La bajada desde la cumbre. foto: +deportesalfonsoavila |
Último tramo de la subida foto: +deportesalfonsoavila |
Y por fin dan las 10:00 de la mañana. Salida neutralizada desde Sotalvo. 600 metros de trotecillo para salir del pueblo nos ponen al pie de la primera cuesta para no demorar más el encuentro con el enemigo: las cuestas.
Voy con Pablo, un experto en
estas carreras y en otras mucho más salvajes. Para él esto es pan comido. Yo me
atraganto solo de pensarlo.
No estoy cómodo. Nunca compito
con mallas, casi nunca con camiseta que no sea de tirantes, las zapatillas de
trail me parecen zapatones y llevo gafas para evitar que, como me ha pasado las
pocas veces que salido a entrenar por la montaña, las lágrimas en las bajadas
me impidan ver por donde piso…
Je.
Je, je.
Je, je, je.
Salimos y … ¡a subir!. Este, y no más tarde, es el momento de decir
que el recorrido estaba perfectamente marcado. Sin asomo de duda ni para los
que, como yo, solemos tirar por la “calle de en medio”. Limpio, bien trazado y
ejemplarmente marcado. Y ese esfuerzo ha correspondido a algunos de los que,
además hoy están aquí corriendo.
En estas carreras, a diferencia
de lo que ocurre en el asfalto, no hay ritmo. Subes y lo haces a lo que te dan
las piernas. Bajas y lo mismo. Tratas de reservar pero no sabes cuánto tienes que guardar, ni si este es el momento
de hacerlo. Un mar de dudas para los novatos.
La primera mitad de la carrera se
corresponde con la subida hasta el Pico Zapatero. El trayecto marcado tiene algún
tramo de bajada, incluso una parte llana. Y es ahí donde compruebo que “el McLaren no funciona”. Me falla la
unidad de potencia.
Hace tiempo que el corazón está más pendiente de buscar la manera de salirse del cuerpo que de hacer su trabajo. Y las piernas de buscar una piedra para sentarme que de hacer el suyo. ¡Maldición! ¡Sabotaje a bordo!
Hace tiempo que el corazón está más pendiente de buscar la manera de salirse del cuerpo que de hacer su trabajo. Y las piernas de buscar una piedra para sentarme que de hacer el suyo. ¡Maldición! ¡Sabotaje a bordo!
¡Pues no
queda nada! Pienso.
Llego a la pista principal del
monte. Desde aquí ya todo es subida hasta el pico. Debería de correr… pero no. Camino
prácticamente a lo largo de todo el cortafuegos. No hay fuerza. Estoy al pie
del Zapatero. Queda la trepada. Me alcanza Yuste. Está muy tocado de su pierna.
En condiciones normales estaría muchísimo más adelante. El sabe que no debería
haber salido… pero es su carrera y los corredores hay veces que nos hacemos los
locos. Me echa una buena bronca. Merecida. No he comido ni bebido nada hasta
aquí y mi cuerpo está empezando a dejar
de funcionar. Trepo despacio y torpe. Corono en hora y media justa.
Pero…¿ tú qué haces aquí?. Me preguntan en la cumbre.
... ¡¡¡Te hago una foto para tu blooooooooog!!!
¡¡¡¡Gracias!!!!!
... ¡¡¡Te hago una foto para tu blooooooooog!!!
¡¡¡¡Gracias!!!!!
Que ¿qué hago aquí? No lo sé. No sé qué hago aquí.
Muchas veces, en carrera nos hacemos esa pregunta. Esta vez no le encuentro
respuesta. No estoy corriendo a gusto ni tan siquiera estoy disfrutando de
correr.
Simplemente sigo.
Y llega la bajada. Vamos a
ahorrarnos comentarios, descripciones y sentimientos. Basta decir que las gafas me sobraron. No puse la
máquina a la velocidad necesaria para que me salieran lágrimas y me
distorsionaran la visión. Bajé como una
viejecita. Pasito a pasito. Con miedo. Sin fuerza. Con excesiva prudencia. Quemando frenos. Dejémoslo ahí.
Al llegar al avituallamiento de
la pista principal paro a comer y beber. Dos o tres minutos de “reseteo”. Meto
en el ordenador de a bordo tres o cuatro datos importantes: la distancia que
queda, las cuestas arriba, las cuestas abajo y unas pocas instrucciones sobre
competir, disfrutar, sufrir y las compensaciones del esfuerzo. Como resultado
el ordenador decide que hay que terminar en “modo cabezón”.
El “modo cabezón” es sencillo: un
paso detrás de otro a un ritmo prudente y a terminar la carrera. En asfalto supone
correr treinta o cuarenta segundos por encima del ritmo de competición. Aquí el
objetivo es llegar … como se pueda. Un paso y después otro. Y así hasta el
final. Sin calentones.
La bajada al pinar la vuelvo a
hacer de pena. Como una viejecita pero más mayor que la anterior. Me machaco
las rodillas de tanto frenar. Sin embargo la parte llana del pinar me permite
tener unas sensaciones algo mejores. Llego al último avituallamiento. Bebo.
Tengo el estómago estrujado del esfuerzo, pero bebo.
Queda poco. El sendero hacia el
Castillo de Mironcillo en “modo cabezón” me lleva a los pies de sus muros. Subo
caminando con las últimas fuerzas. Y desde allí todo bajada… La viejecita.
Entro en el pueblo con un alivio
infinito. He terminado. He sufrido y no he disfrutado. Bueno … no siempre
ocurre, pero cuando es así hay que sumar la experiencia. Todo vale.
La meta, el avituallamiento, los
corredores que ya han llegado y los que vamos llegando, la charla, los amigos,
una sombra, el pilón donde meto las piernas, el calor, el agua, el melón , la
clasificación, la entrega de premios…El Almanzor lo ha organizado todo con
todos los detalles, con cariño, con la experiencia de otros años y con las
ganas de hacer una carrera atractiva. Enhorabuena porque lo habéis conseguido.
“El año que viene te saldrá mejor”. Me dicen los compañeros de
fatigas.
¿El año que viene? Uf. Esto es muy duro. ¡Menos mal
que queda un año!.
Soy Javier Hernández @lasdiezymedia, el de ¡Te hago una foto para tu bloooog! jajaja Gracias por la mención.
ResponderEliminarMe gusta leerte porque sabes correr y eso te ayuda con las "teclas". Y sabes contar historias, y eso te ayuda con las "piernas"
¡02:43:49 el 9º de tu categoría, el 38 de 112! Me río yo del andar de "viejecita"
Por favor, sigue corriendo como los ángeles y relátanos tus aventuras.
Aquí hay más fotos de la carrera al paso por el Pico Zapatero https://goo.gl./5QNqJ9
(comento como anónimo por que estas aplicaciones suelen dar errores y no quiero escribir otra vez lo mismo)
Galería de fotos en el Pico Zapatero
ResponderEliminarÁlbum de fotos
ResponderEliminar