algo más fuerte, la prudencia me obligaba a no encenderme demasiado.

Así que corrí entre medias de “medio deprisa y medio como pude”, más lo segundo que lo primero y me planté en la meta tan contento de volver a correr con un dorsal en el pecho y sobre todo, de saludar a algunos de los compañeros de carreras de siempre, que muy cariñosamente me recibieron con la alegría de volver a verme con el traje de luces, un tanto ajado ya, pero aún útil para alguna faena más. También os quiero dar las gracias. Seguid ahí.

Volveremos a vernos.


sábado, 18 de junio de 2022

CUADERNO DE VIAJE. ETIOPÍA. ...POLVO, SUDOR Y MOCOS SE REPARTÍAN LA CARA.

 



El muchacho seguía nuestros pasos medio escondido entre los arbustos, los árboles y las rocas próximas al camino. No obstante, Sansom, nuestro guía, ya había detectado su presencia desde que abandonamos el coche y comenzamos a caminar. Al cabo de un rato, le dijo algo en amárico y el chico salió de su refugio quedándose a una distancia prudencial de nosotros. Intercambiaron unas palabras más y se acercó otro poco, a unos pasos de nuestra posición. Elías sacó de su mochila una pequeña figura de plástico de colores chillones parecida a un dragón y se la ofreció. La curiosidad pudo más que sus temores y se apresuró a cogerla, encerrándola en su puño como si en cualquier momento pudiera echar a volar.

En esos pocos minutos que pasaron desde que le vimos hasta que se marchó de nuestro lado, tracé un retrato de su aspecto que ha quedado grabado en mi memoria de forma indeleble. No me atreví a hacerle una foto por respeto hacia él, conocedor del recelo que suelen tener a que los “farangi” (los extranjeros) disparen sus indiscretas cámaras a todo aquello que se les pone por medio.

Lo más llamativo eran sus ojos: grandes, del color de la miel, limpios, sinceros, serenos y por encima de todo, llenos de dignidad. Lo acompañaba una sonrisa entre pícara y divertida, que dejaban ver unos dientes grandes y blancos. El resto era una costra de mugre desde el pelo a los pies. Polvo, sudor y mocos se repartían la cara. De rodillas para abajo, chorretes de barro seco se perdían en los pies, solo protegidos por unas sandalias con las que parecía imposible recorrer los caminos llenos de piedras, charcos y matas con espinas.

El conjunto lo completaba la ropa: una camiseta que en origen debió ser a rayas amarillas y verdes, se apoyada sobre sus hombros echa jirones. Me llamó particularmente la atención una de las mangas, cosida completa y toscamente con una hebra de plástico de saco. Los pantalones necesariamente debían haber conocido otros dueños antes que el chico, cuya edad podía rondar los diez años. Tenían agujeros por todas partes y solo a tiras, algunas partes alcanzaban los tobillos.

Al caer la tarde reanudamos nuestro viaje, llegamos a una ciudad y me di de bruces con la paradoja que, cuatro años después, sigue alojada en la parte donde se nos quedan almacenadas todas las rayaduras. Caminando por las calles observé como algunos jóvenes, aquellos con más dinero, vestían pantalones vaqueros descosidos, rasgados, rotos, a la manera más occidental que pudiera parecer. De las tiendas colgaban cazadoras, chalecos, pantalones y shorts vaqueros con agujeros que los jóvenes lucían con la misma despreocupación y naturalidad con la que se puede hacer en Madrid, Roma, Nueva York o Londres.

En tan poco espacio físico y temporal me di de bruces con dos realidades completamente distintas: la de un muchacho que vestía harapos porque con toda seguridad la vida no le daba para más y la de unos jóvenes a los que la moda casi les conducía a ello.

Años después sigo sin entender que los pantalones “se lleven” rotos. Es consecuencia de mi edad, de mi educación y de mi origen. He sido el rey de las rodilleras. No había pantalón largo que no estrenara con una buena caída en mitad del patio en el recreo.

Pero ahora, cada vez que me cruzo con una pandilla y los veo vestir “a la moda de los agujeros” me acuerdo de aquel muchacho en un lugar recóndito de Etiopía, de su camiseta, de sus pantalones y de su sonrisa.

Y … aún.

A la mañana siguiente, cuando nos levantamos para emprender viaje, la calle estaba poblada de bultos cubiertos por mantas.  Uno de ellos, se incorporó a nuestro paso, desnudo, recogió su manta, se la anudó a la cintura, cogió su bastón y comenzó su jornada. En su mirada volví a encontrar tanta tristeza como dignidad. Sansom me miró y me dijo, “lleva consigo todo lo que tiene: una manta para abrigarse y un bastón para defenderse”.

Etiopía está en guerra. No tiene gas, ni petróleo, ni supone una amenaza para Europa. La población del país, actualmente de 115 millones, se duplica cada 25 años. El índice de fecundidad es de 4,05 hijos por mujer. Se encuentra en el puesto 171 de 196 en cuanto a su nivel de vida.


jueves, 16 de junio de 2022

MADRID NORTE VS SUR 2022

 


Enfrentar a corredores del Norte contra corredores del Sur es una excusa tan válida para organizar una carrera como cualquier otra. Mi barrio madrileño, al que sigo perteneciendo, tal vez sin derecho y desde luego tampoco de hecho, está al este de la ciudad, lo que me permite elegir bando según me guste más una camiseta u otra, cosa que también haría, aunque viviera en Chamartín o en Villaverde.

La carrera se anunciaba como uno de los mejores circuitos para correr en Madrid y desde luego lo es, pero … con cuestas. Que el desnivel final sea de más de 100 metros de descenso no quita para que entre medias, “te comas” unos cuantos repechos que, en mi caso, con poco fuelle y menos fuerzas, me pasaron una más que abultada factura.

La salida, perfectamente organizada por cajones en los que los corredores parece que ya hemos aprendido a situarnos en función de nuestras expectativas (no todos, …aun te estrellas con algún “armario” a los quinientos metros de salida de los que no han terminado de hacer las cuentas de su tiempo en 10K).

Y allí estaba yo, en mitad de una muchedumbre de más de 5000 corredores otra vez por las calles de Madrid, calle Serrano abajo, tal vez por la que más veces he competido en mi vida, sin la ambición de otras veces, pero probablemente con más ilusión y agradecimiento que otras.

Volver a competir es un lujo que hace tiempo estaba casi descartado. Volver A pisar el asfalto entre una multitud de corredores. ¡Qué poco se valora cuando lo tienes a tus pies!¡Cuánto tiempo pensado en recuperar aquellos momentos! Y, un buen día…, aquí estoy.

Uno nace de una determinada manera. Acordaos de los guisantes de Mendel. Pura genética. Y luego, te vas haciendo, como un bizcocho. Te vas modelando, se aprenden cosas, se viven otras, se disfrutan, se sufren, ganas, pierdes, sueñas, aciertas, te equivocas, hieres, te hieren… Y eres así. Y como eres así, haces las mismas cosas de la misma manera.

Siempre he corrido con toda mi alma. A veces ha corrido más mi alma que todo mi cuerpo. Quizá ya no es momento de hacerlo así. Tal vez debería aprender algo del pasado. Pero me cuesta. Y ¡ay!... No me olvidé del crono. Ese endemoniado artilugio siempre tan constante, siempre tan certero. Y pretendí correr contra el tiempo. Y ese tiempo, pequeño, esos minutos y segundos que reflejan lo que tardé en correr de una línea a otra distanciadas entre sí diez mil metros, reflejaba otro tiempo más grande, ese otro que pasa día a día, mes a mes, estación a estación. Ese que marca todo lo que ha pasado desde el día que tuve que parar de correr hasta ahora que vuelvo a hacerlo.

El reto es asumirlo. Y superarlo. Y está conseguido: tanto asumido como superado. Y con un añadido: disfrutarlo igual que antes.

Así que la Norte Sur fue una fiesta que disfruté en la más íntima soledad entre miles de corredores, porque, ahora resulta… ¡que ya no conozco a nadie! Pero esa es otra historia.

 


jueves, 3 de marzo de 2022

… Y AHORA … ¿POR QUÉ SEGUIR CORRIENDO?. CAPÍTULO 6 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


Esta pregunta me la han formulado muchas veces a lo largo de estos últimos años ¿Por qué quieres seguir corriendo?

Hay muchas respuestas posibles. Cada uno de nosotros puede tener sus motivos. Y además cambian con el tiempo. Un buen día, las marcas y los puestos en la clasificación desaparecen para dejar paso a otras razones menos “medibles”. Así que me he sentado delante de una hoja en blanco a escribir qué me mueve a querer seguir. Tal vez pueda pareceros…hasta cursi, no sé, pero ahí van:

Levantarme a las seis y media de la mañana en una ciudad desconocida y recorrer sus calles a la luz de las farolas escuchando cómo amanece.

Ver salir el sol en el mar y la puesta entre montañas.

Pisar charcos los días de lluvia.

Escuchar el ruido de mis pisadas en un parque tapizado de hojas movidas por el viento.

Criar mariposas en la tripa unos cuantos días antes de una carrera.

Esperar el disparo de salida.

Ver mis huellas sobre la nieve.

Sentir los latidos de mi corazón golpeando en el final de una cuesta.

Pararme, buscar un palo, hacer un canalillo y ver cómo sale toda el agua de un charco.

Subir por una ladera con la vista clavada en el suelo a zancadas más cortas que pasos para llegar arriba, levantar la mirada y encontrar la inmensidad.

Chocar la mano extendida de un niño en mitad de una carrera.

Estas son 11 razones. Pero si no os gustan, me pasa lo que al gran Groucho: tengo más. En realidad, tengo muchísimas más. Todas ellas son las que me hacen seguir corriendo, deprisa, despacio, mucho o poco. El siguiente paso, el minuto próximo, en el espacio y en el tiempo, lo que está por venir puede ser una razón más. 

No solo una más ... tal vez la mejor.

sábado, 19 de febrero de 2022

TENDINITIS DEL TENDÓN DE AQUILES. ASÍ SALÍ DE LA LESIÓN. CAPÍTULO 5 DE LA SERIE "PENSÉ QUE TE HABÍAS MUERTO"

 


523 DÍAS ATRÁS.

Tendinitis, tendinopatia, tendinosis, paratenonitis, bursitis…  podía llamarse de cualquier manera, me daba igual el nombre y los apellidos de un diagnóstico más que confirmado. Lo único cierto era que había noches que el dolor me despertaba y al levantarme y poner el pie en el suelo, comenzaba un día más, acompañado de la misma flecha que acabó con Aquiles clavada en mi tendón.

Probé todo lo que encontré por el camino. Tres años buscando una solución para mi tendón y también a un atrapamiento del nervio ciático en la parte posterior de la cabeza del peroné, dolor que se sumaba al primero en la misma pierna para completar un panorama desolador.

Intenté todo… o casi, porque escondida en la memoria quedaba una consulta a la clínica Avanfi en 2016 en la que el Dr. Manuel Villanueva ya me había hablado de una solución quirúrgica para el atrapamiento del nervio ciático. Entonces, solo oír hablar de volver a un quirófano me bloqueaba.

El día 13 de marzo de 2020, justo antes de iniciar el confinamiento por Covid, estaba en los Picos de Europa bajando por una de las canales que sale al Cares. Después de un par de días de camino recorriendo las montañas y ya en el empinado descenso de regreso a Caín, cada pisada era como un garrotazo en el tendón de Aquiles y cada flexión de la rodilla una aguja clavándose en mi pierna. En cuanto llegué al coche, resolví todas las dudas: al día siguiente llamaría a Avanfi para pedir cita.

El confinamiento demoró el encuentro hasta mayo. En la primera visita con los doctores Villanueva e Iborra volví a encontrar lo que ya hace años descubrí cuando me trataron mis problemas con la fascitis plantar: comprensión, cercanía, un diagnóstico claro y completo de la situación y una fundada esperanza de que podría volver a correr. Eso sí, pasando por el quirófano. Ellos estaban seguros de que serían capaces de resolver mis problemas. Tampoco me prometieron milagros, los kilómetros acumulados en mi cuerpo no desaparecerían con un bisturí. Pero me bastaba su seguridad. Me bastaba tener una esperanza. Después de haber sido desahuciado en más de una ocasión, encontrar alguien que afrontaba el reto de intentar repararme era alentador. Esta vez estaba decidido. Ya no es que no pudiera correr, es que prácticamente no podía caminar sin sentir un profundo dolor, tanto en el tendón como en la parte alta del peroné. Tendinopatía y atrapamiento. No podía seguir más tiempo así. Y si me tenía que operar alguien, serían ellos.

14 de septiembre de 2020.

Hay varias personas a mi alrededor. El Dr. Villanueva, el Dr. Iborra, la anestesista que no para de preguntarme cosas, comprobando el efecto de los fármacos. Todos se mueven con rapidez y seguridad. Me tranquiliza saber que ellos están conmigo. Alimento la esperanza de que, cuando me despierte, no solo los dolores sino también toda la frustración y la impotencia, quedarán atrás. De pronto todo se apaga y cuando regreso del profundo sueño tengo mi pierna izquierda completamente vendada.

El informe del alta es un parte de guerra: siete procedimientos terapéuticos, desde la cintilla iliotibial hasta el calcáneo pasando por un montón de cosas entre medias. Entre ellas, las más importantes: la descompresión microquirúrgica del nervio y la reparación del tendón de Aquiles. Ya me avisó el Dr. Villanueva “ya que te tengo dormido … “

Queda por delante un largo proceso de rehabilitación que comienzo tres semanas después. Elíptica, estiramientos, fortalecimiento y sesiones de fisioterapia con Mariano Neurosport. Trabajo, trabajo y trabajo para poder volver a correr. No va a ser ni fácil ni un proceso corto. Al contrario, pero, hay algo que puedo comprobar en seguida al caminar: no me duele el tendón de Aquiles y mi ciático ha quedado libre. Tengo otros problemas, es cierto, me duelen otras cosas, sí. Pero los dolores que me llevaron al límite se quedaron en aquel quirófano. Me he librado de ellos y lo siento como quien aleja de sí una maldición. Quedarán meses por delante hasta que vuelva a correr, pero no dejaré de intentarlo.

El día 11 de noviembre de 2021 volví a los Picos de Europa, 407 días después de la operación. Desde lo alto de una de esas canales que hacen tan especial estas montañas, caminé reencontrándome con las piedras, las cumbres y el paisaje, dando gracias a cada paso de poder hacerlo, al Dr. Villanueva, al Dr Iborra, a María y todo el equipo de Avanfi. También a Mariano, de la clínica Neurosport, que no dudó en trabajar en coordinación con ellos para resolver, sesión a sesión, los procedimientos de rehabilitación y mis prisas, más complicadas de tratar estas segundas, sin duda.

No está siendo la recuperación un camino de rosas, pero corro. Poco y despacio, pero he vuelto a correr y he regresado a la montaña y, lo que es más importante, como siempre he hecho, seguiré intentandolo día a día.