La séptima edición de la carrera
de Narrillos de San Leonardo fue un éxito de participación, de ambiente y de
nivel deportivo. Esta carrera ya se ha convertido en un clásico del verano atlético,
así que es de justicia, en primer lugar, felicitar a la organización por su
compromiso, a todos los voluntarios y a todos los colaboradores que nos
permiten disfrutar de nuestra afición y compartir una tarde muy agradable. ¡Así
da gusto!
Andaba yo poniéndome el dorsal de
la carrera (de todo el circuito,… ¡que no se os pierda!) cuando en esto se me
cayó un imperdible. Me agaché a cogerlo pero … no había manera de encontrarlo. ¡Se me ha perdido un imperdible!, pensé.
Y de pronto me quedé enganchado a esta paradoja tan ridícula. ¡Valiente tontería!
Tenía en la mochila otro diez o doce imperdibles y, sin embargo, era incapaz de
levantar la vista del suelo rastreando en busca del dichoso alfiler como si se
tratase de un tesoro. Pensé que debía encontrarlo a toda costa, aunque no sé
muy bien a qué venía tanta obsesión. ¿Mal augurio? ¿Superstición? ¿Paranoia?
¿Me estaré volviendo rarito? Afortunadamente,
unos palmos más allá estaba “sonriéndome” con la boca abierta. Lo pinché en la
camiseta con el dorsal y salí a calentar.
Muchos corredores conocidos y
otros de fuera con planta de atleta de los de “dar guerra”, tanto que en la
salida tomé la precaución de colocarme unas filas por detrás para no molestar a
nadie, porque mi intención era ir tranquilo al principio. Las cuestas de esta
carrera son largas y hay que guardar algo de fuerza.
Así que, tras el disparo,
estampida. Debía ir más atrás del puesto 30 pero corriendo fuerte, esperando a
que el pelotón se estirase, como suele ocurrir a la salida del pueblo tras la
primera vuelta por sus calles.
Me disponía a subir la primera
cuesta en compañía de dos grandes del mundo atlético de Ávila, Zipi y Encabo. Precisamente Zipi, Jesús Alberto Fernández
Cecilia, da nombre a una forma de correr. Ángel y yo decimos “hacer un Zipi” a salir tranquilo, atrás,
e ir remontando posiciones sin que nadie te adelante. Una forma clásica y muy
inteligente de correr de Jesús, para la que se precisan grandes dotes de
control y conocimiento de tus propias posibilidades. Y que Zipi siempre nos hace, todo sea dicho.
Así que mientras yo intentaba “hacer
un Zipi”, Zipi, como siempre, me lo estaba haciendo a mí.
En la cuesta abajo de la primera
vuelta alargó la zancada y se fue a por los siguientes.
Yo tardé algo más de tiempo, pero
fui remontando posiciones, una a una pero controlando el ritmo.
Así llegó la segunda vuelta y en
el horizonte aparecían otros dos históricos: Oscar y Alfonso. En la cuesta
arriba les recorté metro a metro la distancia que me separaba de ellos, hasta
llegar juntos al punto más alto, donde superé a Oscar y me lance cuesta abajo a
por Alfonso.
Je.
Je je.
Alfonso lleva retrovisor.
Fue verme en uno de los giros del
recorrido y sacó a relucir un potente cambio de ritmo. Ahí te quedas majete, debió pensar.
Desde allí hasta la meta no fui
capaz de recortarle un solo metro. Ya le he dicho que me va a obligar a hacer
series de 200 para echarnos un sprint algún día.
Por cierto, que al final no puede
completar el “Zipi”. Perdí un puesto en el último kilómetro.
Como os decía mucho nivel en la
carrera, con Luismi vencedor, intratable y sin rivales esta temporada, con
Arturo Mancebo y Pedro Raez completando el cajón. Por detrás Iván, David,
Alfredo, Alejandro, Vicen …
En chicas igual, Teresa Cerrada,
Sonsoles Pérez y Pilar Álvarez las tres mejores de la carrera.
Y para el final… lo mejor de
todo. Los niños pequeños corriendo por las calles del pueblo. Sus caras de
sorpresa por ver los aplausos de la gente, las de satisfacción al llegar a la
meta, las caras de los premiados en el pódium… divertirse haciendo deporte. ¿Hay
algo mejor?
Vamos a por la siguiente.
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