Vayan por delante un par de cosas.
La primera que me alegra mucho que se haya descubierto y se haya resuelto un nuevo caso de dopaje.
La segunda que, a título particular, me importa un rábano
rojo que te dopes con TB-500 de uso veterinario (que hay que tener cuajo), EPO
o con cualquier otra mierda de esas. El caso es que te han pillado haciendo trampas.
Y si fueras un deportista que participas a título particular en competiciones
en las que no representas a nadie más que a ti mismo y no le quitas el puesto a otro, es decir, algo
así como cruzar el atlántico en una tabla de surf, escalar el Aconcagua,
tirarte de cabeza en paracaídas desde la estratosfera o cosas semejantes, la cosa
tendría menos importancia. Pero no. No es así.
Tú has representado al atletismo español. En general, al
deporte español. Y no andamos escasos de casos de dopaje descubiertos en la
última década como para que gente como tú siga poniéndonos en las páginas de
los periódicos deportivos de media Europa.
No te imaginas el daño que haces. Primero al deporte español
en general. Nuestro deporte ha conquistado grandes éxitos. Atrás quedó la época
en la que solo sobresalía un atleta, un nadador, un golfista…Ahora nuestro país
está en la élite del deporte mundial. Y no porque exista un gran programa
nacional de descubrimiento de talentos y ayudas. Es porque somos así.
Ultracompetitivos. Es de raza. Así que cada vez que sale un nuevo caso de
dopaje en un deportista de élite nos sacan los colores a todos.
A todos.
Y esto es paradójico. No sé en cuantos países se controlará
a los deportistas más que en el nuestro, pero seguro que no son muchos. Unos, los más, porque no tienen medios y otros porque no tienen interés en hacerlo. El caso es
que cuanto más se controla, más posibilidades hay de descubrir casos. Y ahí
radica la paradoja: más sospechas se generan sobre los métodos deportivos del país.
Si el daño es grande al conjunto del deporte nacional, más
aún lo es al Atletismo. No eres el primero al que cazan. Desgraciadamente te preceden
muchos casos. Y eres campeón de Europa, que no es poco. Que lo fueras dopado o
no ya no tiene importancia, porque todos creerán que lo fuiste haciendo
trampas.
Y además y lo que es aún peor, le has quitado la posibilidad
de ir a un campeonato de Europa, un
Mundial o unos Juegos Olímpicos a otro atleta de esos que basa todo su esfuerzo
en el entrenamiento, sin ayudas prohibidas. Y me supongo que no debe ser poca
la rabia que debe dar, primero imaginarse que la plaza te la quita alguien que
no está limpio y segundo que se confirme la sospecha cuando ya no hay remedio.
Porque las oportunidades en la vida se dan una, dos o tres veces, pero no
siempre.
A falta de recurso e historias judiciales, parece que te van a caer cuatro años de sanción. Y quiero
decirte una última cosa: me importa el mismo rábano rojo que ahora te entre el
arrepentimiento y te alimentes exclusivamente de brócoli, trigo sarraceno,
porotos y zumo de pomelo, que vuelvas más limpio que un recién nacido. No
volveré a aplaudirte como hice en la última carrera en la que vi. Puede que te
parezca rencoroso y tal vez lo sea, pero tuviste la oportunidad de ser un ídolo
y preferiste montarte una farmacia en tu casa.
Y al final, los aficionados somos los dueños de nuestros aplausos.
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