Hubo una época, que en este blog
se ha dado en llamar “el pleistoceno” en la que no eran raros los fines de
semana en los que disputaba dos competiciones. En invierno, los sábado por la
tarde había cross universitario y los domingos, los crosses de la Federación.
En primavera, con las competiciones de pista de la Liga de Madrid, corría el
5000 los sábados por la tarde y, a pesar de mi condición de suplente de mi
equipo en 1500, era frecuente la ausencia de alguno de los dos titulares, con
lo que me tocaba volver a salir a la pista.
Pero de aquello ya hace mucho
tiempo.
Y sin embargo llevo un par de
fines de semana “doblando” como un profesional.
Después de la carrera de
Navalacruz el sábado, nos fuimos a correr a Villaflor el domingo. ¿Alguien dijo
cansancio? Y aún hay quien a estas dos sumó la Media de Hoyos del Espino.
Esta es otra de esas “matinales”
en las que la carrera es solo una parte de la diversión. El después, comiendo
las pastas del panadero de Santo Tomé de Zabarcos, el yogur de Alta Moraña
y el agua puesta a enfriar horas antes
más la charla con los colegas de afición, es la otra parte, no menos atractiva.
La carrera este año era dos
kilómetros más larga que la del año anterior. Y con sorpresas no desveladas en
la salida por los corredores de Villaflor, cada año más numerosos y mejor
preparados, … aunque alguno prefirió quedarse en la cama. Conociendo un poco la
zona, las sorpresas solo podían ser de un tipo … ¡cuestas!
La salida dejó bien claro que
Luismi venía a ganar sin dar opciones a Borja, que apenas le siguió un par de
kilómetros. Por detrás se formó un grupo con Roberto, aún no recuperado de su
lesión, Ángel, Alejandro, Olivares, Alfredo Becerril, Eduardo Moreno, Luis ”Laister”,
Alfonso, Raul….
Yo me quedé aún algo más
retrasado, dispuesto a seguir un ritmo cómodo para no sufrir mucho al final.
Un fallo de señalización hizo
perderse a los primeros en el inicio de la zona de cuestas, lo que apretó al
grupo de cabeza. Esas rampas, ya conocidas del año anterior dieron lugar a la
primera sorpresa: allí donde otras veces enfilábamos hacia el pueblo, esta vez
teníamos que girar a la izquierda y seguir subiendo un tramo más. Y justo ahí
fue el momento en el que más cerca estuve de cazar a alguno de mis
predecesores. A menos de 50 metros de distancia contemplé la posibilidad de
forzar la máquina a ver que pasaba hasta que, ya bajando… llegó otra cuesta
arriba, una pequeña puñalada, que dio al traste con mi escasa ambición. En
seguida mi cabeza maquinó un par de excusas para no forzar mucho más y entré en
el pueblo sin las apreturas de otras ediciones, en las que uno se siente
obligado a esprintar para pelear una posición. Esta vez no fue así.
La entrega de premios, tan suculenta como siempre, el sorteo y una última visita a la mesa de las pastas y
dimos por terminada la mañana.
Recordad: El próximo “finde” el
sábado Piedralaves y el domingo Martiherrero … para los que quieran continuar
la gira de los pueblos.
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